Opinión

Tambores de Guerra

No son baladí los posicionamientos que ha hecho estos días pasados la vieja guardia socialista. El último ha sido

No son baladí los posicionamientos que ha hecho estos días pasados la vieja guardia socialista. El último ha sido Alfonso Guerra que en el programa de Carlos Herrera se ha despachado a conciencia. El motivo, como es fácil adivinar, versa sobre la amnistía con la que Sánchez quiere amarrarse el apoyo de Junts y su líder prófugo y golpista, Carles Puigdemont. Junto al ex vicepresidente sumen ustedes a Felipe González, a Nicolás Redondo Terreros, a Joaquín Leguina, a Virgilio Zapatero, a gentes que en su día se enfrentaron a muerte en el seno del PSOE pero que la vesania sanchista ha conseguido unir en un mismo haz. Tiene algo de justicia poética que el mismo Guerra que le hacía la vida a Leguina, vía Acosta y la Federación socialista Madrileña del PSOE, coincida ahora con el sabio estadístico. Y es que, se estuviera más o menos de acuerdo con ellos, los nombres citados y muchos otros formaban parte de aquella generación que tenía sentido del estado y, mejor todavía, sentido de la historia. Ninguno de aquellos hombres hubiese tolerado aliarse con los herederos de la ETA, con quienes han intentado dar un golpe de estado y ya no digamos con los comunistas. Porque, recordémoslo, la diferencia entre ese yogur caducado que siempre fue el PSC, y Ferraz era el anticomunismo. Quien esto escribe recuerda haber escuchado al presidente del PSOE de entonces, Ramón Rubial, explicar historias de los manejos del PCE durante el franquismo que ponían los pelos de punta mientras Raimon Obiols cantaba las excelencias de Giorgio Napolitano y del PCI.

Es normal, pues, y hasta coherente con la trayectoria de los viejos dirigentes históricos del PSOE que pongan el grito en el cielo al ver hasta dónde es capaz de llegar Sánchez con tal de no perder su poltrona. No seré yo quien les lleve la contraria, pero sí digo que llegan tarde. Esto deberían haberlo hecho antes, en especial Felipe. Ellos tenían la obligación de haber sido los primeros en plantarle cara a ese proyecto monstruosamente anti democrático, anti español y anti social demócrata que representa la indigerible fritanga barata que supone el sanchismo. He ahí su pecado, porque a estas alturas, con un partido hecho a la medida del autócrata monclovita va a ser muy difícil que sus voces remuevan conciencias y mucho menos los culos firmemente enganchados en las poltronas.

Esto deberían haberlo hecho antes, en especial Felipe. Ellos tenían la obligación de haber sido los primeros en plantarle cara a ese proyecto monstruosamente anti democrático, anti español y anti social demócrata que representa la indigerible fritanga barata que supone el sanchismo

El partido podría poner fin a la deriva anti constitucional que representa ese nuevo intento de Sánchez por continuar en la presidencia a cambio de justificar por tortuosas vías delitos que no merecen la más mínima compasión. Se convoca un Comité Federal de urgencia previas declaraciones públicas en contra de Sánchez de destacados líderes regionales como Page o Lambán, se llama a somatén a la militancia socialista, se plantea una alternativa a Sánchez clara y contundente y se organiza la revuelta de la Fronda que las generales aplazó y que, visto lo visto, no tiene visos de mantenerse.

Porque, al fin y al cabo, lo que pase en el PSOE es culpa del mismo PSOE, de sus líderes, de sus cargos, de sus militantes, que anteponen los intereses de un sujeto antes que los de su propio partido y, lo que es más grave, de España. Tengo para mí que la única manera de detener al réprobo debe nacer dentro de su formación política, porque si hemos de fiarnos de Feijoó y del PP que Dios nos coja confesados. Así pues que hayan empezado a sonar los tambores de Guerra siempre será una buena noticia si luego van acompañados por una reunión de jefes de todas las tribus y de un ataque coordinado como el de Little Big Horn. Aunque me temo que lo que ahora llamamos PSOE es un cadáver que finge muy bien estar vivo y que no hay nadie con la decencia suficiente como para echarle pelendengues al asunto.

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