Opinión

Dos tazas de café y una de constituyente

“No es fácil porque junto a la crisis constituyente tenemos también un debate constituyente”, dijo el ministro de  Justicia en el Congreso. ¿Por qué?

Lo dijo con voz templada, pero lo dijo varias veces. En un nuevo miércoles bronco y altisonante en la carrera de San Jerónimo, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, respondió en la sesión de control en el Congreso a la diputada de ERC María Carvalho, con una palabra desconcertante. La metió con calzador.

La pregunta concreta de Carvalho versaba sobre si el Gobierno español se planteaba calificar “como terrorista al movimiento antifascista”. Tras sacar pecho de tolerancia, Campo aseguró que España vivía una crisis sanitaria y económica sin precedentes. Y añadió: “No es fácil porque junto a la crisis constituyente tenemos también un debate constituyente”.

Sus palabras pasaron desapercibidas, empañadas por el aliento de una sesión que ya venía calentita entre insinuaciones de golpismo, aunque lo mollar era más bien la aprobación del ingreso mínimo vital. ¿Carvalho preguntó una cosa y Campos le contestó otra? ¿Se dio por lapsus, aunque el ministro la repitiera?

El enganchón semanal

Unas horas después, e intentando esclarecer el sentido de aquellas palabras, el ministerio de Justicia salió del asunto sin mayores detalles, pero el aire quedó tiznado de polvos de magnesio ante el fogonazo que había disparado el ministro en el Hemiciclo: constituyente. ¿Qué piensa poner en pie el ministro?, ¿qué tiene que ver la crisis social y económica con una crisis constituyente?

Atribuir a la palabra su significado jurídico le pareció a algunos una exageración. "Si ni siquiera desarrolló su idea, ¿cómo vamos a interpretarla?", argumentaron los escépticos encandilados por el rifirrafe previo entre Carmen Calvo y la diputada Cayetana Álvarez de Toledo. Después del enganchón verbal, la vicepresidenta primera animó a la diputada popular a sentarse a tomar un café juntas. Ahí quedó la palabra como un terrón, y no precisamente de azúcar.

¿Carvalho preguntó una cosa y Campos le contestó otra? ¿Se dio por lapsus la palabra constituyente, aunque el ministro la repitiera?

Se entiende por constituyente un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, según la definición que aporta el diccionario. Es, también, aquello que se dice en las Cortes o asambleas convocadas para elaborar o reformar la Constitución del Estado. No es pues un remedio ni recompone a ningún enfermo. Constituyente alude a una refundación de las leyes. Una cirugía mayor del régimen de gobierno.

Si la intención es vacunar el texto legal o inocularle algo, ¿por qué lo dice el ministro a la diputada de ERC, justamente a ella?, ¿es una intención, un anuncio o supone abrir una puerta, por ejemplo, a una reforma territorial? El asunto deja de parecer un misterio si se atribuye a una explicación más simple, que sería el malentendido y la confusión. Lo del diálogo entre besugos, pues.

Sea como fuere, el sobrio y moderado ministro, el mismo que señaló y aseó las deficiencias del borrador de la Ley de Libertad Sexual, deslizó la palabra constituyente, que es muy del gusto de Iglesias y los morados. La expresión quedó ahí, en el diario de sesiones y rebotando en las crónicas. Tómese un café conmigo, con un par de horas por delante, acéptelo, le dijo Calvo a Cayetana. De infusión en infusión habrá que aclarar entre cuál de las dos tazas quedan las palabras del ministro.

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