Llevo tanto tiempo afirmado que Torra hace oposiciones a mártir que me veo obligado a efectuar algunas precisiones. El suyo es un martirologio de señor del Eixample barcelonés; a saber, cómodo, casero, con pantuflas, sillón orejero y buena calefacción. Los burgueses que provienen de Convergència i Unió no tienen el cuerpo para inmolaciones, ni siquiera para un catarro. Patria, sí, pero servida en bandeja de plata por el servicio tras ser oportunamente desespinada. El bueno de Tertuliano - ¡cuántas consignas partidistas dicen quienes invocan tu patronazgo! – no encontraría martirologio alguno en Torra y su juicio, porque mártir era, según él, lo que, por efusión de su sangre sembraba semilla. Quinto Septimio Florente Tertuliano, padre de la Iglesia no canonizado porque misterios tiene la ídem, hacía referencia a los mártires cristianos que, tras ser ingeridos por leones opuestos al veganismo de manera radical, daban ejemplo ante aquellos romanos que podían atisbar la fe cristiana más allá de comer carne o lechuga.
Que a Torra no le va a comer el tigre sus carnes morenas es harto evidente para cualquiera que siga algo este sainete que denominamos política catalana. Entones, ¿a qué vienen sus aspavientos, su voz ahuecada y campanuda cuando se dirige al tribunal, sus frases cortadas en falsa épica que parecen redactadas por un negro de Dumas o, ¡ay!, por un Pedro de Répide en una mala tarde? Es evidente: Torra nos está ofreciendo una colosal, una asombrosa mala representación teatral. Todos estos dirigentes que hablan tanto de represión, de heridos, de sangre, de exiliados o de unas cárceles que ríanse ustedes de la del Abate Faria, son pésimos actores aficionados. Interpretan su papel, con mejor o peor fortuna, solo para su público, una gente que lleva años esperando en sus butacas, removiendo las posaderas inquietas por la duración de una obra que deja a Lo que el viento se llevó en un anuncio de Compramos tu coche punto es, sin alcanzar a ver cuándo acabará el dramón.
Es usted un simple comparsa, un extra, un figurante sin diálogo empecinado en pasar por héroe, pero carece de convicción y, digámoslo todo, de talento
Torra no es más que un malísimo actor que cumple a la perfección la máxima de Shakespeare, pavoneándose en el escenario al que el respetable acaba por dejar de escuchar. Quisiera encarnar a un Andrea Chenier heroico o al vengador Hamlet, pero es un tramoyista que pasaba por allí y al que el papel que le han dado le viene enorme. Y bien que lo intenta, el hombre, poniendo acento grave cuando habla de que representa al pueblo de Cataluña, pretendiendo agradar a su claque, que ni siquiera se molesta en irlo a saludar a la salida de los juzgados a excepción de un puñado de viejecitos que, posiblemente, están ahí por no saber en qué entretener sus ocios de senectud convergente.
Desengáñese, president, usted no será jamás aquel Flotats de palabra afilada y verso rapidísimo que nos robaba el corazón en su Cyrano, con permiso de Rostand; no podrá ser nunca el invidente encarnado por Rodero en La ardiente oscuridad, de un Buero Vallejo en estado de gracia; no puede llegarle ni a la suela de los zapatos al Homar de Terra Baixa, dramón de Guimerà salvable solo por el poderoso nervio escénico del actor. Ni siquiera es usted aquel Ubú que fue el principio del fin de Boadella en su propia tierra, o El Avaro que siempre imaginé interpretado por un Pujol desmelenado a lo De Funes. Es usted un simple comparsa, un extra, un figurante sin diálogo empecinado en pasar por héroe, pero carece de convicción y, digámoslo todo, de talento.
Como la política es teatro, auguro un próximo cambio de protagonista, aunque la obra siga siendo la de siempre. En la neoconvergencia han abierto el casting con la señora Borrás. Espero que no le dé por Sagarra y su Rambla de les floristes, porque tras la modélica interpretación de la Sardá, no hay nada que añadir ni decir sin caer en sacrilegio teatral. Borrás, Vosté no sap qué és la Rambla de Les Flors. La pela de taronja, aquí, no enganya…
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