A Iván Redondo hubo quien siempre le tuvo ganas en el PSOE. Los advenedizos no gustan en los partidos, donde suelen habitar manadas de lobos preparadas para morder a quien resulte sospechoso. Redondo lo era. Venía de trabajar con Monago, que era del PP, así que causaba recelos en Ferraz, donde le veían como a un listillo con demasiados pájaros en la cabeza y una ambición desmedida. Por eso surgieron tantos cantares sobre este señor. Algunos, por cierto, sobre planes que siguen vigentes, como el de extender los tentáculos de la política sobre las empresas españolas. Es decir, condicionar el libre mercado -todavía más- para favorecer los intereses socialistas.
Porque Redondo vendió un plan en su día -a quien quiso escucharle- que ilustraba perfectamente sobre las intenciones de esta gente. Era el de impulsar un cambio en las grandes del Ibex-35 para sustituir a sus históricos -y viejos- gestores por otros que fueran más jóvenes y permeables a las políticas progresistas. En la memoria socialista todavía dolía el recuerdo del Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), ese monstruo que crearon los grandes empresarios del país en 2011 para reflexionar sobre el futuro económico de España, pero que en el PSOE se recibió prácticamente como una conspiración contra su Gobierno. Algunos de sus miembros terminaron con su cara estampada en el Tramabús de Pablo Iglesias y todo ese espectro ideológico los acusó de ejercer el poder en la sombra.
Desde la 'nueva política' comenzó a hablarse de la necesidad de terminar con ese establecido y de "democratizar" las altas esferas. Ese discurso caló en Iván Redondo -amigo de Pablo-, quien aconsejó a Pedro Sánchez sobre la necesidad de promover cambios en las cúpulas de las multinacionales españolas, una idea circuló en los pasillos de Moncloa y llegó a personas que no soportaban a Redondo. De ahí que la historia haya trascendido. Y de ahí que sea tan peligroso el lobo cada vez que asoma el hocico.
La conspiración de Telefónica y Prisa
¿Qué ocurrió con ese plan? Cuesta pensar que Sánchez esté en contra. Fue el presidente que denunció en su día que Telefónica (y Prisa) había participado en una conspiración para que llegara al poder; y el que no ha dudado en los períodos electorales en lanzar mensajes incendiarios contra la insolidaridad de las empresas españolas. Lo que ocurre es que el sueño húmedo de Redondo es imposible de materializar.
Hubo quien infló al independentismo porque le venía bien a su negocio y, cuando ya era demasiado tarde, movió su sede social fuera de Cataluña, como si fuera ajeno a ese proceso
Es así porque Pedro Sánchez ha perdido peso político y porque los empresarios que en su día noviearon con el PSOE -¡ese Ibex tan responsable!- ahora recelan de sus políticas económicas, de su arbitrariedad y de sus impuestazos. Pensará el lector que todo era muy evidente y que un Gobierno de coalición de estas características acercaría al país hacia el caos. ¿Por qué, entonces, hubo tanto ciego y por qué los Ignacio Sánchez Galán o los Florentino Pérez llegaron a comparecer, en perfecto estado de revista, en los actos en Casa de América del Ejecutivo? Porque este país es así. Hubo quien infló al independentismo porque le venía bien a su negocio y, cuando ya era demasiado tarde, movió su sede social fuera de Cataluña, como si fuera ajeno a ese proceso. Como si no fuera uno de sus responsables. Aquí ha ocurrido lo mismo.
La inmensa mayoría de los empresarios se han caído del caballo, aunque hay algunas excepciones, como la de Telefónica, que, por cierto, ha sido siempre uno de los mejores ejemplos del capitalismo español mal concebido; influido por la política y por los caprichos ministeriales y de alto despacho. Allí se emplean desde hace años y años personas de la talla de Javier de Paz, quien fuera secretario general de las Juventudes Socialistas y quien es amigo de Rodríguez Zapatero y del grupo de conseguidores que conocemos como Los Migueles. Actualmente, es consejero y responsable de la Comisión de Regulación y Asuntos Institucionales. No parece poca cosa.
Los recelos del PP
Dentro del Partido Popular, molesta profundamente la cercanía de De Paz a la toma de decisiones de Telefónica. También la presencia en el grupo -con un contratazo- de Trinidad Jiménez o el reciente ascenso de Rosauro Varo. De hecho, en Génova 13 llegó a hablarse de posibles sustitutos para Álvarez-Pallete, en otra prueba más de que en este país pútrido e infectado de sectarismo las ideas contra el libre mercado de Iván Redondo son bien vistas en varias casas.
El caso es que ese malestar de los populares lo conocen en Telefónica, lo que ha provocado que en la teleco se confíe más en 'los actuales' que en 'los posibles'.
Nadia Calviño juró y perjuró que también desconocía los detalles del movimiento, algo que volvía a dejar al CNI por los suelos, al igual que ocurrió en otros casos, como el de Pegasus
En este contexto, trascendió el interés de Arabia Saudí por entrar en la compañía y hubo varias piezas que resultaban difíciles de encajar. Desde Telefónica se empeñaron en transmitir que no sabían nada sobre la operación y que, como las acciones habían sido adquiridas a través de Morgan Stanley, no tenían forma de enterarse de la identidad del comprador. Nadia Calviño juró y perjuró que también desconocía los detalles del movimiento, algo que volvía a dejar al CNI por los suelos, al igual que ocurrió en otros casos, como el de Pegasus.
Pero es que ahora que la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) ha reconocido que baraja realizar inversiones en empresas de interés estratégico -en clara referencia a Telefónica-, cuesta más pensar que el Gobierno no estuviera al tanto de las maniobras de los árabes o, al menos, que no haya habido ciertas conversaciones con Telefónica para determinar el alcance de la inversión. ¿Sería esto parecido a lo que concibió Iván Redondo? Es difícil saberlo porque la operación es muy compleja. Pero no hay duda de que Moncloa quiere ganar influencia en la teleco.
Contaba Juan Delgado el otro día en Vozpópuli que Indra podría ser el caballo blanco al que puede recurrir el Ejecutivo para realizar esta operación. Dado que resultaría difícil articular y justificar una inversión milmillonaria en Telefónica, hay quien en el entorno empresarial del PSOE (que es PSC en realidad) ha visto la opción de planificar un movimiento que involucre a Indra y a la operadora para crear un 'campeón' nacional que incluya comunicaciones y defensa. Sobra decir que esa idea ni mucho menos perseguiría el dejar volar libre en el mercado a la compañía resultante. ¿Quién ganaría ahí? Desde el Ejecutivo hasta el presidente de Prisa, Joseph Oughourlian, que es accionista de Indra.
¿Todo esto es posible? Ejemplos hay a mansalva sobre la filosofía y la forma de proceder de Moncloa y de sus picapedreros. En la SEPI, no se mueve un papel sin que el PSOE conceda el visto bueno; y quien se salta el guión corre peligro (que le pregunten a José Manuel Pérez-Tornero). También sucede fuera del ámbito empresarial, donde hay periodistas que se han convertido en escribanos y afiliados que caminan por las calles españolas con una túnica sectaria que les impide atisbar -ni mucho menos disentir- que hay quien en Moncloa está dispuesto a saltarse a su conveniencia las reglas más básicas que deberían regir cualquier democracia o cualquier sistema con libre mercado. Todo, por la patria. Por su patria particular, su cortijo... su dinero, quiero decir.
Reliable1
"Lo que ocurre es que el sueño húmedo de Redondo es imposible de materializar" Lo que ocurre con el idioma español es que un "wet dream" inglés es una polución nocturna. La "pollutio" latina (mancha) es la contaminación ambiental y las poluciones nocturnas sólo les ocurre a los jóvenes. Redondo ya tiene una edad. No puede ir caldeando el ambiente. DRAE 3. f. Acto carnal. 4. f. En sentido moral, corrupción, profanación. Ni kiki ni leches!