Opinión

Timeo hominem unius libri

Temo al hombre de un solo libro, decía Tomás de Aquino respecto a quien tiene solo una idea, despreciando las demás

Casi nadie se interesa por el latín por lo que, de hecho, casi nadie se interesa por las humanidades, por la filosofía, por la cultura y, como resultado, por el espíritu de Occidente. Aquellas universidades conocidas como alma mater, concepto que las definía exactamente como madres que nutrían de conocimientos a sus educandos, dejaron de existir hace muchos años.

La enseñanza ahora consiste en lanzar piedras a la libertad, auténticos cálculos renales ideológicos producidos por un separatismo basado en el supremacismo y el darwinismo social. Y todo eso, ante la sonrisa complaciente de los responsables de impedirlo, insensatos, pesebreros y cobardes. Los que se erigen en detentadores del poder universitario, eligiendo cuando y como se debe cumplir la función docente según su capricho fascista, ejercen la peor de las violencias, la intelectual, que afecta al espíritu, al conocimiento, al deseo de saber más.

La universidad catalana no puede ser madre, ni siquiera madrastra, aherrojada por la mediocridad de rectores y agitadores, en ocasiones coincidentes. Nada puede devolverla a su condición de casa del saber, pues durante demasiado tiempo se ha encamado con el poder político, cliente de uso rápido y billete en la mesita de noche que la ha violado, manoseado, babeado y ultrajado todas las veces que ha querido para dejarla tirada en un rincón, una vez satisfechos sus apetitos abyectos. La universidad en Cataluña vive el peor de sus momentos desde el franquismo; si entonces quienes la prostituían eran personajes siniestros adictos a la dictadura imperante, los de ahora no son menos siniestros ni menos defensores de un régimen totalitario disfrazado – apenas, ya – de democracia que soportamos las personas que amamos la libertad como el bien más supremo de todos.

Son gentes de un solo libro, el suyo, el de un una lección mendaz y mixtificada que divide a los catalanes entre buenos o malos y en el cual los buenos pueden hacer con los otros lo que les dé la gana

Porque las huelgas ni son tales, ni las convocan sindicatos mayoritarios ni tienen otro punto de apoyo que los piquetes violentos que campan a sus anchas con el permiso de los rectores, del poder político central, que se inhibe con una felonía inaudita, y el del Gobierno insurrecto de Torra, que las alienta. Todo lo que convenga a sus fines es válido, aunque eso cueste dinero, esfuerzos y el curso a la mayoría de alumnos. ¿Qué más da la desaparición de algunas vagas humanidades si el gesto es bello? Decía el periodista Laurent Taillade a propósito del estallido de una bomba anarquista en un conocido restaurante del París del XIX. ¿Qué más da que pierdan el curso, que no puedan asistir a clase, que debido a los aprobados políticos sus promociones no sean vistas jamás en el futuro con los mismos ojos de cara a quienes tenga que contratarlos? También para Torra, los rectores cobardes y los estudiantes violentos el resto de sus congéneres solo son vagas humanidades, y aún ni eso.

Que ochocientos catedráticos se hayan alzado en son de protesta no les afecta. Que gestos valientes como los de la profesora de derecho Chantal Moll, plantada ante la puerta de la facultad junto a sus alumnos como una sólida roca de democracia y ley ante la intimidante ola totalitaria, les recuerden su bajeza, tampoco. Son gentes de un solo libro, el suyo, el de un una lección mendaz y mixtificada que divide a los catalanes entre buenos o malos y en el cual los buenos pueden hacer con los otros lo que les dé la gana. Se sienten envalentonados porque, hasta ahora, la resistencia ante sus tropelías era muy poca, pero ahora profesores y alumnos empiezan a decir basta y eso desconcierta a la única neurona que poseen.

Sánchez, no obstante, ya les ha prometido una revisión de la Constitución tendiente a esa España federal en la que podrían seguir organizando barricadas en las puertas de las facultades o, mejor aún, negando el acceso a la universidad a nadie que no sea de los suyos. Que las tasas universitarias sean en Cataluña las más caras de toda España indica que sus deseos ya van por ahí.

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