Opinión

Tengo una carta para ti

Mientras el presidente de Argentina anuncia que va a eliminar las jubilaciones de privilegio que cobran los jefes de Estado después de cumplir el mandato, el nuestro se dedica a cortejar a la ciudadanía con cartas.

Imputan a su muje

Mientras el presidente de Argentina anuncia que va a eliminar las jubilaciones de privilegio que cobran los jefes de Estado después de cumplir el mandato, el nuestro se dedica a cortejar a la ciudadanía con cartas.

Imputan a su mujer por tráfico de influencias y corrupción, Sánchez se toma cinco días de vacaciones, pagadas, eso sí, para terminar escribiendo una carta a los ciudadanos, porque nos tenía que explicar lo muy enamorado que está y que todo es culpa de la ultraderecha, el fango, la máquina del fango, los fascistas...

Citan a Begoña a declarar como investigada: nueva carta a la ciudadanía para contarnos lo guapa, honesta y trabajadora que es su mujer, pero la ultraderecha, los fascistas, el fango, otra vez la ultraderecha, la máquina del fango...

Con ansia espero su tercera carta, que no hay dos sin tres, puesto que acabamos de saber que el hermano del presidente está siendo investigado por malversación. Cuéntenos lo guapo, trabajador y honesto que es su hermano, señor Sánchez, y que la ultraderecha, los fascistas, la máquina del fango y bla, bla, bla.

En estas declaraciones tan amorosas hay algo que me llama poderosamente la atención. No se cansa de repetir que la ultraderecha, los fascistas, la máquina del fango y hasta el fantasma de las Navidades pasadas si le apuran, quieren conseguir de manera sucia lo que no consiguen a través de las urnas. Pero señor mío, que usted las únicas elecciones que iba a ganar en su vida fueron aquellas que no ganó tampoco porque le pillaron poniendo una urna detrás de una cortina en el Comité Federal para falsificar el resultado de su propio partido. En seis años que llevamos aguantándole lo que ha conseguido no ha sido a través de las urnas, sino por los pactos que ha hecho fuera de ellas con lo más sucio, arrastrado y traidor de nuestro país.

Todos en este bendito país son fascistas: los jueces, los periodistas, la oposición... Y por si esto fuera poco, Sánchez busca también fascistas fuera de nuestras fronteras a los que combatir

Es cuanto menos asombroso que, quien promovió una moción de censura para ser investido presidente, alegando para ello la corrupción del partido que gobernaba, después de que la justicia española estableciera en una sentencia que en el PP funcionó durante años una contabilidad paralela en dinero negro procedente de donaciones de empresarios, y condenara a varios de los antiguos responsables de la formación política, no solo no tenga ahora la decencia de dimitir cuando su partido, su mujer, su hermano y hasta él mismo llevan la palabra corrupción en el apellido, sino que ni siquiera es capaz de dar explicaciones.

Sus explicaciones son las de siempre: la culpa es de los fascistas, la ultraderecha, la máquina del fango... Todos son muy malos menos “mi mujer y yo”.

Todos en este bendito país son fascistas: los jueces, los periodistas, la oposición... Y por si esto fuera poco, Sánchez busca también fascistas fuera de nuestras fronteras a los que combatir.

Pero como vivimos en esta distopía en la que una señora investigada por corrupción es aplaudida en un mitin político entre gritos de “¡guapa!”, donde un ministro puede insultar a un presidente de otro país pero si este se ofende y responde es fascista, en la que los homosexuales defienden a aquellos que no aceptan su condición sexual y los ahorcan por ello, donde las feministas apoyan a quienes oprimen a las mujeres y les arrebatan su dignidad y libertad, cortándoles los talones para evitar que huyan, mientras las violan en docenas... Pues qué quieren que les diga, casi lo que menos me revuelve las entrañas es que el presidente de nuestro país se dedique a escribir cartas victimizándose cada vez que la justicia le apunta a él y a su entorno con el dedo.

Todas las semanas, una carta soporífera dirigida a la ciudadanía: “quiero a mi mujer, la ultraderecha, qué enamorado estoy, la máquina del fango, qué guapos somos mi mujer y yo, los fascistas...”

Quizá estamos ante el nacimiento de un hito histórico y político, las cartas de Sánchez, que serán recordadas como los discursos interminables con los que Fidel Castro aburría a la población durante horas o como el No-do, aquél noticiero propagandístico semanal del régimen franquista que se proyectaba en los cines españoles antes de la película.

El famoso “tengo una carta para ti” de Isabel Gemio se va a quedar en nada como esto siga así. Todas las semanas, una carta soporífera dirigida a la ciudadanía: “quiero a mi mujer, la ultraderecha, qué enamorado estoy, la máquina del fango, qué guapos somos mi mujer y yo, los fascistas...”

"Asesina, pero no hagas versos"

Entre las muchas cosas que se no se le pueden perdonar a un Presidente, una de ellas es que aburra a su pueblo. Y permítanme que haga mías, para finalizar, estas palabras de un Petronio insuperable en la pluma de Sienkiewicz, en la novela llevada al cine Quo vadis:

"Roma se tapa los oídos por no oírte, y el mundo se ríe de ti y te desprecia. En cuanto a mí, no puedo continuar avergonzándome de tu insignificancia, ni aunque pudiera lo querría. ¡No puedo más!

Los ladridos de Cerbero serán para mí menos molestos que tu canto, aunque a él se parezcan; porque, al fin y al cabo, nunca fui amigo de Cerbero, no tengo motivos para avergonzarme de sus ladridos.

Salud, augusto, y no cantes; asesina, pero no hagas versos; envenena, pero no bailes; incendia, pero no toques la cítara! 'Estos son los deseos y el último consejo del Arbiter Elegantiorum.'"

No escribas más, Sánchez, por lo que más quieras, no escribas más.

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