Opinión

La tentación de Sánchez: hacer coincidir las generales con las locales

El principal argumento de Sánchez no va a cambiar: agitar el miedo a Vox. Ya no tiene otro

Una vez que Pedro Sánchez ha conseguido aprobar los Presupuestos Generales del Estado 2023, puede sentirse orgulloso de haber completado la legislatura. Sólo le queda ganar las próximas generales, o al menos perderlas sin que PP y Vox puedan sumar más escaños que el resto. Si hasta ahora ese era un gran objetivo, ahora es prácticamente el único. Queda alguna ley que el PSOE tiene interés en aprobar, pero ya no hace falta contentar a los socios como antes, ya los cálculos electorales, y por tanto la mercadotecnia, son lo más importante. Podemos encontrarnos, por este motivo, con giros “inesperados” a partir de ahora, mucho más ruido y menos incentivos para los pactos. Lo primero que va a valorar Sánchez es si le interesa mantener las dos citas electorales (locales y generales) separadas como ahora mismo están planeadas, o si le resultaría más beneficioso unirlas. No es un tema baladí.

En España, los votantes premian al que gana, basta con ver el giro que dieron las encuestas en 2018 tras la moción de censura que derribó a Rajoy. Antes de ese episodio, PP y Cs lideraban los sondeos y el PSOE era el tercero en intención de voto. Fue colocarse Sánchez como presidente y, automáticamente, consiguió el primer puesto, que mantuvo en las dos elecciones generales siguientes. Tenemos otro ejemplo más reciente: el PP se mantenía detrás del PSOE en casi todas las encuestas hasta que Ayuso ganó con gran autoridad las elecciones autonómicas madrileñas; tras ese resultado, el PP empezó a liderarlas, exceptuando la del CIS de Tezanos. Este es un factor que puede influir en la decisión de unir o no las convocatorias electorales de 2023 ya que todo apunta a que el PP ganará las elecciones locales. Una vez que esto ocurra, la inercia hasta las generales de meses después favorecería al PP. Otro asunto que puede empujar a Sánchez a unir las elecciones es intentar aprovechar el carisma de determinados dirigentes locales para arrastrar votos hacia su partido en las generales, aunque en este caso sería complicado dilucidar si esa estrategia sería positiva.

El “baile” con los independentistas y el PNV seguirá, especialmente con este último, puesto que sus escaños, algo muy improbable, podrían decantarse por apoyar a Feijóo

Más allá de especular sobre si habrá o no “superelecciones” en mayo, lo que está claro es que Sánchez, al haber conseguido ya el apoyo a los PGE, puede escenificar un alejamiento hacia los aliados de investidura que considere son rémoras electorales; es decir, ya no necesita por ejemplo mimar tanto a Bildu (que además se jacta de ello sin ningún reparo) o a ERC. Sin embargo, creo que la política del gobierno seguirá beneficiando, como lleva haciendo toda la legislatura, a Euskadi y a Cataluña, feudos donde el PP apenas tiene apoyos. La autonomía catalana, tras el desastre electoral del PSOE en Andalucía, se ha convertido en vital para sumar los mayores escaños posibles e intentar paliar los que perderá en el sur respecto a 2019. El “baile” con los independentistas y el PNV seguirá, especialmente con este último, puesto que sus escaños, algo muy improbable, podrían decantarse (todo dependerá de lo que le ofrezcan) por apoyar a Feijóo en lugar de a Sánchez en un posible debate de investidura en el que sus votos puedan ser decisivos.

Sin embargo, una ruptura escenificada con Podemos, que se encuentra en uno de sus momentos más bajos, parece más probable, especialmente si con eso ahondan en la división de la izquierda a la izquierda del PSOE, batalla en la que Yolanda Díaz es pieza clave. Si la principal estrategia electoral de Sánchez es agitar el miedo a un gobierno de derechas en el que participe Vox, para movilizar el voto, no por su excelente gestión (algo muy complicado de vender), sino porque la alternativa es peor, nada le interesa más al PSOE que ser considerado el voto útil. La existencia de UP, Más País, y quizás Sumar, diluye en muchas marcas un voto que tiene en común que no quiere que gobierne Feijoo ni que Abascal pueda oler poder, así que Sánchez puede erigirse como la única opción política para evitar eso.

Mirando hacia el centro

Una ruptura con Podemos -al que las encuestas lo describen en decadencia- a meses de las elecciones, puede tener dos efectos positivos en votos para el PSOE: le quita a un rival el aura de partido de gobierno que le otorgaba una cierta respetabilidad y autoridad, dividiendo aún más a la izquierda, especialmente si mantiene en el cargo a Yolanda Díaz; y por otro, le alivia de un punto de radicalidad a Sánchez (rompería justo tras el escándalo de la ley del “sí es sí” y sin aprobar la polémica ley “trans” ni la de familias) para intentar conseguir votos de centro o de izquierda moderada que prefieran volver a ver al PSOE en el gobierno que a una coalición de PP y Vox.

A partir de ahora será posible ver de todo. Nuestro presidente es muy ambicioso y ya ha demostrado que no tiene principios y va a cruzar las líneas que hagan falta para mantenerse en el poder. Prometerá (y mentirá) mucho, intentará dar argumentos para votarle a derecha e izquierda contradiciéndose incluso, y puede realizar jugadas imprevisibles. Sin embargo, creo que su argumento principal no cambiará: agitar el miedo a Vox. Los que no quieran que Sánchez siga otra legislatura más, deberían ocuparse en no alimentar eso.

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