La “legislatura del diálogo” anuncia su nacimiento con la afirmación presidencial de que nada se hará fuera de la Constitución. Pedro Sánchez ha tranquilizado a los barones presuntamente indóciles con esa promesa, que lleva camino de convertirse en ansiolítico, en medicación para poses inquietas que necesitan palabras tranquilizadoras y así justificar la falta de coraje.
Nada se hará fuera de la Constitución, se repite a cada paso que se da encaminado a saltársela. Ningún compromiso que traspase las fronteras de la letra y del espíritu del texto constitucional será asumido, se asegura con solemnidad. ¿Quién entonces engaña a quién? ¿El PSOE a Esquerra, a la inversa o la farsa es bidireccional?
Sánchez quiere cerrar el pacto con ERC porque “lo urgente es que haya gobierno”, nuevo mantra impuesto por la factoría Redondo; Junqueras quiere también el pacto, pero sólo si hay garantías de que ese eufemismo al que llaman diálogo incluirá la discusión sobre plazos para activar una reforma del Estatut que abra paso al derecho de autodeterminación y a un futuro referéndum. Si no, el independentismo optará por facilitar el acceso de la derecha al poder. Contra Franco, parecen pensar, vivíamos mejor.
Al ponerse de perfil, Casado se sitúa en zona de riesgo. El ‘síndrome Rivera’: no hacer lo que se espera de ti puede conducirte al precipicio
Ninguna de las partes enseña sus cartas, pero no hace falta. Están todas repartidas y cada cual sabe cuáles son las que lleva el que está sentado enfrente. Como lo saben los que asisten a la partida como meros espectadores y esperan impacientes el desenlace. Empezando por Pablo Casado, quien al ponerse de perfil se sitúa en zona de riesgo. El “síndrome Rivera”: no hacer lo que se espera de ti puede conducirte al precipicio.
Casado sabe lo mismo que sabe Sánchez: que no hay acuerdo posible con Esquerra sin un documento que llegado el caso pueda ser convenientemente filtrado y que acredite el compromiso asumido, esto es, la negociación sobre la fórmula para convocar en un tiempo prudencial un referéndum pactado que a través de la adecuada ingeniería jurídica fuerce el encaje de tal cosa en la Constitución.
Por supuesto, entre lo que se pacte estará también con toda probabilidad la remoción de la actual fiscal general por alguien con una visión más “flexible” de la aplicación del tercer grado penitenciario. Al tiempo. Pero este asunto va por otros conductos más silenciosos; se maneja fuera del relato oficial, en un estadio virtual.
Si no consigue lo que busca, el independentismo optará por facilitar el acceso de la derecha al poder. Contra Franco, parecen pensar, vivíamos mejor
Igualmente, los negociadores a tres bandas, PSOE-ERC-Iceta, han hablado y seguirán hablando de la reedición del tripartito, aunque eso queda aún un poco lejos, y tiene el inconveniente de que hoy no se puede asegurar estampando la firma en un papel; porque un error de los de Junqueras en Madrid puede alterar el orden de los factores y situar en lo más alto de la tabla, en las no lejanas elecciones autonómicas catalanas, al partido de Puigdemont, lo que complicaría el discurso y reduciría la legitimidad de un pacto entre perdedores.
Así están las cosas, con unos tipos concertando a partir de la mutua desconfianza un acuerdo que deja fuera a lo que Andrés Trapiello definió en “Las armas y las letras” (Destino) como la “mayoritaria tercera España”, refiriéndose a la sociedad de la República pero que tiene ahora reflejo en ese amplio sector silencioso desplazado del eje de las trascendentes decisiones políticas que van a marcar el devenir inmediato de la nación.
Y asistimos a ello como si se tratara de algo natural, asumiendo, sin echarnos a la calle, el tacticismo irresponsable de unos y otros, la fría ambición de Sánchez y el cálculo ojituerto de Casado, desacreditado uno como socio fiable e incapaz el otro de plantear algo más que una monolítica posición basada en la mera desconfianza; aceptando como inevitable, quizás en parte atrapados como estamos en una densa espiral de incompetencia y de codicia, el rechazo a una solución pragmática y realmente patriótica al actual bloqueo con la que podría identificarse sin grandes esfuerzos esa infrarrepresentada tercera España a la que se refería Trapiello, hoy tristemente revivida, y a la que, de momento, solo parece defender una debilitada Inés Arrimadas.
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