El andalucismo que propone Teresa Rodríguez se identifica más con aquello de «darse con un canto en los dientes» que con el «cantonalismo» al que algunos pretenden llevar a España desde 2018. Su propuesta se acerca más a la greguería ramoniana que a una propuesta regionalista seria. La antigua socia y amiga de Pablo Iglesias ha organizado su propia reconquista del espacio público, no desde Granada sino desde Cádiz, para que la voz de su tierra se escuche en Madrid, en toda España y más allá. Una ambición sin límites y sin sustento racional.
Rodríguez participó este fin de semana en la Asamblea Nacional de Adelante Andalucía, el artefacto de su creación y futura plataforma de sus éxitos. Alguno tuvo que comprobar que este nombre tan humilde no responde, aunque lo pareciera, al de una secta evangélica del barrio. Acabada la reunión, la lideresa andaluza se vio en la necesidad de subrayar -ante las intensas preguntas de los medios- que no va a disputarle a José María González, alias Kichi, el bastón de mando de la gran ciudad gaditana donde reside. Un gesto mesurado e inteligente. No es sensato dejar sin empleo a la pareja y arriesgar a que entre un sueldo menos en casa.
La idea es que Andalucía «sea también soberana y tenga voz propia como Cataluña, Euskadi y Galicia». Eso es, ¿y por qué no?
Allá por mayo anunció Teresa que el objetivo primordial de su partido consiste en llevar la voz de su tierra andaluza a todos los rincones de España, pasando por el Congreso de los Diputados, donde hay calefacción, te dan un smartphone amén de cubatas a 1,20, y redondeas un salario muy respetable mientras meditas sobre la proyección universal de tu región. La idea es que Andalucía «sea también soberana y tenga voz propia como Cataluña, Euskadi y Galicia». Eso es, ¿y por qué no?
Su primer paso en firme para alcanzar este propósito lo dio con las enmiendas presentadas a los Presupuestos Generales del Estado, todas ellas de marcado perfil social en busca del bienestar y la prosperidad de los trabajadores andaluces. Su planteamiento es el de un regionalismo básico, ahora frecuente: o llenamos la Carrera de San Jerónimo con diputados seriamente comprometidos con Andalucía o serán otras comunidades quienes lo hagan. "Saldremos perdiendo", viene a decir. De modo que, votadme porque yo lo valgo, ozú.
Teresa Rodríguez, (Rota, Cádiz, 43 años) de Izquierda Unida de toda la vida, fue eurodiputada con Podemos y la faraona de la formación en Andalucía. Hasta que rompió con el macho alfa de la formación morada, quizás hartita con tanto heteropatriarcado del progreso, y volvió a su pueblo para formar grupo aparte. Uno más en el nutrido hormiguero de la izquierda regional, infectado de siglas y de mangantes. Se ve ya ella ocupando un cómodo escaño en el confortable Hemiciclo madrileño, uno de los 61 que le corresponde a la tierra de María Santísima, si se permite la expresión. Le ha dicho 'no' al Sumar de Yolanda Díaz, una cuenta que aún no cuadra, porque más que crecer, resta.
Regionalista, andaluz y de izquierdas
Teresa es más lista que una ardilla y pretende dejar en cueros el nacionalismo excluyente de las regiones 'históricas'. Si ERC, EH-Bildu o el PNV pueden triscar por el Congreso entonando sus cánticos regionales, exigiendo selecciones propias de lanzamiento bolos y reclamando fondos y más fondos de la caja común de los españoles, ¿por qué no lo puede hacer un partido andaluz de acendrado perfil de izquierdas, y no como el PSOE? ¿Quién lo impide, la huraña Castilla quizás, el calentamiento climático, Trump?
Con unos pocos votos en las generales y cinco diputados ya tendría grupo propio en la Cámara, lo que se traduciría en un jugoso paquete de subvenciones y financiación para colmar a su Andalucía de felicidad. Le puede robar más de uno (y de dos) sillones al PSOE, que ahora tiene 25; a Podemos, que ocupa seis, e incluso a Vox, que cuenta con doce. Puestos a ordeñar a la lechera del cuento, incluso podría convertirse en un futuro en pieza clave de otro gobierno Frankenstein.
Es una jugada maestra. Ha rebañado lo más activo de la izquierda anticapitalista de la zona, la auténtica de Julio Anguita y la ha aliñado con las cenizas del auténtico regionalismo de Blas Infante para hacer frente a los señoritos de Sevilla y Madrid. Va a reivindicar lo suyo, o sea, "lo de todos", como que Jesús Quintero sea reconocido hijo predilecto de Andalucía. Buen plan para combatir el alza de la cesta de la compra.
«Ené, qué risas hicimos», dice una canción popular bilbaína que me cantaron hace días. Y las risas que «hicimos» cuando apareció Teruel Existe. Ahora el chiste de la cantonalización de España no lo es. Avanza y todavía conservamos los dientes. Quién sabe si en un par de legislaturas tendremos partidos que representen a la identidad de la Alcarria o de las Batuecas. ¡Ozú!
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación