Opinión

Cuentos de terror en la narrativa económica

Hay una crisis profunda en el pensamiento económico dominante. En el origen de todo, la ausencia de una visión, de un conjunto de aquellos conceptos políticos y sociales compartidos, de

Hay una crisis profunda en el pensamiento económico dominante. En el origen de todo, la ausencia de una visión, de un conjunto de aquellos conceptos políticos y sociales compartidos, de los que depende, en última instancia, la economía. Para ello se la dotó de dogmas de fe, bajo un fundamentalismo cuasi-talibán. Nos referimos al fundamentalismo de mercado. El resultado ha sido un nuevo papel de los economistas como portavoces de los mercados y, junto a ellos, el surgimiento de nuevos expertos estratégicos y especialistas en políticas que hablaban de "lo que gana" y "lo que funciona". Pero ya sabemos cómo han acabado sus propuestas, como el rosario de la aurora, con un aumento de la desigualdad, de la pobreza, del endeudamiento de las familias y empresas, a la vez que desciende la inversión, la productividad, y se hacen más frecuentes las crisis financieras, mientras el sistema en su conjunto se vuelve ineficiente. Desigualdad e ineficiencia van de la mano. Y ese ha sido el resultado final del fundamentalismo de mercado.

Como todo fundamentalismo, se proporcionó a la economía de fantasías y cuentos infantiles tan entrañables como los del ratoncito Pérez o Santa Claus, lo que permitió una maravillosa efusión de creencias imaginativas por parte de los economistas, que dieron origen a conceptos tan infantiles como la Nairu, la neutralidad del dinero, las expectativas racionales, la teoría fondos prestables, el multiplicador monetario, los mercados eficientes o los modelos DSGE (acrónimo en inglés con el que nos referimos a los modelos de equilibrio general dinámicos estocásticos). El denominador común de todos estos cuentos infantiles es una impecable elegancia a la hora de exponer los términos, acompañada de una absoluta inoperancia en su aplicación práctica.

La ortodoxia conservadora

En este contexto de decadencia, la degradación de los comentarios y propuestas de quienes asesoran a los partidos conservadores patrios, muchos de ellos con espacios mediáticos excesivos para su escasa aportación a la profesión, empieza a alcanzar dimensiones épicas. En estos casos los cuentos infantiles devienen en historias para no dormir, terroríficas, dignas del guión de Chicho Ibáñez Serrador. Salvo que lo que se pretenda, en realidad, a través de posiciones estridentes, sea hacer parecer benévolo, incluso bondadoso, al actual sistema distópico, mientras se defienden los intereses de clase, de la superclase. De sus alocuciones, entrevistas, propuestas o análisis se derivan recetas y soluciones distópicas, lúgubres, que favorecen de manera permanente a la clase dominante, a los más ricos, a los intereses corporativos, mientras que se dejan a los ciudadanos más pobres con una sensación de impotencia, manteniendo, al mismo tiempo, a las clases medias colgando entre el temor al desempleo y las expectativas de una fantástica recompensa una vez que la nueva economía se recupere. Ellos solitos, con la ayuda inestimable de los economistas social-liberales, indujeron la mayor burbuja inmobiliaria de la historia, con un crecimiento récord de la deuda privada. Pero permítanme centrarme en dos de esos cuentos de miedo que expanden estos días.

El incremento del gasto público y del déficit público fue la consecuencia lógica del desapalancamiento en la Gran Recesión, y ha sido el resultado de la parada del consumo y de la inversión asociada a la covid-19

Primero, lo malo, malísimo del gasto público y del déficit presupuestario, sin tan siquiera entender por qué se ha producido, y todo con el objetivo de desprestigiar al instrumento más eficaz de política económica para alcanzar el pleno empleo, el gasto público y la política fiscal. Para ello bastaría echar una ojeada a las balanzas financieras sectoriales de la economía, el marco analítico creado por Wynne Godley, sin duda alguna uno de los caballeros más elegantes de la economía. El incremento del gasto público y del déficit público fue la consecuencia lógica del desapalancamiento en la Gran Recesión, y ha sido el resultado de la parada del consumo y de la inversión asociada a la covid-19. Gracias al gasto y déficit público la economía pudo remontar allá por 2014 y lo ha vuelto a hacer ahora.

Mientras que en Reino Unido, Estados Unidos o Japón los hacedores de política económica han aparcado la falsa noción de responsabilidad fiscal, innecesaria y destructiva bajo un sistema monetario fiat, aquí en nuestra dulce Europa erre que erre, nada de nada. Los chamanes van a subir el listón máximo de deuda pública sobre PIB al 100% desde el 60%, límites totalmente arbitrarios, ya superados. Y en nuestra querida España, lo de siempre, puro totalitarismo invertido, todos los medios dando púlpito a los guardianes de una austeridad expansiva innecesaria y dañina. Ya lo explicaba Michal Kalecki sucintamente allá por 1943 en “Political Aspects of Full Employment”. Un sistema sin una política fiscal activa significativa supone colocar en el asiento del conductor a los hombres de negocios. “Esto le da a los capitalistas un poderoso control indirecto sobre la política del gobierno”.

Los agregados monetarios

El segundo cuento de terror es la inflación como fenómeno monetario. La teoría del multiplicador monetario en la que se apoya, es otro cuento infantil de la ortodoxia. Es totalmente falso que la inflación sea un fenómeno monetario. Los economistas postkeynesianos ya tenían superada esta idea falsa hace décadas. Está bien que la ortodoxia se una ahora, aunque sea tarde. Lo último, el documento de la Reserva Federal de St. Louis, Teaching the Linkage Between Banks and the Fed: R.I.P. Money Multiplier. Parafraseando al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, “Bueno, cuando tú y yo estudiábamos economía hace un millón de años, M2 y los agregados monetarios generalmente parecían tener una relación con el crecimiento económico... esa relación clásica entre los agregados monetarios y el crecimiento económico y el tamaño de la economía, simplemente ya no se mantiene... así que algo tenemos que desaprender, supongo”.

La oferta de dinero en realidad viene determinada por la demanda de créditos y las preferencias del público. Por lo tanto, los créditos producen depósitos, y no al revés

Dos consideraciones formales que siempre detallamos y que los voceros económicos conservadores aún no han entendido. El dinero es endógeno (investigaciones Bank of England: Modern Creation in the modern economy; Banks are not Intermediaries of loanable funds-and why this matters!). La cantidad de dinero (oferta) no puede ser fijada de manera arbitraria por los bancos centrales. La oferta de dinero en realidad viene determinada por la demanda de créditos y las preferencias del público. Por lo tanto, los créditos producen depósitos, y no al revés. Los bancos crean créditos y depósitos, y a continuación se encargan de conseguir los billetes emitidos por el banco central, y demandados por los clientes, así como las reservas obligatorias exigidas por las leyes. En definitiva, la inversión causa el ahorro. De aquí surge la segunda relación de causalidad invertida: el dinero legal, o base monetaria, entendido como la suma de efectivo más reservas obligatorias, es una variable endógena que no puede ser fijada arbitrariamente por los bancos centrales. Pero además los tipos de interés son cuasi-exógenos. El Banco Central puede fijar el nivel del tipo de interés a corto plazo, el diferencial entre el tipo de interés a corto y a la largo plazo, y el diferencial entre el coste de la deuda soberana y privada o entre deudas soberanas (BCE). Por lo tanto, si quiere un Banco Central el tipo de interés será exógeno, es decir, se determinaría fuera del sistema.

En definitiva, los mass media deberían ser un poco más exigentes intelectualmente, salvo que quieran vender simplemente ideología en lugar de informar a sus lectores. Solo desde la honestidad intelectual se puede avanzar hacia una sociedad más libre y democrática.

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