Si hay un programa televisivo de impacto mundial especializado en la parodia, es Los Simpson. Quizás porque los guionistas tras casi 700 episodios (¡32 temporadas!) han necesitado recurrir a ello para poder encontrar nuevos argumentos. El caso es que son innumerables los personajes famosos que han aparecido en esta serie de dibujos animados, ya mítica, pero Elon Musk, el fundador de Tesla, incluso fue el protagonista de un episodio de la 26ª temporada titulado The Musk Who Fell to Earth. En él Musk aterriza con una nave espacial en el jardín de los Simpson y se hace amigo de Homer. Musk aparece como un personaje muy inteligente con muchas y variadas ideas para mejorar las cosas en Springfield pero que acaba arruinando al que las lleva a cabo porque ninguna es rentable. Esto podía tener cierto sentido porque hasta el año pasado Musk no hacía más que perder dinero con su gran creación: Tesla. No obstante, Musk puso su voz a su personaje y aceptó esa imagen que daban de él de excéntrico y mal gestor. Todo un síntoma de la personalidad de alguien al que le encanta reírse de sí mismo y jugar al despiste. Otra anécdota, también relacionada con los Simpson, es que Musk afirmó en Twitter que él era un personaje de otro episodio llamado Hank Scorpio, que en el fondo era un supervillano que quería dominar el mundo, y para parecerse a él mostró una foto con un lanzallamas similar al que el tal Scorpio mostraba en la serie.
¿Quién es realmente Elon Musk? Es una gran pregunta. Lo que sí conocemos es su historia “oficial”: su madre, modelo canadiense, se casó con un ingeniero sudafricano y en 1971 trajeron al mundo, en aquel país, a Elon, que ya con 12 años vendió el código de un juego espacial que programó. Antes fue el divorcio de sus progenitores lo que le llevó a vivir con su padre, que poco a poco fue generando una fortuna con diferentes negocios de construcción y esmeraldas, quizás aprovechándose de las mejores condiciones que el apartheid proporcionaba a los blancos. Según parece el joven Elon sufrió algo de acoso escolar lo que le llevó a aprender defensa personal. Huyendo del servicio militar, con 17 años se escapó a Canadá –donde le acabaron siguiendo sus dos hermanos y su madre- y por ser hijo de canadiense no le costó obtener la nacionalidad en 1989. Sin embargo, el único sueldo de la madre les hizo pasar apuros económicos, necesitando Elon una beca para poder completar sus estudios de física y economía. Cuando iba a hacer el doctorado, cambió de opinión y fundó su primera empresa: Zip2 (relacionada con la programación de la incipiente web). Para no alargarme mucho, a los cuatro años la vendió y se embolsó 22 millones de $. En 1999 participó en la creación de X.com que pronto se convirtió en la famosa PayPal. Mientras, se casó por primera vez. En 2002 Ebay compra PayPal y Musk gana 180 millones de $ después de impuestos. Con 70 millones funda SpaceX (en 2002, buscando abaratar los viajes espaciales), con 100 invierte en Tesla (en 2004, explorando el segmento de coches deportivos eléctricos) y ayuda con 10 en 2006 a la empresa de servicios fotovoltaicos de un primo suyo, SolarCity, que acabaría fusionando con Tesla en 2016. Por cierto, en 2002 se convierte en estadounidense. Y no profundizo en todos sus proyectos empresariales, matrimonios e hijos porque habría para un libro, centrémonos en Tesla.
Su primer gran objetivo fue demostrar que “se podía fabricar un vehículo eléctrico de altas prestaciones que desmontara el mito de que los eléctricos eran lentos, pesados, feos y con poca autonomía”
Tesla se fundó en 2003 por un grupo de ingenieros que querían probar que los vehículos eléctricos podían ser mejores, más rápidos y más divertidos de conducir que los vehículos de gasolina. Tras la masiva inyección de dinero en la compañía en 2004, Musk se convierte en su presidente. Su primer gran objetivo fue demostrar que “se podía fabricar un vehículo eléctrico de altas prestaciones que desmontara el mito de que los eléctricos eran lentos, pesados, feos y con poca autonomía” y con ese fin se presenta en 2006 el Roadster, cuya producción se va retrasando hasta 2008 lo que provocó un fuerte déficit financiero en la empresa. Para resolverlo se cambian directivos, incluso se despiden empleados pero sobre todo se captan fondos con diferentes rondas de financiación.
De hecho, en enero de 2008 la aportación económica de la NHTSA, agencia dependiente del gobierno de Estados Unidos, salva a Tesla de la quiebra aportando 43 millones de $. Hasta mayo de ese año, que empieza a abrir tiendas físicas, Tesla aceptaba los pedidos en lista de espera por teléfono, internet o en la sede central. Con la fuerte crisis económica mundial las perspectivas no eran halagüeñas y vuelve a recurrir a subvenciones públicas… pero lo cierto es que el Roadster impactó en el mundo del automóvil hasta el punto que Daimler compró un 10% de Tesla en 2009 aportando unos fondos que eran necesarios para evitar la quiebra (la compañía alemana hizo un gran negocio vendiendo sus acciones en 2014 aunque seguramente se arrepienten de no haber mantenido su participación hasta la actualidad). Cansado de las continuas rondas de financiación para obtener liquidez, en 2010 Musk decide sacar la empresa a bolsa. Desde 1956 no salía a bolsa ninguna automotriz estadounidense. Al igual que hizo Daimler, la japonesa Toyota también invierte en Tesla adquiriendo 50 millones de $ en acciones. Lo cierto es que la empresa va creciendo, sacando nuevos productos, mejorando su marca y vendiendo cada vez más pero… no consigue ganar dinero. Aun así, la tendencia en el precio de sus acciones es muy alcista pasando de los 4$ en los que cotizaba en 2010 a los 88$ en los que cerró en 2019. Luego vino la subida pre-pandemia, la brusca caída de hace un año y… bueno, aquí vemos un gráfico de 2020 y lo que llevamos de 2021:
Como empresa, por fin en 2020 consigue encadenar cuatro trimestres consecutivos de beneficios, condición imprescindible para poder ingresar en el S&P500 (hasta entonces sólo había cotizado en el Nasdaq), siendo la compañía novata de mayor capitalización y mayor peso en el índice en su historia cuando entra a finales de 2020. Esta anunciada incorporación, unida al rebote generalizado del mercado accionarial desde los mínimos de la primavera del año pasado provoca tal subida, que muchos empiezan a considerar a Tesla la típica burbuja. Más que su excelente rentabilidad para los accionistas, lo que más llama la atención de Tesla es que su capitalización bursátil es mayor que la suma de docenas de automotrices que venden mucho más, y que ganan más dinero que ella. Tiene sentido pensar que es una burbuja porque sus expectativas parecen irreales. Dicho esto, el movimiento de la acción Tesla calca perfectamente la estructura típica de una burbuja pero los primeros días de septiembre de 2020 cayó más de un 30%, parecía que ya había “estallado” y sin embargo, se recuperó y ahora más que dobla su cotización de entonces. Además, las burbujas son un tema recurrente pero no hay tantas como para justificar tanta obsesión con ellas. Hay como una burbuja de personas que ven burbujas. Y a los hechos me remito, para no irme a valores concretos: ¿cuántos años llevan diciendo que Wall Street o el Nasdaq están burbujeados? Y es cierto que cada día lo parecen un poco más pero con una tendencia alcista tan fuerte desde 2009, tan apoyada por las continuas inyecciones de liquidez de los bancos centrales, de poco nos ha servido, a efectos prácticos, teorizar sobre ello.
Calentar el precio de activos
Con todo, soy el primero que no entiende el nivel de cotización de Tesla (tampoco el de otras muchas cotizadas, tanto por altas como por bajas), y menos que haya crecido tanto en un contexto de crisis global cuando su producto es tan caro y, como pasa en la mayoría de países con los autos eléctricos, aún poco práctico. Pero en estos tiempos de liquidez abundante y subidas de todo tipo de activos, esto no es nada raro. A mí me preocupa más el propio Musk porque no fiaría mis ahorros a un tipo que juega con las inversiones de tanta gente. Los tuits de Elon, sin llegar al nivel del expresidente Trump, son de los que “mueven mercado”, incluso cuando habla de otras compañías o productos. Este mismo año tuiteó “Use Signal” en referencia a una empresa que hace la competencia a Whatsapp y que no cotiza en bolsa, y multiplicó ¡por 64! la cotización de otra llamada Signal Advance que nada tenía que ver… también hizo volar la cotización del dogecoin (criptomoneda) con sólo citarla. Y estas consecuencias no le frenan ni mucho menos. Quizás en un mercado menos especulativo y menos volátil no tendría tanto impacto pero es evidente que a él le gusta ese papel, calentando el precio de activos por pura diversión, demostrando lo poco en serio que se toma lo que le pase a los demás, siendo como es una de las personas más ricas del mundo. Ya le costó un buen dinero esa actitud pero no aprendió, y es que en 2018 Musk tuiteó que podría sacar a Tesla de bolsa, que tenía ofertas de inversores privados, la SEC lo investigó y determinó que mintió, lo que le costó una multa de 20 millones de $, a la que por supuesto se ha referido varias veces con ironía ¿Cómo fiarse de alguien así, que además se tiró años prometiendo que al año siguiente su empresa daría beneficios fallando durante una década? Pues muchos creen en él y han ganado mucho dinero gracias a esa confianza.
Su rentabilidad es tan grande que Tesla está ganando más con esa inversión en unos días que con todos los coches que lleva vendidos en su historia
Y es que hay que reconocerle su éxito, sobre todo en marketing (al fin y al cabo ha conseguido captar fondos –muchas veces públicos, tanto para Tesla como para Space X- una y otra vez a pesar de sus escasos resultados durante años) y en visión de futuro. Su última gran decisión empresarial es una gran contradicción: alguien que vende la imagen de salvador del planeta, de la energía limpia etc. En la web de Tesla se puede leer: “cuanto antes deje de depender el mundo de los combustibles fósiles y se avance hacia un futuro de cero emisiones, mejor”. Invierte 1500 millones de dólares en Bitcoin, algo que se produce con un gran desgaste energético y un elevado nivel de emisiones (baste un ejemplo: una transacción de Bitcoin –ya no hablamos de la “minería” para crearlos-, genera el equivalente en CO2 a 706.765 transacciones de una tarjeta de crédito). Pero de momento su rentabilidad es tan grande que Tesla está ganando más con esa inversión en unos días que con todos los coches que lleva vendidos en su historia. Si bien el precio de la acción no se lo ha tomado muy bien, quizás porque, al menos de momento, cuando una empresa compra Bitcoin contablemente se considera un bien intangible y por lo tanto no existe el beneficio por “revaluación” que sí existiría si comprara por ejemplo acciones de otra compañía, por lo tanto si no vende no aparecerá reflejado como beneficio.
Un pionero que aspira al monopolio
Quizás sea incluso mejor inversor, o especulador, que empresario. El tiempo nos lo dirá. A mi Tesla me recuerda a Yahoo en su momento, es un pionero en su sector que aspira al monopolio pero que corre el riesgo de que salga un Google que lo deje atrás. Está claro que el mercado cree que es un Amazon o un Facebook, que se adelantaron a su tiempo y años después siguen siendo líderes. Veremos quién tiene razón aunque Tesla tiene en contra tanto lo cara que ya cotiza como que no es ningún monopolio ni lo va a ser, existen muchas automotrices por todo el mundo con una gran infraestructura y unas ventas muy superiores que también trabajan en autos eléctricos a precios competitivos. En su favor hay que añadir que Tesla no solo fabrica vehículos, también suministra productos de generación y almacenamiento de energía, limpia y escalable. Y si sigue subiendo –o se mantiene sin caer- el Bitcoin (en poco más de dos meses ha pasado de cotizar por debajo de 20 mil a por encima de 50 mil), el día que los venda podrá dar un impulso histórico –y real- a los resultados de Tesla. Lo de siempre: todo va bien si todo sigue subiendo.
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