Opinión

Thelma y Louise al borde del precipicio

Una sensación de vértigo invade a la intrépida tropa indepe al bordear el precipicio. Puchi y Junqueras, Thelma y Louise, han llegado al final del camino y ahora toca apretar

Una sensación de vértigo invade a la intrépida tropa indepe al bordear el precipicio. Puchi y Junqueras, Thelma y Louise, han llegado al final del camino y ahora toca apretar el acelerador y saltar al vacío. Dudan. Un olor a detritus humano invade el interior del habitáculo cuatribarrado que conducen. Quieren sacar bandera blanca, pero no se atreven. Buscan recelosos por el retrovisor el cañón de los fusiles que manejan los francotiradores de la CUP. Y no se les ocurre otra cosa que subarrendar, de nuevo, el trabajo: el giro drástico de La Vanguardia, uno más en su historial de felonía, o las declaraciones de Santi Vila pidiendo un armisticio. Entre otras voces que reclaman un alto el fuego. Qué bochorno. Qué gran bochorno. Y qué peligro para los constitucionalistas, para esos millones de españoles que apaleados como perros durante años por la insolencia supremacista del nacionalismo, reclaman ahora que se cumpla la ley y que los culpables del golpe de Estado, sean 10 o 10.000, paguen sus culpas y vayan a la cárcel. El peligro al que aludo se llama Mariano, la esfinge de piedra, la estatua de sal, el manso Mariano, llamativo ejemplo de falta de gallardía, que bien podría acudir presto a complacer a los sublevados para, de una u otra forma, apartar de sí el cáliz que le obliga a cumplir con su deber ante España y la Historia.  

El discurso del Rey significó un antes y un después capaz de hacer añicos la autopista de ensueño por la que el nacionalismo ha circulado sin frenos en los últimos años. Doble engaño o autoengaño. El de Madrid, según el cual el prusés no iba a ser capaz de salirse de madre, nunca iba a llegar a poner España contra las cuerdas, y el de los independentistas, a tenor del cual el Estado, en plena crisis por los estertores de la Transición, no tendría arrestos para parar los pies a un Movimiento Nacional catalán acostumbrado a la provocación sin respuesta, que, además, se ha hecho dueño de la calle. Los dos se han equivocado. La sacudida provocada por el puñetazo en la mesa de Felipe VI ha traído bajo el brazo el terremoto que para los independentistas de última hora, las almas cándidas que confiaron en las prédicas de Mas, Puigdemont, alias Puchi, y demás profetas del embeleco separatista, ha supuesto el anuncio de la fuga de grandes empresas de Cataluña. “No habrá huida de empresas” (Junqueras) o el delirio de los Mas-Colell, lumbreras todos, según el cual la Cataluña independiente nadaría en la abundancia. Mentiras groseras.

El silente Mariano ha acudido en ayuda de los tránsfugas, poniendo el aparato del Estado al servicio, Decreto mediante, del conglomerado Caixa para que pueda abandonar Cataluña sin necesidad de enojosas juntas generales. Cierto, no hacerlo habría sido irresponsable. Hablamos de activos por importe de 330.000 millones. Too big to fail. La quiebra de ese paquebote se hubiera llevado por delante a España entera. Imposible, por eso, invocar Sansones capaces de derribar el templo sobre la cabeza de todos para castigar la de unos pocos. Conviene aclarar, con todo, que La Caixa, junto a su grupo de empresas, es la columna vertebral de la economía catalana, con mucho más poder que el de la propia Generalitat, de modo que no resulta descabellado pensar que si Isidro Fainé, vela a Dios, vela al diablo, hubiera advertido hace un par de años, en un memorable gesto de valor, de las consecuencias de la deriva independentista (la totalidad de los medios de comunicación catalanes dependen de Caixa y Sabadell), seguramente las cosas no hubieran llegado donde hoy están, la sociedad catalana no estaría facturada en dos mitades, y su economía a punto de irse por el desagüe. Conviene que cada palo aguante su vela, y el del señor Fainé es del tamaño del de mesana de la nao capitana.

A los integrantes del alto mando del prusés –no es el caso del loco Puchi- secretamente les encantaría dar marcha atrás, pero no pueden"

¿Cómo pinta lo del martes 10? Nadie lo sabe a ciencia cierta. La siniestra burguesía convergente que se ha jugado su fortuna a la carta independentista, se ha asustado mucho con la fuga de empresas y ahora quiere negociar. A los integrantes del alto mando del prusés –no es el caso del loco Puchi- secretamente les encantaría dar marcha atrás, pero no pueden. ¿Quién es el mago capaz de devolver a su jaula al tigre a cuyo lomo hemos cabalgado durante tantos años? ¿Cómo apaciguar ahora la violencia de la CUP? ¿Cómo recuperar el control perdido de la calle? Los convergentes (PDeCAT), en todo caso, tragarían con una declaración de independencia descafeinada. Un sí pero no, que era broma, tonto, no te pongas así. Una proclamación formal sin efectos reales, en espera de que el Estado acepte el trágala de esa mediación que proponen Iglesias y otros amigos de la felicidad de España. O bien una declaración en diferido, que fije una fecha de entrada en vigor ad calendas graecas. Pájaros volando. ¿Qué interesa a los españoles de bien? Una declaración unilateral (DUI) a palo seco, con dos cojones, que obligara al pusilánime Mariano a intervenir de una vez, 155 en mano, porque esa sería la oportunidad de desbaratar el tinglado nacionalista para unas cuantas décadas.

Hacia una componenda vergonzante con los golpistas

No caerá esa breva. Ni ellos se atreven ni Mariano quiere. Soraya le ha vuelto a comer la oreja diciéndole que los buenos chicos del PDeCat no van a apoyar el martes la DUI, ergo no van a tener mayoría, Mariano, nos conviene esperar a que se despedacen entre ellos, me lo ha dicho Santi Vila y me lo corrobora el CNI, ya sabes, Mariano, yo controlo, y Mariano encantado, miel sobre hojuelas y vengan días y pasen ollas, mensajes de apaciguamiento por doquier, Méndez de Vigo el viernes, el último, la misma palinodia: “Hacemos un llamamiento a que el señor Puigdemont vuelva a la legalidad y dentro de ese regreso podemos hablar y podemos dialogar” (sic). Simplemente alucinante, ¿de qué quiere usted hablar con el golpista número uno, don Mariano? ¿Qué se puede negociar con quien ha colocado España contra las cuerdas? Y ambas partes envían mensajes coincidentes: Vila aboga por “no tomar decisiones irreparables en los próximos días”, mientras el señorito Vigo reclama no dar “pasos irreversibles en la mala dirección”. Mucho me gustaría equivocarme, pero caminamos aceleradamente hacia algún tipo de componenda vergonzante con los golpistas.

Se entiende la frustración que este viernes embargaba a Albert Rivera cuando abandonaba La Moncloa tras urgir a Mariano la aplicación del 155. “No suelta prenda”, contaba después en Ciudadanos. “Lo que ha dicho es desolador: que no hay motivos para aplicar el 155, y eso significa recortar drásticamente los resortes que le quedan al Estado para actuar”. ¿Simple cobardía? En realidad, Mariano se niega a asumir en solitario el riesgo que implica reprimir la rebelión y hacer respetar la Constitución y pretende repartir responsabilidades con el universo mundo, con el Rey, con jueces y fiscales, con las fuerzas del orden, y naturalmente con los partidos de la oposición. Tan anómalo comportamiento amenaza con enajenar la base social de apoyo al PP, además de fracturar al PSOE. El eslogan de “Gobierno traidor” está a la vuelta de la esquina. Un drama de imprevisibles consecuencias para la estabilidad política del país. El desconcierto ha llegado también a los cuarteles. No pocos altos mandos se han quejado a Cospedal, ministra de Defensa, que no sabe qué contestarles porque, en realidad y como el resto del Ejecutivo, no sabe nada, no tiene la menor idea de lo que piensa, si es que algo piensa, Mariano. Y Cospedal, que no quiere quedar como la tonta del bote, ha empezado a hacer declaraciones por su cuenta. Vértigo y ruleta rusa. A eso juega España con Rajoy –que en vez de explicarse diariamente ante la nación, se explica hoy ante El País- al frente del Gobierno.  

Dar paso a un nuevo 'Govern' capaz de poner en marcha una agenda transformadora destinada a devolver las libertades a los catalanes

Los protagonistas del golpe de Estado protagonizado por el Govern deben ser castigados con arreglo a la ley y con las salvaguardias que ofrece nuestro garantista sistema judicial. Sin componendas de ninguna clase. De esta batalla deben salir vencedores y vencidos, de modo que quienes se han levantado contra el Estado, como en 1981 ocurriera con Tejero, como en octubre de 1934 sucediera con Companys, sientan sobre su cabeza el peso de la ley y durante el tiempo que marca la ley. Todos a la cárcel. Sin posibilidad de amnistía. Si son 30 como si son 300. A la turca manera. Con total determinación. Sin vacilaciones. No puede ser que los golpistas triunfen; tampoco que se vayan de rositas. Estás obligado por eso, Mariano, a intervenir la Autonomía catalana y a detener a los rebeldes, para dar paso a un nuevo Govern capaz de poner en marcha una agenda transformadora destinada a devolver las libertades a los ciudadanos de Cataluña, a construir una Cataluña democrática, abierta e inclusiva a través del normal funcionamiento de sus instituciones, todo ello con el punto de mira puesto, transcurrido un plazo prudencial de tiempo, en ir a elecciones autonómicas en igualdad de condiciones para todos.

Acabar con la intoxicación en las aulas

Lo cual implica necesariamente desmontar el aparato mediático subvencionado que ha venido trabajando con total desvergüenza a favor del prusés, y sentar la bases de un cambio en profundidad en el sistema de enseñanza de la Generalidad, un cambio radical que evite el permanente lavado de cerebro de niños y jóvenes por esa ideología de partido único cuya principal misión ha consistido en los últimos 40 años en sembrar el odio a todo lo español. Que en las aulas, hoy controladas por ERC, corra el aire de la libertad que distingue a las sociedades plurales, acabando con la gran obra de intoxicación puesta en marcha en su día por ese conservador filonazi, además de acreditado chorizo, llamado Jordi Pujol. Porque si al nacionalismo no se le priva del monopolio de la enseñanza, Mariano, dentro de cinco años estaremos en las mismas pero en peor situación, con la batalla al fin perdida.

Estas son las dimensiones del envite al que nos enfrentamos, de cuya suerte dependerá la existencia de España como democracia liberal avanzada. Muchos de esos ricos que hoy andan asustados ante la posibilidad de perderlo todo están viniendo a pedirte prudencia, Mariano, a decirte que no hagas sangre, a implorar que aceptes la vía del diálogo. Hay mucha gente potente en esta operación. Sé de un grupo, del que forma parte Luis Conde, el del famoso civet, Fernando (perdón, Ferran) Rodés, financiador del diario separatista Ara, y David Madí, ni más ni menos que el ideólogo del prusés, que está intentando presionar a Felipe VI con la misma monserga. Dicen que son “amigos” del Rey. No puede haber diálogo que valga con los golpistas. Queda aplicar la ley y observar, entre la curiosidad y el morbo, si Thelma y Louise son capaces de pisar por fin el acelerador y lanzarse por el barranco. Llegados a este dramático punto, a España solo le vale ya el “cuanto peor, mejor”. Parece que la CUP está dispuesta a darnos una satisfacción. Sería la culminación del golpe que obligaría a intervenir al presidente del Gobierno, ese pusilánime con vistas al mar de la mediocridad en cuyas manos está hoy, por increíble que parezca, el futuro de España. 

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