Una nueva noche oscura se cierne sobre la capital de España. Volverán las hambrunas infantiles. La contaminación ahogará a los ciudadanos y los ancianitos darán boqueadas sobre las aceras de la Gran Vía, como peces fuera de un charco. Ejércitos de desahuciados, salidos de un cuadro de Munch, gritarán su desesperación por los barrios. Los refugees no serán welcome. Se secarán los árboles y las sonrisas.
Es realmente impresionante. Ha sido salir Manuela Carmena y llegar la coalición PP-Ciudadanos a la Alcaldía de Madrid, para que de repente empiecen a brotar piquetes, protestas y escraches. Quince días, quince, llevan José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís al frente del Ayuntamiento, y algunos ya están con convulsiones.
Hemos empezado con Madrid Central, la zona de 472 hectáreas que el equipo de Carmena restringió al tráfico hace seis meses. Sus sucesores han decidido revisar el funcionamiento y aplicar una moratoria a las multas hasta septiembre, aunque seguirán las limitaciones de circulación.
Es todo tan histérico, tan desmedido, que daría risa de no ser porque diseñar un modelo de ciudad más limpia y habitable es un asunto muy serio
Pues se ha liado la mundial. Plantones de escolares pidiendo que no los asfixien. Marchas convocadas por la recién creada Plataforma para la Defensa de Madrid Central (vaya, ahí está apuntado el incombustible Marciano Sánchez Bayle, simpático médico jubilado que lleva 35 años pronosticando el hundimiento de la sanidad pública). Y cómo no, comunicado de Los Abajofirmantes que capitanea Almudena Grandes… Hasta Greenpeace desembarcó el lunes en la calle de Alcalá con una quincena de miembros que cortaron el tráfico (y subieron la contaminación) con gesto decidido, como si estuvieran salvando la última ballena del Ártico…
Es todo tan histérico, tan desmedido, que daría risa de no ser porque diseñar un modelo de ciudad más limpia y habitable es un asunto muy serio.
Madrid Central funcionaba, dicen las huestes de Carmena y los medios afines. Pues hombre, tan-bien-tan-bien no funcionaba cuando el propio Ángel Gabilondo, candidato socialista a la Comunidad de Madrid, planteó la necesidad de introducir mejoras y buscar consensos.
Y a la vista de los datos, se diría que es, en efecto, mejorable. Para empezar, el Ayuntamiento ha tenido que anular 6.600 multas por un error técnico. Para continuar, aún estamos esperando un buen sistema de señalización y las pantallas informativas con los estacionamientos disponibles. Añadamos a eso que la Asociación de Afectados por Madrid Central, que agrupa a hosteleros, comerciantes, repartidores, etcétera, sigue en pie de guerra.
Con una miopía considerable, Martínez-Almeida había prometido ‘revertir’ Madrid Central, pero finalmente ha reculado. Y bien está
¿Y qué ha pasado con la contaminación, el meollo del asunto? Pues que en los tres primeros meses de 2019 se ha reducido... en dos estaciones medidoras de Madrid (una de ellas del centro), pero ha aumentado en las otras 22. Los niveles de dióxido de nitrógeno han crecido un 19% en la capital. Sobre todo en los barrios “fronterizos” con la zona protegida.
Y esto lleva a la necesidad de tener un plan global, mejor que andar poniendo parches, por muy vistosos que sean. Un plan coordinado con la Comunidad y los ayuntamientos del área metropolitana, que implique a todos los distritos, que incluya puntos de recarga eléctrica, estacionamientos disuasorios… ¿Tan difícil es llegar al consenso?
Con una miopía considerable, Martínez-Almeida había prometido “revertir” Madrid Central, pero finalmente ha reculado. Y bien está, porque, entre otras cosas, quienes empezaron a implantar en Madrid la peatonalización de calles, las restricciones al tráfico y los carriles bici fueron, precisamente, alcaldes del Partido Popular: Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella, que después de tomarse una “relaxing cup of coffee” trajo el sistema de alquiler BiciMad.
Tiendo a pensar, al contrario que las Casandras pancarteras, que las nuevas autoridades madrileñas no desean que nos muramos. Que Martínez-Almeida y Villacís nos quieren vivos. Como también confío en que las organizaciones que convocan las protestas lo hagan porque se preocupan de verdad por nuestra salud, y no porque sean parte de esas campañas de agit-prop que impulsa la izquierda cuando los desalojan del poder. Que la ex “comisionada del ocio” de Carmena reparte pasquines de Ecologistas en Acción porque quiere librarnos de las partículas, y no porque esté cabreada por haber perdido el curro.
Espero, en suma, que políticos y técnicos pongan en marcha, de una vez por todas, un proyecto integral, conservando lo bueno que hay y corrigiendo lo malo. Que los apocalípticos se relajen. Y que todos dejen trabajar a los expertos. El sectarismo ideológico solo lleva a que nos hagamos trampas al solitario.
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