Durante estos últimos meses asistimos a un intenso debate sobre el reciente indulto a los dirigentes del procés. Muchos políticos y periodistas se han posicionado en contra. Además, hay encuestas en las que alrededor del 80% de los entrevistados rechaza la medida. Comprendo estas opiniones. No es fácil apoyar el indulto a unos condenados que declararon la independencia, de forma unilateral y en el vacío.
Independencia sin legitimidad
Digo en el vacío porque no había, a mi juicio, ningún argumento legitimador sobre el que asentar la independencia. No tenían:
- Marco jurídico (ni español, ni europeo, ni internacional)
- Mayoría electoral (el conjunto de las fuerzas independentistas obtuvo el 47,74% en las elecciones autonómicas de 2015, y el 47,5 en las de 2017)
- Apoyo internacional (poco representativo, de partidos como el flamenco de la Nueva Alianza)
- Respaldo de los agentes económicos (destacadas empresas catalanas trasladaron su sede social a otras comunidades autónomas)
No obstante, me parece sesgado responder a la cuestión de los indultos con un sí o con un no, sin hacer otras consideraciones previas. Los indultos no son una medida aislada, sino que se enmarcan en una estrategia general. Por tanto, para pronunciarnos con conocimiento de causa, los ciudadanos necesitaríamos que nos contestaran a estas preguntas:
- ¿Qué propuesta global tiene el Gobierno para Cataluña?
- ¿Qué alternativa ofrece la oposición?
El PP y Cataluña
Si la alternativa es meramente jurídica ("aplicar la ley"), sin hacer política, sin interactuar con la sociedad catalana, tenemos una experiencia reciente: la etapa de Rajoy (2011-2018).
La ley hay que cumplirla en un Estado de Derecho, sin duda. Pero la ley no es suficiente, en ocasiones, para abordar los problemas. La respuesta de Rajoy al soberanismo fue, básicamente, reformar la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, en 2015, para que este órgano pudiera ejecutar sus resoluciones. El balance del Gobierno de Rajoy es demoledor: dos referéndums ilegales. El rechazo de los catalanes a esa estrategia también: el PP sacó, en las elecciones al Parlament de 2017, cuatro diputados de 135, no tuvo siquiera grupo propio.
Aunque, probablemente, el alejamiento de los electores de Cataluña venía de antes. Durante la tramitación del Estatut, el Partido Popular se opuso frontalmente, lo cual puede ser legítimo. Lo que no parece legítimo, ni muy jurídico, es recurrir artículos del Estatut ante el Tribunal Constitucional, y aprobarlos en otros estatutos. Algo que hizo el PP con 95 artículos que ya están en vigor (con el apoyo de este partido) en los estatutos de otras comunidades autónomas. En algunos casos, la redacción de los artículos era muy similar o casi idéntica. Éstos son algunos ejemplos:
AGENCIA TRIBUTARIA
Estatuto de Cataluña. Art. 204.1: “La gestión, la recaudación, la liquidación y la inspección de todos los tributos propios de la Generalitat de Catalunya, así como, por delegación del Estado, de los tributos estatales cedidos totalmente a la Generalitat, corresponde a la Agencia Tributaria de Cataluña”.
Estatuto de las Islas Baleares. Art. 133.2: “La gestión, la recaudación, la liquidación y la inspección de los tributos propios de la Comunidad de las Illes Balears, así como, por delegación del Estado, de los tributos estatales cedidos totalmente a la Comunidad Autónoma de las Illes Balears, corresponden a la Agencia Tributaria de las Illes Balears”.
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA (TSJ)
Estatuto de Cataluña. Art. 95.1: “El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya es el órgano jurisdiccional en que culmina la organización judicial en Catalunya y es competente, en los términos establecidos por la ley orgánica correspondiente, para conocer de los recursos y de los procedimientos en los distintos órdenes jurisdiccionales y para tutelar los derechos reconocidos por el presente Estatuto. En todo caso, el TSJ de Catalunya es competente en los órdenes jurisdiccionales civil, penal, contencioso-administrativo, social y en los otros que puedan crearse en el futuro”.
Estatuto de Andalucía. Art. 140.1: “El TSJ de Andalucía es el órgano jurisdiccional en que culmina la organización judicial en Andalucía y es competente, en los términos establecidos por la ley orgánica correspondiente, para conocer de los recursos y de los procedimientos en los distintos órdenes jurisdiccionales y para tutelar los derechos reconocidos por el presente Estatuto. En todo caso, el TSJ de Andalucía es competente en los órdenes jurisdiccionales civil, penal, contencioso-administrativo, social y en los que pudieran crearse en el futuro”.
Posibles propuestas del centro derecha
Creo que es deseable y conveniente contar con el centro derecha de cara a la búsqueda de soluciones en Cataluña. Deseable porque, en democracia, hay que intentar integrar a todos los sectores en los acuerdos de Estado. Conveniente, pues cuando el PP vuelva al Gobierno central, será necesario que siga implementando esos acuerdos.
Soy poco optimista sobre las posibilidades reales de que el Partido Popular esté dispuesto a dialogar con el Gobierno sobre esta materia. En la campaña de las elecciones generales de abril de 2019, Pablo Casado afirmó que su primera decisión, al llegar al Gobierno, sería activar el artículo 155 de la Constitución. A juzgar por sus declaraciones actuales, no ha cambiado de opinión.
Existe una clara falta de incentivos para que Casado haga un discurso constructivo en esta cuestión. El PP tiene pocos apoyos en Cataluña (dos diputados nacionales de los 48 que eligen las provincias catalanas, y tres de los 135 diputados del Parlament). Casado cree que no gana casi nada, arriesgando en la búsqueda de soluciones. Sin embargo, ha comprobado que el discurso de confrontación con los independentistas le resulta muy rentable electoralmente en el resto de España.
Lo más a lo que podemos aspirar es a que una eventual presidencia de Casado siguiera la doctrina Rajoy, esto es, no tocar lo que ha resuelto el Gobierno anterior.
No obstante, se debe dar un margen de confianza a todos los actores políticos. El día 28 de junio se filtró al diario El Mundo el llamado “Plan Cataluña”, un supuesto documento interno en el que se explicita lo qué haría este partido si volviera al poder, en términos de financiación, concordia, lengua y otros asuntos de interés. Vamos a ver en qué se concreta, y si Casado pasa de la protesta a la propuesta.
Un proyecto político (al margen de los indultos)
Con los antecedentes históricos que se han repasado en este artículo, ¿qué se puede hacer en Cataluña?
- De entrada, aceptar el marco constitucional, en el que caben todas las sensibilidades, desde la CUP hasta Vox. Otra cosa es que, para alcanzar algunos objetivos de estos partidos (la independencia de Cataluña, la supresión del Estado de las Autonomías), haya que reformar la Constitución, algo que la propia Carta Magna prevé. Por tanto, nadie tiene que renunciar, de entrada, a su proyecto político.
- Por otro lado, en Cataluña resulta necesario gobernar, o lo que es lo mismo, atender a los problemas del día a día. Por ejemplo, el empleo, la economía o la sanidad.
- Conviene también reforzar el marco de colaboración entre el Estado y la Generalitat. La norma, que no la excepción, debe ser la comunicación fluida y la lealtad institucional.
- Dentro de ese marco de colaboración, habría que ver si se pueden abordar cuestiones de interés común. Y abrir un diálogo sobre materias que pueden ser positivas no solo para Cataluña, sino también para otras regiones de España, como el corredor mediterráneo, el sistema de financiación autonómica o la armonización fiscal.
- Reconectar. La última propuesta es quizá la más ambiciosa. Se necesita un acercamiento emocional entre Cataluña y el resto de España. Hemos tenido años de desencuentros y de campañas organizadas para crear tensión y división. Ha habido separatistas y separadores. Los separatistas han acusado al Estado de esquilmar a Cataluña (España nos roba). Los separadores han creado una imagen de Cataluña como un territorio insolidario. Ambas acusaciones son falsas e indignantes. Y responden a intereses políticos.
El rechazo a los indultos
Llama la atención que se opongan a los indultos, a la vez, el centro derecha y los independentistas que apuestan más por la ruptura. Por ejemplo, Palazuie dice que los indultos políticamente les desarman e internacionalmente son nefastos. Y el PP ha visto cómo sectores tradicionalmente próximos (obispos, empresarios) han apostado públicamente por los indultos, evidenciando el aislamiento político de Génova en este asunto (visita de Pablo Casado al Cercle d´Economia de Catalunya el 17 de junio)
Por tanto, a mi juicio, el centro derecha nacional y los soberanistas radicales han quedado, al menos temporalmente, desarbolados por el posible cambio de escenario.
Comprendo las críticas que dicen que los indultos no van a solucionar, "balsámicamente", la cuestión de la independencia. Los partidos secesionistas van a seguir trabajando y teniendo hojas de ruta para conseguir un Estado propio. Hay un sector de la población catalana que ya ha roto con España, y que no va volver al proyecto común, se haga lo que se haga. Pero creo que ese porcentaje todavía no es mayoritario. Y que hay catalanistas moderados a los que se puede dirigir la sociedad española para seguir trabajando juntos. Los indultos van a servir, como mucho, para propiciar un acercamiento. Para cambiar el “marco político”. Para pasar de un escenario de ruptura a uno de diálogo. Sólo eso. Al mismo tiempo, todo eso.
No parece que el PNV y ERC quieran hacer caer al Gobierno, para que, según las encuestas, Casado llegue a la Presidencia. Sería razonable pensar que prefieren que siga gobernando Sánchez
Otra objeción que suele hacerse es que Sánchez ha apoyado los indultos para tener los apoyos necesarios y poder seguir en la Moncloa. Es un argumento discutible. Puigdemont y Junts estarían en el “cuanto peor mejor”. Es decir, en dinamitar todos los puentes entre el independentismo y el Estado. Ese escenario se vería favorecido por un Gobierno del PP con apoyo de Vox. Sin embargo, no parece que el PNV y ERC quieran hacer caer al actual Gobierno, para que, según las encuestas, Casado llegue a la Presidencia. Más bien sería razonable pensar que prefieren que siga gobernando Sánchez. Con la suma del PNV y ERC, el PSOE y Podemos llegan ya a 172 escaños, al borde de la mayoría absoluta. Por otro lado, los indultos pueden tener un alto coste electoral para el socialismo.
También se formula, habitualmente, esta crítica: los indultos facilitan el que los independentistas repitan su desafío. Es una opinión a la que se pueden contraponer dos hechos. Primero, si los soberanistas volvieran a la vía unilateral, los indultos quedarían inmediatamente anulados. Segundo, después de experimentar las consecuencias del referéndum del 1 de octubre de 2017, los independentistas no han vuelto a arriesgarse a ser condenados por este delito.
La oposición lanza, en las últimas semanas, esta acusación: Sánchez ha cambiado de opinión, negó que fuera a dar los indultos, y, finalmente, los ha concedido. Estoy de acuerdo en que el presidente tiene un criterio diferente al que tenía en otros momentos. Discrepo con el PP y sus aliados mediáticos en que eso sea, per se, negativo. Este cambio de opinión puede ser una estrategia de negociación con los independentistas. Si, de antemano, anuncias todo lo que piensas hacer, pierdes fuerza en una eventual mesa de diálogo. Por otro lado, rectificar es, en ocasiones, lo más inteligente. Sánchez podía estar equivocado cuando rechazaba los indultos, y no ahora. Mantener siempre la misma posición puede ser, en ocasiones, un error. Por ejemplo, Aznar sigue en su primera versión sobre la existencia de armas masivas en Irak. No creo que esa "coherencia" sea, necesariamente, buena.
En conclusión, creo que estas cuatro críticas a los indultos son legítimas. Y también debería ser legítimo darle a Pedro Sánchez el beneficio de la duda. Y pensar que el líder del PSOE toma esta decisión porque cree que puede contribuir a mejorar la relación de los catalanes con el resto de los españoles.
Modelo a seguir
Con todas las cautelas, creo que hay margen para que los indultos sean útiles en lo que podríamos llamar el encaje de Cataluña en España. Y hay también un modelo que se podría seguir para dar un giro a la cuestión catalana: el modelo vasco. En Euskadi, el apoyo a la independencia ha bajado a mínimos históricos. En junio de 2021, el Gobierno vasco publicó un Sociómetro, según el cual el 21% de los ciudadanos de esa Comunidad apoyan la opción de una Euskadi independiente, y el 41% la rechazan. Se trata del nivel más bajo de sentimiento independentista desde 1995, año en el que empezó a preguntarse por esta cuestión.
¿Qué ha ocurrido para que hayamos pasado del “oasis catalán” al “oasis vasco”? En mi opinión, hay tres hechos relevantes:
- El fracaso de una operación rupturista (Plan Ibarretxe)
- Una intervención positiva del Estado (Proceso de Paz)
- La colaboración entre nacionalistas y no nacionalistas en Gobiernos transversales (coaliciones PNV-PSE en el Ejecutivo autonómico, en las diputaciones y en los ayuntamientos), lo que diluye el factor identitario y centra la política en la gestión de las necesidades de los ciudadanos Estos tres elementos podrían darse también en Cataluña. Al menos, hay un camino que sería conveniente explorar.
Con todos sus defectos, los presidentes del Gobierno de España (de distinto signo) han sido capaces de trabajar por el interés general y de tomar decisiones impopulares. Suárez legalizó el PCE en 1977. González apoyó la permanencia de España en la OTAN en 1986. En ambos casos, se trató de medidas impopulares para sus electorados, y que pudieron costarles la Presidencia a los dos. Pero optaron por hacer lo que consideraban mejor para su país. Ejercieron su liderazgo para explicar estas apuestas políticas. Y, en mi opinión, la historia les ha dado la razón.
La frustración que hemos acumulado, durante tantos años, nos puede llevar a pensar que, en el mejor de los casos, sólo es posible la conllevancia
En este asunto, hemos perdido todos mucho tiempo con enfrentamientos y con incomprensiones. Y la frustración que hemos acumulado, durante tantos años, nos puede llevar a pensar que, en el mejor de los casos, sólo es posible la conllevancia entre Cataluña y el resto de España, de la que hablaba Ortega y Gasset en 1932.
Sin embargo, quiero pensar que se puede recuperar el tiempo perdido. Como decía Proust, “aunque nada cambie, si yo cambio, cambia todo”. Animo a los lectores (en su esfera de influencia) y animo a los dirigentes políticos (en la esfera pública) a trabajar con espíritu constructivo (con el espíritu de la Transición, sí). Si lo hacemos, en la relación entre Cataluña y el resto de España puede abrirse una nueva etapa de reconexión emocional y reconocimiento mutuo.