Tengo en mi biblioteca un librito de Enrique Tierno Galván que hoy estaría en el Índice del feminismo imperante y, sobre todo, condenado por ese engendro que es el inactivo e inútil Ministerio de Igualdad. El libro, que el viejo profesor publicó en la editorial Turner 1988, se titula Los toros, acontecimiento nacional. A un buen aficionado no le aportará nada, pero no deja de ser curioso que fuera un socialista -cínico y astuto en sus mejores y peores significados- el que en una portada hablara de toros y nación. Hoy, simplemente, no podría. O no lo haría de estar vivo.
El libro de un intelectual, marxista y taurino
Es posible que el librito, que fue encargado por el Centro de Asuntos Taurinos de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, no tuviera para Tierno más aliciente que lo que le dieron por él. He preguntado y nadie recuerda haberlo visto sentado sobre el cemento de un tendido, por lo que tampoco hay que descartar que fuera el aliento de un negro el que diera a luz la obrita en cuestión. ¿Por qué les traigo esta historia? Verán, el domingo pasado la vicepresidenta del Gobierno, tan especialista y sobrada a la hora de fabricar frases que ameritan la letra gótica cuando no el mármol de Carrara, soltó que feminismo es igual a socialismo. O al revés, no recuerdo bien. Me pregunto cómo lo sabrá, y si conoce lo que hacen con lesbianas y gays en Cuba, por ejemplo.
Cuando el torero es un hombre y la mujer…
No creo que Carmen Calvo haya leído una perla como la que les traigo a continuación y con la firma del que fuera alcalde de Madrid: "¿Qué sentido tiene que el español vea la conquista y logro de una mujer lo mismo que ve la conquista y vencimiento de un toro bravo? (…) En lo que afecta a las relaciones eróticas, la mujer se ve como una entidad rebelde y bravía a la que hay que domeñar por los mismos medios y técnicas que se emplean en la brega taurina". Ya, ya sé que han pasado más de treinta años, pero quod scripis, scripis: lo escrito, escrito está. Sucede que lo escribió un político de izquierdas que fue, y con mucho, el marxista más puro y radical de todos los que hubo en su Partido Socialista Popular (PSP) y después en el PSOE. Ahora la señora Calvo viene con eso de que feminismo es socialismo. Pues vale, si pudiéramos, habría que decírselo al viejo profesor, un digno representante del socialismo, y varón sin tapujos a la hora de cosificar y bestializar a la mujer. Y con un par. No, señora vicepresidenta, no falte el respeto. Hay millones de mujeres que son feministas y no le votan a usted, ni a Podemos, ni a Bildu, ni a ERC, ni a la CUP… Hay feministas que votan a otros partidos, pero esas, al menos con el criterio de estas defensoras del feminismo tutelar y subvencionado, a lo que se ve no lo son.
El ministerio fantasma y de la igualdad
No es fácil dejar al margen el debate que abren las feministas más radicales, pero aun a riesgo de cansar uno se sigue preguntando un día después del 8-M por el lío inmenso que hay montado en el movimiento feminista. Desde luego, si es el que Irene Montero y la cúpula de su Ministerio proclamaron hasta este lunes, algo estaremos haciendo mal para que sean tantas las mujeres que recelan de un radicalismo que impone un protomarxismo ad hoc como síntoma de modernidad. Ese y no otro es el feminismo que hace ruido. El otro, el que está en sus quehaceres y faenas, quizá no tenga tiempo para teorizar y pase. Pero, qué se le va a hacer, el sectarismo ha conseguido llegar a las zonas templadas del poder en un Ministerio, antes inexistente, que llaman de la Igualdad. En realidad, se inventó para regalárselo a la mujer del vicepresidente. Ese Ministerio, con un presupuesto de 451,42 millones de euros (un 157% más que el presupuesto anterior), no ha producido ni una sola ley en su primer año de vida. Y hasta puede que crean que importa algo semejante sequía legislativa. Importa lo justo en un país en el que hay millones de mujeres paradas, mal pagadas, o que no llegan a final de mes.
Zánganos, zánganas y esas extrañas teorías
Su locura feminista tiene el recorrido que tiene. Y poco importa el disparate si la sociedad va en otra dirección haciendo gala de un sentido común del que carece tanto paniaguado instalado en el poder. No me extraña que Lidia Falcón - ¿se habrá vuelto de derechas? - califique al lobby trans de secta mutante. No, no seré yo quien les quite la legitimidad en la forma en que han llegado adonde hoy están, lo que no quita que les reconozca, también con admiración, cómo con carreras laborales inexistentes han llegado hasta el oropel y la púrpura del poder. Astucia, más que voluntad y apego al trabajo, hay que reconocerles. Está pendiente de saber el número de altos cargos de Podemos que han saltado al mercado laboral y al sueldo público sin haber trabajado antes en nada. ¿Cómo ha llegado esta gente a imponer sus agendas e ideas y catecismos? ¿Qué estábamos haciendo los demás mientras ellos cosían una barbaridad tras otra?
Todo esto me pregunto cada día que veo a la señora Montero abroncando al personal porque no le seguimos, porque no la entendemos. Zánganos y zánganas proclaman sus teorías de igualdad trasnochada y contrarias a la biología. Eso es lo que ofrecen a las mujeres, y no trabajo digno, no salarios iguales. Y tampoco, ya puestos, vacunas. Y tampoco, y por seguir, disculpas después del desastre que causó el 8-M del año pasado. El machismo mata más que el virus, se leía en las pancartas. Pues ya ven un año después cómo estamos. Con la misma música y la misma letra. El Gobierno, que en un alarde de buen criterio tan insólito como infrecuente, prohibió este lunes las marchas feministas en Madrid, se ha dedicado a señalar a la derecha, a toda la derecha, como el gran enemigo del feminismo. Ya no cuela. Asistimos a la gran manipulación. La derecha es la culpable, proclaman, aunque sea la ministra Montero la que ha tachado de reaccionario a José Manuel Franco, el delegado del Gobierno en Madrid. Son tantas las mentiras que el argumentario se acaba. No, vicepresidenta, socialismo no es igual a feminismo. Democracia sí que lo es. ¡Pero cuánto cuesta entenderlo! Es una pena que ya no esté entre ustedes el viejo profesor para que se lo pudiera explicar. Lentamente. Pacientemente. Intelectualmente.
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