Entre el 6 y 9 de junio de este año 2024 están llamados a votar en las elecciones al Parlamento Europeo los europeos mayores de edad, de entre los más de 450 millones de habitantes de los veintisiete estados miembros de la Unión Europea (UE). Los holandeses serán los primeros en pasar por las urnas, el día 6, mientras que, en la mayoría de los países, España incluida, se votará el 9 de junio. El resultado de las votaciones será determinante en la elección de la próxima Comisión Europea y marcará el futuro del programa político y económico de la Unión en los próximos años, dentro un panorama internacional muy revuelto.
Y es que la economía global y la europea están viéndose moldeadas en estos últimos años por los efectos de relevantes transformaciones geopolíticas, climáticas, energéticas, tecnológicas y demográficas. Buscando dar respuesta a estos problemas, los estados y la unión de los mismos en entidades supranacionales, como es el caso de la Unión Europea, vienen asumiendo un creciente papel en la economía e intensificando sus respectivas políticas industriales. Y de ahí que sea aún más importante que en ocasiones anteriores el resultado de las citadas elecciones, ante la clara amenaza que supone además el auge de la desinformación y de los populismos.
Desde el punto de vista económico, las elecciones tendrán lugar en un contexto de claro estancamiento de la economía europea. La contracción registrada por el PIB alemán en 2023, del -0,3%, constituye uno de los signos más relevantes de los importantes desafíos a los que se enfrenta el conjunto de la UE. Todo ello tras tres años de crecimiento de los precios claramente por encima del objetivo del 2% del Banco Central Europeo (BCE), lo que ha afectado negativamente al bolsillo de los hogares europeos.
Ante el repunte el pasado diciembre de la tasa de inflación de la eurozona en cinco décimas, hasta situarse en el 2,9%, el BCE ha decidido esta semana mantener sin cambios el precio del dinero, de forma que el tipo de interés para las operaciones principales de financiación se sigue situando en el 4,5%. Lo hace por tercera vez consecutiva, tras las diez alzas previas de los tipos que llevó a cabo desde el comienzo del actual ciclo contractivo de la política monetaria en julio de 2022 con el trasfondo de la guerra iniciada por Rusia en Ucrania.
El resultado de las votaciones será determinante en la elección de la próxima Comisión Europea y marcará el futuro del programa político y económico de la Unión en los próximos años, dentro un panorama internacional muy revuelto
El BCE ha justificado su decisión en la necesidad de fijar las expectativas de inflación, frente a la elevada incertidumbre asociada a los efectos de segunda ronda en el marco actual de fortaleza del mercado de trabajo, y a las consecuencias de los conflictos en curso en Oriente Medio.
Tal y como ya apuntó en Davos su presidenta, Christine Lagarde, y siguiendo con sus indicaciones sobre la orientación futura de su política monetaria (“forward guidance”, por su terminología en inglés), la institución monetaria considera que es prematuro el debate de las bajadas de tipos y aleja las expectativas de su reducción en el muy corto plazo. Alega que no dispondrá aún en las siguientes reuniones de política monetaria, que tendrán lugar en marzo y abril, de los datos necesarios para argumentarlas. Pero sí apunta a un calendario de reducción de los tipos a partir del verano.
Lo hace, por tanto, con una discrepancia temporal frente a la opinión mayoritaria de los mercados que apuestan por su recorte ya desde la primavera -en las próximas reuniones del BCE de marzo o abril-, ante la moderación de la inflación en la segunda parte de 2023 y los efectos de la política monetaria contractiva deprimiendo la actividad.
La experiencia acumulada de la historia reciente en los países desarrollados en materia de política monetaria sostiene la tesis de la independencia de acción de los bancos centrales respecto del ciclo electoral. Con alguna notable excepción, como es el caso de Polonia el pasado mes de septiembre que, pese a registrar entonces tasas de inflación por encima del 10%, su banco central acometió un agresivo recorte de los tipos de interés a las puertas de las elecciones de octubre.
La experiencia acumulada de la historia reciente en los países desarrollados en materia de política monetaria sostiene la tesis de la independencia de acción de los bancos centrales respecto del ciclo electoral
En cuanto a la acción por parte del BCE este año, nada apunta a que el calendario electoral vaya a cambiar el curso de la política monetaria. Hasta el momento, en las tres de las cinco ocasiones en las que el BCE modificó los tipos de interés antes de la celebración de unas elecciones europeas, lo hizo a la baja y en la primavera, semanas antes del paso las urnas. Una posibilidad que en esta ocasión se viene enfriando de forma insistente desde el BCE.
De forma que, si el BCE mantiene su discurso en las próximas semanas, un momento decisivo en el devenir del precio del dinero, poco antes del comienzo del verano, será la reunión de política monetaria que mantenga el 6 de junio, día mismo del comienzo de las elecciones europeas. La institución dispondrá ya para entonces de datos para evaluar con mayor precisión los efectos que está teniendo este año la transmisión de la política monetaria sobre los precios y los salarios. De continuar la inercia actual, los mensajes que lance el BCE ese día a la opinión pública europea tendrían que ser todavía más claros, de forma que la primera bajada de los mismos se produjese entonces.
Por nuestra parte, en Equipo Económico (Ee) estimamos que los tipos de interés de las operaciones principales de financiación se situarán ya en el 4% a finales de este año 2024, tras dos bajadas de 0,25 puntos, y en el 3% en 2025 acompañando la reducción esperada de la inflación en la eurozona. Mientras que se mantendrían aún en 2026 en el 2,5%, en línea con los mensajes emitidos desde el BCE de que seguirán elevados por más tiempo.
Frente a los retos de gran calado y la elevada incertidumbre, el proyecto europeo sigue constituyendo para la economía española su principal ancla, espejo donde mirarse y fuente de buenas prácticas
Frente al complejo escenario actual es relevante destacar que la Unión Europea ha demostrado su capacidad para avanzar en momentos de especial dificultad. Así lo fue ante la crisis de deuda soberana europea, con el claro mensaje de Mario Draghi, desde la presidencia del BCE, de que la institución haría todo lo necesario para preservar la moneda única (“whatever it takes”). Ha sido de nuevo el caso en los últimos años, durante la pandemia del Covid-19 y la provisión conjunta de las vacunas, y desde el inicio de la guerra en Ucrania con la firme respuesta a Rusia ante su agresión.
La UE dispone además en la actualidad de más herramientas para ello, como lo son, por el lado de la política monetaria, el propio objetivo simétrico de inflación en el medio plazo en el 2%, que ya ofrece una flexibilidad considerable, y el Instrumento para la Protección de la Transmisión, para evitar que un aumento excesivo de los diferenciales de la deuda ponga en riesgo la sostenibilidad del euro. Por el lado de la política fiscal, los fondos NGEU, que persiguen una transformación estructural de la economía y suponen el germen de un Tesoro común europeo. A lo que se une también el reciente acuerdo para la reforma de las reglas fiscales europeas, los avances en materia de transición energética con un importante papel para las energías solar y eólica, y los desarrollos en el campo digital con la aprobación de la primera legislación respecto a la Inteligencia Artificial.
Por último, destaca el nuevo impulso para la ampliación de la Unión hacia los Balcanes y por el Este que busca incrementar su autonomía estratégica, siendo de especial relevancia el comienzo de negociaciones con Ucrania para su adhesión a la UE.
Frente a los retos de gran calado y la elevada incertidumbre, el proyecto europeo sigue constituyendo para la economía española su principal ancla, espejo donde mirarse y fuente de buenas prácticas. Votemos todos el 6 de junio y apoyemos mientras tanto al BCE para que pueda contribuir a que avancemos hacia la estabilidad de precios, por ejemplo, con el impulso a una senda de consolidación fiscal creíble.
José María Romero Vera es director de Economía e Internacional de Equipo Económico (Ee)