Las imágenes del ex conseller de sanidad Toni Comín tocando el piano tan ricamente en Bruselas son el paradigma de la actual situación. Con Puigdemont totalmente perturbado, anclado en su cesarismo y ajeno a la realidad, los independentistas de aquí se tiran de los pelos ante tamaña desvergüenza. Unos tocando el piano y otros en la cárcel.
¿Hay algún psiquiatra en la sala?
No son pocas las personas que señalan el posible desequilibrio que podría padecer el ex President. Aunque los suyos pretendan hacerlo pasar por un genial estratega, lo cierto es que da muestras de una bipolaridad acusada, de delirios de grandeza, de monomanía, de síndrome de Munchausen y de esquizofrenia. Pero si de patología puede calificarse el comportamiento del fugado – personalmente, y sin ser médico, opino que lo que tiene es una jindama de tres pares de narices ante el hecho de verse ante un juez - ¿cómo deberíamos llamar entonces a los que le siguen la corriente? ¿Abducidos, narcotizados, con complejo de inferioridad? Hay muchas más cosas en este final del proceso separatista que las simplemente políticas, porque, al fin y al cabo, sus protagonistas no dejan de ser personas, aunque sepan disimularlo estupendamente.
Ahí tienen a Comín, tocando el piano tan ricamente, en ese terrible exilio belga que padece por culpa de la pérfida España y el 155, pobret. Hay que echarle cuajo para, con la que está cayendo, aparecer públicamente de tal guisa. Y que no se diga que ha sido el CNI quien le ha robado ese posado musical, porque los agentes del patinete – Eduard Pujol dixit – no se ocupan del personaje. La inteligencia española está para sosas más serias.
Los que han difundido en las RRSS esas imágenes líricas ha sido, paradojas de la vida, el concejal por Esquerra de acción social en el ayuntamiento de Sabadell – ¡quién ha visto a esa ciudad y quien la ve, Manel Bustos y cuanto debías estorbarles! – Gabriel Fernández. Comín interpretaba, dice don Gabriel, un temita de Lluís Llach, ya saben el que duerme a las ovejas. La letra reza “…por eso, a pesar de la niebla, es preciso caminar”. O sea, estos se creen que caminan. The Walking Dead. Lo que les decía, existe un fallo en la psique de estos muchachos que les obliga a hacer el ridículo más espantoso, más allá de querer seguir chupando del bote.
El partido republicano tiene desde hace más de medio año a su líder encarcelado. Mientras está pasando todo esto ¿qué hacen Puigdemont y su gente?, se preguntan los seguidores de Junqueras. Pues vivir muy bien, dar charlas, conferencias, y, lo que es peor, tener bloqueado al parlamento y a la política en Cataluña"
Que las frivolidades de esta tropa causen indignación en el mundo separatista no es un tema menor. Los mismos dirigentes de Esquerra comentan en privado que, al menos, Marta Rovira no da ningún escándalo desde Suiza. Además, el partido republicano tiene desde hace más de medio año a su líder encarcelado. Mientras está pasando todo esto ¿qué hacen Puigdemont y su gente?, se preguntan los seguidores de Junqueras. Pues vivir muy bien, dar charlas, conferencias, y, lo que es peor, tener bloqueado al parlamento y a la política en Cataluña. Todo para salvar su culo, aseguran con rabia. Porque, siendo sinceros, todos saben que un día u otro habrá de dejar esa manía de pretender ser el President. Cuando se produzca un nuevo gobierno, bien sea ahora, bien sea fruto de unas próximas elecciones, el President de la Generalitat a todos los efectos será quien elija el parlamento catalán y Puigdemont podrá quedarse afónico diciendo que la legitimidad la tiene él, pero, parafraseando a los separatas, la legitimidad la dan las urnas.
Entre el resultado surrealista surgido de la reunión de Berlín y Comín tocando el piano, cual si de una reencarnación del mítico Sam de Casablanca se tratase, este domingo se reunieron de manera privada unos cuantos dirigentes de Esquerra con un propósito: intentar forzar a su partido para que haga pública una ruptura con el de Bruselas. Pero tal cosa va a ser más que difícil de lograr porque aquí todos tienen el techo de cristal y ninguno quiere ser el primero en arrojar la piedra.
La dificultad en poder decir la verdad a la gente
Los sondeos de los que dispone Esquerra demuestran clarísimamente que en unos nuevos comicios autonómicos las cosas le irían mucho peor que en los del pasado diciembre. Entre paréntesis, dice mucho del elector separatista que valore más al zascandil de Puigdemont que a alguien como Junqueras, que afrontó dar la cara y someterse al riesgo de perder su libertad, como así ha sido. Pero a lo que íbamos, la propaganda de todos los medios catalanes – y cuando decimos todos queremos decir todos – en favor del cesadísimo es tan brutal que se ha creado un estado de opinión más que favorable al chico del flequillo.
Un asesor de Esquerra, especializado en analizar procesos de comunicación de masas y más que competente en otras cosas, decía en dicha reunión algo que es, a mi parecer, lo más sustantivo del momento presente. “Puigdemont – cito textualmente – sabe que, en el fondo, si dejamos aparte a unos exaltados independentistas que están más próximos a lo que sería la extrema derecha xenófoba europea que otra cosa, el electorado que ahora se declara independentista no desea para nada ésta si conlleva algún tipo de problema. Todo ha de ser bonito, limpio, sin problemas, sin costes económicos ni sociales, con alegría y, por descontado, sin voces que discrepen o pongan reparos. Lo que, acudiendo al refranero popular catalán, es pretender tener a la dona borratxa i el vi al celler, o, lo que es lo mismo en buen castellano, tener a la mujer borracha pero el vino en la bodega”.
Gratis, vamos. Muy catalán, si a los tópicos vamos. Lo que sucede es que nadie ha explicado las consecuencias de dar un golpe de estado, de ahí su indignación. Como sea que los separatistas han evitado entrar en el debate de las cosas serias como las pensiones, el déficit o el pago de la deuda pública de la Generalitat en una república hipotética, más allá de decir que las pensiones subirían y habría helado de postre todos los días – repasen la paliza dialéctica con datos sólidos que le propinó Josep Borrell a Junqueras, está en Youtube y causa sonrojo escuchar las respuestas del por entonces conseller de economía - los votantes separatistas han acabado por creerse que todo va bien, que irá mucho mejor y que si la cosa no marcha es por culpa de ese estado español, fascista y mohoso. Seguía el personaje: “Al hilo de esa inopia, Puigdemont ha sabido hilvanar un relato de buenos y malos en el que solamente él es bueno y todos los que se le opongan pasan inmediatamente a la condición de traidores. Ese es el problema que tenemos en Esquerra para salir y decir, miren ustedes, ese señor es un cobarde y lo mejor sería que nos dejase en paz”.
Puigdemont hace todo lo que está haciendo dentro de una estrategia de pre campaña. Lo único que le queda es la imagen y sabe venderla muy bien"
Coincido plenamente. Pero nadie quiere ser el primero en decir que Puigdemont va desnudo, porque automáticamente se vería tildado de botifler y eso resta votos en el estado electoral perpetuo en el que vive nuestra sociedad. Otro elemento digno de ser tenido en consideración: Puigdemont hace todo lo que está haciendo dentro de una estrategia de pre campaña. Lo único que le queda es la imagen y sabe venderla muy bien. Pero de imágenes, tuits y serpentinas no se vive, y las consecuencias las pagaremos todos, no solo él. Por eso, aunque personalmente dude mucho del éxito de esa reunión, no es malo que dentro del propio separatismo empiecen a ponerse en tela de juicio los cesaropapismos puigdemontianos, que es lo mismo que decir pujolianos. De casta le viene al galgo. Que la gente de aquí vea tocando el piano al susodicho Comín o asista perpleja a la enésima propuesta de Puigdemont como candidato y que su plan B sea proponer otra vez a Jordi Sánchez, ateniéndose a una ley aprobada en el parlament que va a ser impugnada este lunes mismo, no parece más que obra de orates, frívolos y vividores.
Tengo para mí que la mejor solución sería arbitrar una comisión de galenos especializados en trastornos de la mente para que redactasen un dictamen acerca de la salud mental de estos pollastres y atenernos a los resultados. Claro que, si esto se hiciera con la mayoría de nuestros políticos, nos íbamos a quedar solos.
A lo mejor, no es mala solución. Repasen ustedes el libro publicado hace ya tres décadas “Ces malades que nous gouvernent”, de Accoce y Rentchnick, y verán lo que les digo.
Miquel Giménez
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