La guerra de Gaza está poniendo de los nervios a todo el mundo tanto fuera como dentro de Israel. Hace sólo una semana Benny Gantz dio un ultimátum a Netanyahu para que ponga fin a esto de una vez. Benny Gantz no es un cualquiera, se trata de un político que, hasta hace no muchos años, hasta 2018 exactamente, fue general del ejército, donde llegó a ser jefe de Estado mayor. Fue también agregado militar de Israel en EEUU durante varios años y combatió en la guerra del Líbano. Es un tipo muy respetado en Israel como sucede con todos los que sirven en de la Brigada de paracaidistas.
Ya como político fundó primero un partido llamado Resiliencia y luego, junto al Yesh Atid, otro que se llamaba Azul y Blanco, los colores de la bandera de Israel. En 2022 se convirtió en líder del partido Unidad Nacional. Ideológicamente es de centro derecha y tiene experiencia de Gobierno porque en distintos momentos ha sido ministro de defensa, de Justicia y viceprimer ministro. Llegó incluso a ganar unas elecciones, las de septiembre de 2019, pero no consiguió formar Gobierno.
Gantz es la eterna promesa de la política israelí. Con motivo del atentado del 7 de octubre decidió ofrecerse a Netanyahu para entrar en Gobierno como ministro sin cartera, cosa que Netanyahu aceptó sin dudarlo ya que a los amigos hay que tenerlos cerca y a los enemigos más cerca todavía. Gantz tenía como carta de presentación su impecable historial militar, algo muy oportuno en aquel momento en el que el país iba a entrar en guerra. Sus relaciones con el ejército son buenas, conoce bien a los principales generales y el ejército no tiene misterios para él ya que lo dirigió durante varios años. De hecho, ha pasado casi toda su vida en los cuarteles. Nació en 1959, se alistó en el 77 con 18 años y se retiró 41 años más tarde poco antes de cumplir los 60.
Resumiendo, es un peso pesado, lo cual le da mucha independencia. Sus relaciones con Netanyahu siempre han sido malas y no mejoraron con motivo de su entrada en el gabinete. De haber sido algo más rápida la guerra no habría tenido la oportunidad de ganar relieve, pero Israel se ha atascado en Gaza y son muchos los que piden cuentas al primer ministro. Los israelíes quieren que Hamás desaparezca, pero para ellos lo más importante es recuperar a los rehenes que los terroristas secuestraron el 7 de octubre.
Gantz ha pedido que se desmilitarice por completo el territorio y se nombre a una administración civil para gobernarlo. Esa administración debe estar formada por una misión internacional
En eso lleva meses insistiendo Gantz. Todo ha de pasar primero, y antes de cualquier otra cosa, por la liberación de los rehenes. Sólo tras eso viene acabar con Hamás y luego todo lo demás. Así que era cuestión de tiempo que la ruptura entre Netanyahu y Gantz se hiciese visible. Eso fue lo que sucedió el otro día. Amenazó con salir del gabinete de guerra si el Gobierno no cumple una serie de condiciones. La primera es acabar con la operación ya mismo. La segunda, elaborar y poner en marcha un plan para la franja de Gaza. Gantz ha pedido que se desmilitarice por completo el territorio y se nombre a una administración civil para gobernarlo. Esa administración debe estar formada por una misión internacional en la que participe Estados Unidos, la Unión Europea, los países árabes y los propios palestinos. Junto a todo eso exige a Netanyahu que explique cuál es su estrategia para recuperar a los rehenes. Todo esto tiene que estar hecho antes del 8 de junio, es decir, dentro de un par semanas.
Gantz no ahorró balazos dialécticos contra Netanyahu. Dijo textualmente que si se elige el camino de los fanáticos y se aboca a todo el país al abismo él y los suyos abandonarán el Gobierno. Una declaración de guerra en toda regla. La oficina del primer ministro rechazó las críticas argumentando que las condiciones que había impuesto Gantz eran una irresponsabilidad y que llevarían a Israel a perder la guerra.
De cualquier modo, en esto llueve sobre mojado. El ultimátum de Gantz fue la guinda final a una semana muy conflictiva en la política israelí. El miércoles anterior, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, que completa el gabinete de guerra (de sólo tres miembros) con Netanyahu y Gantz, criticó públicamente al primer ministro por no planear qué pasará una vez haya acabado la guerra en Gaza. Gallant dijo algo que todo el mundo sabe. Si no se piensa qué hacer tan pronto como termine la operación sólo caben dos posibilidades: o una ocupación militar de la franja de Gaza o el regreso al Gobierno de un Hamás reconstituido. Gantz dijo a la prensa que Gallant estaba en lo cierto y que urgía pensar ya en el día después.
Un gabinete de guerra dividido
Lo de Gallant era la censura pública más dura que había recibido Netanyahu desde el comienzo de la guerra. Gantz no quiso ser menos y decidió lanzar el órdago con el ultimátum. De modo que tenemos un gabinete de guerra de tres miembros y dos de ellos están abiertamente contra el primer ministro. Recordemos que Netanyahu puso a Gallant y a Gantz a su lado para beneficiarse de su popularidad dentro del ejército y de la propia sociedad israelí. Gallant es también militar. Fue general y jefe del comando sur hasta 2015 cuando decidió dar el salto a la política de la mano de un partido llamado Kulanu, también de centro, esta vez de centro izquierda.
Aquí cabría hacer una reflexión. En Israel el ejército es más moderado en sus posiciones que el propio Gobierno. Es común que los generales cuando deciden pasar a la política escojan partidos de centro. No es extraño. En Israel, desde hace años, la derecha la representan los partidos religiosos y el ejército es uno de los objetivos predilectos de estos partidos. Se trata de un ejército laico concebido para defender el Estado de Israel tal y como fue fundado en 1948, no un Estado fundamentalista religioso.
Netanyahu se ha demostrado incapaz de negociar un alto el fuego para liberar a todos o a parte de los 124 rehenes que aún obran en manos de Hamás
No es casual que los líderes de los partidos políticos de derecha y extrema derecha del gobierno hayan pedido la disolución inmediata del gabinete de guerra. No pueden ni ver a Gantz y saben que su peso en la opinión pública es indiscutible. Pero no sólo en la opinión pública, sino también en el seno del ejército. Que Gallant y Gantz se hayan plantado ante Netanyahu demuestra que hay un gran descontento entre los oficiales por el modo en el que el Gobierno está conduciendo la guerra. No es ya que esto se está prolongando demasiado (y los que mueren en el campo de batalla son militares, no esos ultraortodoxos que dan cabezazos en la sinagoga delante de los textos sagrados, pero que luego están exentos de ser alistados), es que Netanyahu se ha demostrado incapaz de negociar un alto el fuego para liberar a todos o a parte de los 124 rehenes que aún obran en manos de Hamas.
Desde el ejército tratan de presionar no sólo a su Gobierno, también al de Estados Unidos. La ausencia de un plan político para la Gaza de posguerra es uno de los puntos de fricción más serios con la Casa Blanca, un socio estratégico imprescindible para Israel. Biden ha pedido muchas veces a Netanyahu que elabore un plan ya que se ha metido en una ratonera. No sólo no consigue controlar toda la franja, es que en las zonas presuntamente pacificadas tiene que intervenir de nuevo. En resumen, que para ganar necesitan la fuerza, pero también algo más que la fuerza.
En Washington están trabajando en un acuerdo diplomático que incluya el compromiso israelí de contribuir a la creación de un Estado palestino a cambio del reconocimiento diplomático de Israel por parte de Arabia Saudita. Eso creen que esto sería una solución del conflicto. Pero Netanyahu se opone a un Estado palestino porque asegura que será un Estado terrorista. Obviamente con Hamás no se podrá construir Estado palestino alguno, pero a medio plazo no existe otra alternativa si se quiere salir de este círculo vicioso. Es mucho el trabajo que hay pendiente, seguramente años de negociaciones como ya sucedió en los años 90 con los acuerdos de Oslo. Lo que es seguro es que con Netanyahu esas negociaciones no se podrán llevar a cabo. Ese es su verdadero ultimátum y no el de Benny Gantz.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación