A mi admirado Javier Olivares y a su tristemente fallecido hermano Pablo, padres de esa maravilla de la ficción española llamada 'El Ministerio del Tiempo', les han salido unos pálidos imitadores entre los políticos de nuestro país. Eso que los modernos ahora denominan “el relato” parece interesarles mucho más que la vida de sus compatriotas y, claro, así nos luce el pelo. Porque, incapaces de cambiar ni una coma de un presente en el que quienes gobiernan en realidad son las grandes finanzas y eso que antes llamábamos los poderes fácticos, es mucho más agradecido cambiar el pasado.
De ahí se desprende el enorme juego del despiste al que nos tiene sometido el sanchismo, que tiene en la segunda sesión de investidura la última oportunidad para que su caudillo pase a la historia. Sabe, también, que en ese ejercicio de manipulación histórica tiene su mejor baza. Las “discrepancias”, miserable epíteto, que Sánchez manifestó tener con Bildu, en un patético intento de blanquear mil sepulcros, o la agenda oculta que mantiene con los separatistas son una excelente muestra de esto. En su versión manipulada y manipuladora de la historia, lo de ETA es arqueología, lo de Franco es última hora, en 1714 Cataluña acabó derrotada por España y la II República fue un dechado de bondades.
Pero existe la historia real, señores, la que padece el pueblo llano a despecho de quienes la hacen, y esa nos aconseja mantener viva la memoria y recordar, para después superar los brutales traumas del pasado y seguir hacia adelante. El problema de los españoles no es si Franco está aquí o allí o si los Fueros catalanes tienen o no vigencia; es la vivienda digna, el salario justo, el contrato que no sea basura, en fin, la tan traída y llevada justicia social.
Que este PSOE al que no conoce ni la madre que lo parió, parafraseando a Alfonso Guerra, no tiene el menor escrúpulo en gobernar junto a neo comunistas y separatistas es un hecho
Que Laura Borrás se desgañite lo que quiera invocando un pasado catalán que nunca fue. No tiene la menor importancia, porque su partido, JxCat, el de Puigdemont y Torra, ojito, gobierna con los socialistas en la golosa Diputación de Barcelona. Que Pablo Iglesias se ponga estupendo en sus discursos, por cierto, muy buenos, no es óbice para que su colega Ada Colau, a la que todo lo que no sea cortar el bacalao le importa un higo chumbo, gobierne en el ayuntamiento de Barcelona también junto a los socialistas. En la Ciudad Condal son más de dos mil setecientos millones de presupuesto los que se manejan; en la Diputación casi mil millones. Para ser que Sánchez tiene tantos remilgos y los otros tantas exigencias, no parece difícil que se pongan de acuerdo, ¿no creen? La cosa estriba en repartir pasta y sillas, no hay más. Pero como decir eso queda muy derechón, inventan frases grandilocuentes teñidas de adjetivación sobada como progresismo, feminismo, ecologismo y demás aderezos.
Es decir, que, si Sánchez da a los podemitas chicha a la que poderle hincar el diente y a los separatistas razones disfrazadas de transferencias y dinero, lo tiene solucionado. Precisará, eso sí, de una justificación para el consumo interno y ahí entra en acción el famoso Ministerio del Tiempo. Todo, en un torpe intento de resucitar aquel Frente Popular ante una derecha que ni es la CEDA ni es golpista, cosa que no se puede decir de los de Puigdemont, por ejemplo.
Que este PSOE al que no conoce ni la madre que lo parió, parafraseando a Alfonso Guerra, no tiene el menor escrúpulo en gobernar junto a neo comunistas y separatistas es un hecho. Que no sabe cómo esconderlo ante sus socios europeos, también.
Quizás le convendría al presidente en funciones recuperar la figura del Conde Duque de Olivares, que dijo “Que surja el efecto sin que se note el cuidado”. Olivares, tiempo y ministerios, he aquí un resumen del momento en el que vivimos.
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