El Supremo ha confirmado lo que ya sabíamos. Los recursos presentados por Torra no son de recibo y existe una sentencia judicial que la Junta Electoral Central insta a cumplir y que inhabilita como diputado electo a Torra. En cualquier otro país esto sería causa, ni que sea por vergüenza torera del interesado, de dimisión automática. Pero hablamos de Cataluña y a estos separatistas les cuesta Dios y ayuda apearse del coche oficial. Suspendido el pleno que debía llevarse a cabo esta semana en el Parlament debido, dicen, a la emergencia climática vivida en mi tierra – por cierto, Torra, ¿la UME no era bien vista por usted, que no la ha llamado en socorro de la sufrida población catalana? – la Cámara se reunirá el lunes próximo. Será un pleno en el cual, a instancia de la oposición, léase PP y Cs, se discutirá en teoría acerca de la corrupción. Pero podría ser que sus señorías dijeran que de lo que desean hablar es de si Torra tiene derecho legal y moral a seguir ocupando su escaño y a detentar la más alta magistratura autonómica catalana.
Y no lo tiene. Disquisiciones legales a parte, en la que los separatas son auténticos maestros florentinos a la hora de encontrar sutilezas que les permitan evitar el justo castigo a sus continuas burlas a la legalidad, hay una cosa llamada imperativo moral. Bien sé que eso no lo contempla ni el reglamento del parlamento ni el Estatut, pero debería ser la primera norma de cualquier político con un mínimo de decencia. También sé que hablarle de esto a Torra es predicar en el desierto, porque se aferrará a su silla como gato panza arriba. Además, Puigdemont insiste desde Waterloo en la consigna de no convocar elecciones bajo ningún concepto, porque todas las encuestas dan a Esquerra como ganador definitivo de las mismas. Y ya se sabe que Junqueras hará lo que sea con tal de que nadie de Junts per Catalunya ocupe la presidencia de la Generalitat. Antes votarían a Iceta, me confía un dirigente de Esquerra, asiduo visitante de Lledoners.
Uno no puede pasarse por el forro el juego limpio durante una campaña electoral, siendo advertido varias veces, y luego hacerse el ofendidito
Torra, que se empeñó desde el minuto cero de su presidencia en largarnos unas plúmbeas homilías acerca de la elevada calidad moral y política de su ideario supremacista y excluyente, debería actuar en consecuencia y marcharse a su casa. Por moral, por rectitud, por dignidad, porque uno no puede pasarse por el forro el juego limpio durante una campaña electoral, siendo advertido varias veces acerca de que descuelgue símbolos partidistas de los edificios que son de todos los catalanes, y luego hacerse el ofendidito. Cuando se juega con fuego, te quemas, Torra.
Puede o no convocar elecciones, claro, porque con que Marta Madrenas, alcaldesa de Gerona, sea propuesta por JxC como sucesora lo tendría listo pero ¿y si Esquerra decide no votarla? ¿Se atreverían los republicanos a escenificar el acto final de esta comedia de gobierno de coalición, que ya dura más que una película de Bergman subtitulada al finés?
Es dificilísimo pronosticar nada en política, y más si es catalana, pero creemos que Torra dirá que a él o lo cesa el parlamento catalán o no reconoce ninguna otra autoridad, con lo que se situaría fuera de la ley y todo lo que acordase su gobierno. Eso enmarañaría todavía más la ya de por si caótica jungla política en Cataluña y crearía un nuevo escenario de conflicto que, mucho nos tememos, acabaría de nuevo en las calles.
Es lo único que sabe hacer estos personajes. Situarse por encima de la ley que nos incumbe a todos, aferrarse a esa misma ley para ver si salvan sus culos y, cuando todo les va en contra, acabar azuzando a sus seguidores más locos a que incendien las ciudades.
Eso sí, reír, lo que se dice reír, no parece que le queden muchas ganas al personaje.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación