Me gusta ver videos de tradwives americanas (esposas tradicionales). Básicamente son sesiones de cocina casera donde todo lo hacen de forma artesanal, sin utilizar nada que no hayan preparado ellas. Como los de cocineros profesionales, pero sin cosas absurdas. Comidas que huelen a hogar y protagonizados por mujeres que cocinan para sus familias en un ambiente bucólico con estética de los años 50, maquilladas y algunas con mucho escote. Son mujeres que han encontrado un buen negocio en las redes sociales a través de su vida ordinaria sin tener que abandonarla y sin crear ministerios del odio. Mujeres de éxito.
La izquierda y las feministas las odian hasta el delirio. Son mujeres blancas, cristianas, guapas, de clase media - alta que saben hacer más cosas que las criadas de las ricas progres. Y lo peor de todo, parecen felices cocinando para sus maridos e hijos. Dice la progresía liberadora que no debieran actuar así, que son mujeres sumisas porque se dedican a cuidar a su familia y no trabajan para un empresario —lo que evidentemente las liberaría y realizaría como personas sin problemas. En el mundo posmoderno la tradwife es considerada casi como una categoría de terrorista, un peligro mortal para todas las demás mujeres empoderadas, ahora asustadas por mujeres felices en ese rol que tanto han demonizado hombres y mujeres. Al parecer hay un contubernio de malvadas amas de casa en Occidente que quieren volver a meternos a todas en la cocina. Eso sí es un patriarcado detestable y peligroso, no como el mundo islámico y la proliferación del hiyab, que tanto aplauden las feministas de la igualdad.
El amor, las relaciones verdaderas y crear una familia no es algo que fluya según la cantidad de trabajo del trimestre. Se construyen cada día al priorizarlo sobre todo lo demás, sin eliminarlo
Para mí, la tradwife no es alguien de otro planeta, aunque siga sin saber hacer bien una salsa holandesa. Es un instinto natural esa dedicación, esa entrega de vida a quien amas. Esos largos procesos de cocina me atrapaban por ser una perfecta metáfora del trabajo, el tiempo, la dedicación y el amor detrás de las cosas sencillas, valiosas y bellas de la vida para existan. Nada cae de los árboles. El amor, las relaciones verdaderas y crear una familia no es algo que fluya según la cantidad de trabajo del trimestre. Se construyen cada día al priorizarlo sobre todo lo demás, sin eliminarlo. La mujer tradicional cocine o no, representa esos valores de entrega y amor en lo cotidiano, en lo que trasciende. El amor nos lleva a disfrutar y conocer la felicidad y la vida en su mayor esplendor. No hay nada que libere más que el amor verdadero.
Muchas valen más que ellos, a los que su lugar en ciertos puestos no se discute por su aspecto o por su edad, o a pesar de su inutilidad. Ellas quisieron estar protegidas ante la desprotección del divorcio. Al final, las mujeres optaron por el peor camino
Pero no fueron las feministas y el capital quienes convencieron a las mujeres de que estaban mejor sin familias a las que amar y cuidar, sino los hombres poco valiosos. Jugaron un papel esencial en la minusvaloración de la mujer en la sociedad. Era objeto de burlas y desprecios por parte de los hombres miserables, como si fuesen personas que no valían para otra cosa que para cuidar la casa, restando valor a sus mujeres, a sus hijos y a la familia. La normalización del divorcio (uno de cada dos ahora) terminó de convencer a las mujeres que dedicar su vida a hombres que las abandonarían por otra, dejándolas sin nada, era lo más estúpido que podían hacer. Esa cultura no fue baladí en la conciencia de las mujeres que quisieron ser personas respetadas en su comunidad, porque, efectivamente, muchas valen más que ellos, a los que su lugar en ciertos puestos no se discute por su aspecto o por su edad, o a pesar de su inutilidad. Ellas quisieron estar protegidas ante la desprotección del divorcio. Al final, las mujeres optaron por el peor camino de emancipación, que fue imitar lo malo del hombre y abandonar lo bueno de las mujeres. El hombre se había desprendido de todo en ese mundo libertad sexual.
El resultado de todo esto lo vemos en la guerra alrededor de esta moda en redes de la tradwife. Por un lado feministas absurdas, sin amor, llenas de envidia y juzgando a otras soltando odio hacia ellas. Y por otro lado tenemos a hombrecillos posmodernos, abiertamente misóginos, entusiasmados con la idea de «tener» ellos una. No han pensado que las mujeres valiosas se sienten atraídas por hombres valiosos, (salvo dentro de ciertas culturas y etnias), no por tipos low cost, como el hombre absurdo moderno,, producto defectuoso de la liberación sexual de la mujer, la gran perdedora en esta historia.
Sexo sin compromiso y pastel de manzana
El hombre moderno rechaza la monogamia en su lado, puede tener novia eterna, la misma u otras, porque su libertad es salir cada sábado de fiesta y a Formentera sólo con sus amigos. Tipos poco valiosos que desprecian el amor al implicar una responsabilidad, como la libertad real. Esperan que las mujeres les inviten a salir, pagar a medias la cuenta, sexo sin compromiso y que luego les cocinen un pastel de manzana. El hombre princesita posmoderno, el reverso de la misma moneda de las feministas lunáticas de tercera ola, es un híbrido entre un homosexual con turbante y un chulo acomplejado sin valía, pues la envidia es lo que se les levanta ante una mujer valiosa que además ame de verdad. Ahora pretenden tener una «esposa» que se desviva por ellos sin tener que corresponderla emocionalmente, sin casarse con ella, sin proporcionar casa e hijos, sin hacerla su prioridad y sin entregarse a ella. Los hombres princesita posmodernos pretenden que las mujeres hagan todo lo que hacían antes tanto las mujeres como los hombres. En eso ha consistido la «liberación de la mujer».
Muchos se preguntan qué hay detrás de una tradwife, y sólo puede haber un hombre valioso y entregado. No hay mayor felicidad que la de amar, demostrarlo y vivirlo, para hombres y mujeres.
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