Pedro Sánchez ha decidido anteponer su presidencia a cualquier otra cosa. Ni la Constitución ni las reglas del juego democrático van a impedirle mantenerse en el cargo. Ha creado un nuevo Frente Popular y las consecuencias de este aprendiz de brujo pueden ser desastrosas.
Apoyándose en quienes pretenden romper el orden legal
La moción de censura a Mariano Rajoy ha supuesto un antes y un después en la vida política nacional. Sánchez, al frente de un PSOE al que todos daban por muerto, pretende pasar a la historia como el socialista que resucitó al partido, devolviéndolo a la sala de mandos del Estado. En esa pretensión, en la que hay mucho de narcisismo, se ha aliado con los que pretenden cargarse a la brava el ordenamiento constitucional: podemitas y separatistas que solo miran por sus propios y mezquinos intereses.
La crisis que está larvándose no va a ser pequeña. Aunque haya impugnado la reiteración separatista en proseguir el camino iniciado por Carles Puigdemont y la malhadada proclamación de independencia, secundada ahora por Torra, Esquerra, las CUP y la abstención de los Comuns, no hay que escarbar mucho para comprobar lo que se esconde tras las intenciones socialistas.
Además del orden del día consensuado por Elsa Artadi, por parte del gobierno separatista, y Meritxell Batet, en nombre del ejecutivo socialista, un nuevo elemento hace presagiar días funestos para los constitucionalistas catalanes. El PSC ha decidido romper la ya de por si frágil unidad entre los partidos que defienden la legalidad en el Parlament. La formación de la cual Miquel Iceta es el Primer Secretario marca distancias respecto al PP y Ciudadanos con una insólita moción que da su apoyo a los separatistas. Iceta pide en ella, sumándose a Junts per Catalunya y Esquerra, diálogo para llegar a acuerdos entre el gobierno de España y el de la Generalitat, en la que explicita “La voluntad de abrir una etapa de diálogo que dé salida a las necesidades políticas, económicas y sociales de la población de Cataluña”.
Ante el estupor de populares y ciudadanos, los socialistas catalanes asumen como propias las tesis separatistas, utilizando incluso el lenguaje propio de estos. Lógicamente, fue votada con entusiasmo por JxCAT, Esquerra, Comuns y PSC. Solo el PP y la formación de Inés Arrimadas plantaron cara ante tamaño despropósito. De nada sirvió que se apelara a que Cataluña no es solo la parte separatista, sino el conjunto de la población. Para Iceta, los que dieron un golpe de estado el año pasado son los auténticos representantes del pueblo catalán. Cumpliendo las órdenes de Sánchez, que no ha tenido más remedio que impugnar la votación en la que se propone seguir en la senda de la república catalana, quiere enviar un claro mensaje a Torra y los suyos, quienes reconocen sin problemas que apoyar a estas alturas la ruptura proclamada en el Parlament el 9 de noviembre del 2015 es “un gesto simbólico, pero poco efectivo”. Lo dice el mismísimo Salvador Sabriá, portavoz de Esquerra en la cámara catalana. Pero ¡qué más da!, piensan en el PSC, la cosa es seguir agitando, mintiendo, prostituyendo la cámara catalana.
El PSOE va a darles lo que pidan, y lo saben. Hagan lo que hagan y digan lo que digan. El PSC, de manera hipócrita y terrible, dice en el redactado de la moción que “hay que trabajar por la reconciliación” y buscar una relación de “bilateralidad de Estado a Estado”. Es el precio a pagar cuando se quiere ser presidente del gobierno apoyándose en extremistas, separatistas y populistas. Bildu entre ellos, no lo olviden.
Torra se muestra satisfecho ante los suyos
El actual President Quim Torra está ganando este primer round ante un Sánchez dispuesto a todo. A ambos les interesa que las negociaciones lleguen a buen puerto. Para Sánchez, significaría poderse presentar ante la opinión pública como el político que pacificó Cataluña; para Torra, consolidarse como el mejor intérprete del mundo independentista, en detrimento de Puigdemont y Junqueras. Torra sabe que, con su doble discurso de radicalidad por un lado y de pactos por el otro, puede complacer a sus acólitos sin tener que reconocer lo que Artur Mas o la ex consellera Ponsatí han dicho: que iban de farol.
Que ya está acordada una quita a las carcomidas finanzas de la Generalitat, mermadas por años de desgobierno, proceso e incuria, es algo que se da por hecho en Palau. Que se van a inyectar millones para reflotar una administración plagada de enchufados, vividores, separatistas, covachuelistas y familiares, conocidas o mantenidas, también.
A los socialistas no les tiembla el pulso cuando de regalar millones de otros se trata. Esa predisposición a entregarse de manera incondicional al adversario ha producido mucho resquemor en el entorno del fugado Puigdemont. “Si Rajoy nos hubiese dado un trato así, el President no habría tenido que exiliarse”, dicen con amargura. El mismo Puigdemont se lamentaba este jueves de que Torra estuviese sacándole tanto partido “A la diáspora de los patriotas”. Ahora a fugarse de la justicia de manera cobarde se le llama diáspora, miren por dónde.
A los socialistas no les tiembla el pulso cuando de regalar millones de otros se trata
Pero tiene su parte de razón. Torra obtiene unos réditos extraordinarios poniéndose el lacito hasta para ir al baño, lagrimeando acerca de la terrible opresión del Estado, montando el circo bien sea en Washington o donde se tercie y haciéndose la víctima, papel que representa a las mil maravillas.
Pero que nadie se equivoque. Lo que obtengan los separatistas, que va a ser carta blanca para seguir haciendo lo que les de la gana, no es mérito de esta tropa. Es demérito de un gobierno que ha reeditado una especie de Frente Popular de Visa Oro, casoplón con piscina y racismo galopante.
Si nos quejábamos de Rajoy, esperen y verán.
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