Opinión

Las trampas electorales de Yolanda Díaz

Si votas Sumar, saldrás una hora antes del trabajo. Es la síntesis doctoral que hace Íñigo Er

Si votas Sumar, saldrás una hora antes del trabajo. Es la síntesis doctoral que hace Íñigo Errejón sobre “el proyecto”. La vicepresidenta segunda, que señaló recientemente a Cristina Kirchner como su referente mundial -“en lo político y en lo personal”-, propone medidas similares a las que el peronismo practica en Argentina con resultados conocidos: 114% de inflación anual, 42% de la población en la pobreza y la mitad de la actividad económica en negro.

Que no se note, por ejemplo, que los referéndums para la independencia son parte esencial de su proyecto, pero incorpora partidos independentistas a su coalición

Ambas reinciden en los fracasados controles por decreto de alquileres, precios, beneficios de las empresas, horarios de trabajo, etcétera, al margen de productividad y capacidad competitiva. La candidata de Sumar alardea de subir más que nadie el salario mínimo, pero evita evaluar las consecuencias en creación de empleo, crecimiento de economía sumergida o nivel de salarios para el conjunto de los trabajadores. Se niega, igualmente, a medir cómo repercute la generalización de los contratos fijos discontinuos en temporalidad y generación de nuevos puestos de trabajo. “Les daré un dato”: un millón de parados no contabilizados gracias a la trampa Yolanda. A la vicepresidenta, le importa el mensaje ideológico, no los resultados.

Díaz está protagonizando una campaña electoral en la que el objetivo central es ocultar su credo político. Que no se note, por ejemplo, que los referéndums para la independencia son parte esencial de su proyecto, pero incorpora partidos independentistas a su coalición. Como AraMés, que ha puesto fecha a la secesión de Mallorca y su anexión a los Països Catalans: “la independencia va a Més”, proclaman. Para el dilema Marruecos-Sahara, como para el apoyo a Ucrania, una posición y su contraria. Putin les votaría por anti-OTAN.

Los dirigentes del PCE que han organizado Sumar lideran los movimientos antisistema contra el “régimen del 78”. Tienen escrito en sus resoluciones que la Constitución es “papel mojado”. Sus querencias políticas son obvias. La propia candidata se define, como Zapatero, admiradora de la dictadura que tortura en Venezuela. El presidente del partido, el camarada Centella, no olvida felicitar por cada cumpleaños a los dirigentes criminales cubanos. El dos de la candidatura, el “camarada Buster”, tiene teorizado cómo se liquida la monarquía parlamentaria para lograr “un horizonte republicano y socialista”.

Se reproducen como Frente Popular 2.0 para repartir credenciales de democracia, “auténtica”, como diría la sonriente admiradora confesa del comandante Chaves

“Empieza todo” es el lema electoral con el que se disfrazan. No, señora, usted no empieza nada. Lo suyo es más viejo que la tana. Esas ideas que va soltando tienen más de 100 años y fueron definitivamente derrotadas en 1989 con la caída del Muro de Berlín y, dos años después, de la Unión Soviética. Estos comunistas de camuflaje me recuerdan a aquellos soldados japoneses que, veinte años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, seguían combatiendo escondidos en islas perdidas del Pacífico hasta que eran descubiertos y devueltos al mundo real. Los que ahora se disfrazan de Sumar también utilizan munición de otras guerras.

En la construcción del enemigo, reproducen el plan de combate de los años 30: los que no están con nosotros son fachas, o trifachas, si la trinchera la ponen en la plaza de Colón. Se reproducen como Frente Popular 2.0 para repartir credenciales de democracia, “auténtica”, como diría la sonriente admiradora confesa del comandante Chaves. En esta cabalgada, los comunistas no van solos. Recientemente, el diario El País organizó un concurso para seleccionar los pensadores más influyentes en la izquierda española. Ganó Carlos Marx.

Tony Judt (Postguerra, 2005), con mucha más autoridad en la materia que los de Prisa, dejó escrito que 1989 supuso “el derrumbe definitivo de la visión marxista”. No en España, donde esta “visión” tiene sillas en el Consejo de Ministros. Otro de aquellos profetas fracasados, Antonio Gramsci, el gran maestro de los relatos de camuflaje comunista, logró plaza en el ranking de Pepa Bueno y Joaquín Estefanía. De hacerle el panegírico, se encargó Íñigo Errejón –“he tenido el honor”-. ¿Algo más gramsciano que la trampa de hacer creer que en España no hay ultraizquierda?

El nuevo ciclo político griego, con el predominio incontestable del centroderecha y una oposición fraccionada en pequeños grupos, tiene similitudes con las tendencias que se perciben hoy en España

Judt también recuerda que la construcción del Estado del bienestar en la Europa de postguerra fue una tarea pluripartidista, con socialdemócratas, liberales y conservadores comprometidos en su preservación. En ese gran proyecto no participaron los comunistas. Al contrario, se utilizó como antídoto contra el peligro que estos representaban para el modelo social europeo. Por eso los países de la UE no quieren comunistas en sus gobiernos, en forma directa o camuflada.

En las recientes elecciones, los griegos les rechazaron, escarmentados por la experiencia desastrosa de gobierno con Syriza -equivalente de Podemos-tras el hundimiento de los socialistas (Pasok). El nuevo ciclo político griego, con el predominio incontestable del centroderecha y una oposición fraccionada en pequeños grupos, aunque con un sistema electoral diferente, tiene muchas similitudes con las tendencias que se perciben hoy en España. En tres semanas, se comprobará si se corrige la anomalía española de un gobierno con comunistas.

De lo que no hay duda es de la pérdida de influencia de todas las variantes neocomunistas en Europa. Incluso en Francia, donde las movilizaciones que están cercando a Macron son rentabilizadas, no por Mélenchon, sino por Le Pen, según todas las encuestas. Los ciudadanos deciden, y los españoles lo harán el 23-J.

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