Por sintetizar: la prisión preventiva de los líderes separatistas facciosos, la cobarde fuga de otros tantos, el descalabro de la tan cacareada como mendaz “unidad de acción”, la ruina de la neoconvergencia, inhabilitaciones, multas y Marchena, siempre el juez Marchena. El separata hiperventilado no lo percibe porque, entre otras cosas, está tan intoxicado por TV3 que no sabría distinguir un melón de agua de un Pastor Belga, pero los que manejan el cotarro saben muy bien que, con el Estado, poca broma. Porque los políticos acostumbran a ser un desastre de proporciones bíblicas, pero, afortunadamente, los engranajes de la Justicia, aunque lentos, funcionan.
Lo decía servidor en una tertulia de café, copa y puro, cuando alguien soltó “La van a liar cuando la Guardia Civil se plante en la Generalitat”. Tengo poco o nada de profeta, pero respondí que, de eso, nada, que el rile imperante en el Govern haría que incluso les llevasen unos cafés. Así ha sido. Los agentes del Instituto Armado entraron con la orden judicial pertinente, cumpliendo con el deber que esta le imponía, a saber, buscar información de la organización del 1-O. Lo hicieron también en las Consellerías de Acción Exterior y de Trabajo. Se trataba de saber más acerca de los pagos a los “observadores internacionales”.
El separatismo vive sus momentos más bajos, roto por la lucha cainita entre Esquerra y Junts per Catalunya, con un Puigdemont que ha vuelto a demostrar su cobardía al no acudir a Estrasburgo, y los sucesivos reveses que les ha propinado la justicia europea. Añadan la sentencia del Supremo que este martes multaba con tres mil euros Puigdemont, Comín y la coalición Lliures per Europa por mala fe procesal y temeridad, la petición por parte de Fiscalía de inhabilitar a Torra un año y ocho meses con multa de 30.000 pavinis por hacer caso omiso de la Junta Electoral Central respecto a lazos y pancartas en edificios públicos o el zasca que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos le ha endiñado a Bélgica, gran protectora del fugado, por no haber respondido a la demanda española de extradición de una etarra.
La libertad de prensa y el separatismo siempre se han llevado muy mal
No hay ambiente, pues, para que en Sant Jaume se convoque a nadie al grito de “¡No tenim por!”, porque hay jindama. Aunque la ínclita señora Budó, tarta voz del Govern y experta en negarse a responder en español a los periodistas, haya dicho en rueda de prensa a là soviètique que “El registro forma parte la represión que venimos padeciendo”, nadie se la cree. Ni los suyos. La canallesca le da caña en esos aquelarres de la nada que suponen sus comparecencias, cosa que hasta ahora era insólita salvo honrosas y contadísimas excepciones. Y ahí, Budó, reflejo de lo que representa, tartamudea, se incomoda, se la ve con ganas de enviar a guano a quién osa discutir sus proclamas. La libertad de prensa y el separatismo siempre se han llevado muy mal. A estos, los sacas de sus medios de lametazo y genuflexión y se descolocan.
Con un Junqueras que mantiene la férrea consigna de no traspasar ni un milímetro la legalidad, los presos de JxC que ruegan a Puigdemont que apoye a Sánchez, los pactos entre socialistas y neoconvers y la sombra de elecciones catalanas a la que salga la sentencia, a Torra no le inquieta que los del tricornio vayan a remover papeles. “Mientras solo vengan a eso – debe pensar – podemos dar gracias a Dios”. Lo jodido sería que un día se planten en su despacho y le digan amablemente que los acompañe, porque hay un juez que tiene ganas de darle conversación.
Tranquil, Torra, tranquil, es la Guardia Civil. Benemérito Instituto, ciertamente.
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