Cuando Felipe VI apeló este sábado por la noche a los políticos para acabar con el ”deterioro institucional”, todos inmediatamente evocamos los espectáculos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), del Tribunal Constitucional y, cómo no, los insultos de ”fascista” y ”filoetarra” en el Congreso; quizá porque no sabíamos todavía que su audiencia iba a ser tan sorprendentemente pobre en un momento tan crucial, casi tres millones de espectadores menos que dos años antes… de haberlo sabido, igual habríamos concluido que nos estaba hablando de su propio deterioro.
Pongámonos en situación: en el peor momento institucional en décadas, con los puentes rotos entre Gobierno y oposición, con un bloqueo del Poder Judicial que ya dura cuatro años, y el Constitucional en abierto enfrentamiento contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez tras haber paralizado nada menos que una votación del Congreso, resulta que el ansiado por muchos discurso del jefe de Estado -a quien algunos pescadores republicanos a río revuelto habían pedido en los días previos que se mojara- registra una atención bajísima ¿Cómo es posible?
Sus palabras en este preocupante contexto, insisto, reunieron a solo uno de cada seis españoles en la sala de estar y con la cena a punto. De 48 millones de habitantes que somos le siguieron una media de 7.933.000 espectadores -64,1% de cuota de pantalla a las 21.00-, y eso porque 30 televisiones conectaron simultaneamente. Hace dos años, en la Nochebuena de 2020, cinco meses después de que el Rey Emérito se autoexiliara a Abu-Dhabi, el panorama era bien distinto: la audiencia fue de 10,8 millones, un 71% en el acumulado de las 29 cadenas que lo emitieron.
Felipe VI ha caído en dos años casi siete puntos de audiencia y no estamos hablando del descalabro de Sálvame ni de Jorge Javier Vázquez; éste tiene solución… El del inquilino de La Zarzuela, no. Si le abandona el desodorante del reconocimiento popular, adiós.
Semejante caída de la audiencia de Felipe VI en dos años supone casi siete puntos de audiencia y no estamos hablando del descalabro de Sálvame y Jorge Javier Vázquez; ni de Vasile, si me apuran. Estos tienen recambio televisivo… El inquilino de La Zarzuela no. Si a los ocho años de iniciar su reinado le abandona el desodorante del reconocimiento popular, adiós, digan lo que digan a posteriori sondeos de urgencia para apuntalar la institución; lo cual no tiene que nada ver con la hondura y el buen hacer del discurso en sí, que los tuvo.
Habrá quien argumente que el morbo por ver qué tenía que decirnos el hijo de las andanzas económicas fraudulentas de su padre hizo el resto en 2020, pero no puedo comprar semejante idea por la sencilla razón de que muchos españoles han vivido este mes de diciembre de 2022 con verdadera preocupación y alarma social por lo que estaban viendo a su alrededor.
Empezó con una inoportuna y desasosegante rebaja de penas a agresores sexuales -ya van 128 y 13 excarcelaciones- fruto de los errores en la Ley del sólo sí es sí, siguió con la derogación del delito de sedición y la rebaja de penas por malversación para favorecer descaradamente a Oriol Junqueras y el resto de los independentistas condenados o pendientes de juzgar por los sucesos del 1-O del 2017 en Cataluña, y ha acabado con acusaciones a la mayoría conservadora del Constitucional de dar un ”golpe” (sic) a la democracia.
Semejante panorama hacía presagiar que el discurso de Felipe VI, al margen de lo que dijera, era percibido a modo de última palabra, de bálsamo necesario que una inmensa mayoría silenciosa de la población estaba deseando. No hacía falta ser un experto para concluir que su mensaje en el prime-time televisivo de esta Nochebuena estaba destinado a ser el éxito que es Pretty Woman cada vez que la reponen… pero no lo fue.
No es que esos tres millones de españoles menos fueran desconectando a medida que avanzaba el discurso de 2022, no; es que no conectaron siquiera para tener tema de sobremesa que discutir con suegros y cuñados… y, a lo peor, lo hicieron por eso
¿Qué falló? Creo sinceramente que nada achacable directamente a él y sí al ruido y a la mala leche, que se están apoderando de esta España polarizada. Porque no es que los tres millones de espectadores menos que en 2020 fueran desconectando a medida que avanzaba el discurso, no; es que, sencillamente, desconectaron a priori del Rey y de lo que tenía que decirnos. Ni siquiera para tener tema de discusión con los cuñados en la sobremesa una hora más tarde… o, a lo peor, por eso, precisamente: Para no discutir.
Felipe VI corre serio riesgo de acabar siendo tan víctima de esa polarización, como muchas otras instituciones de esta monarquía parlamentaria, aquejadas de una supuesta ”ilegitimidad” de origen que enarbolan sectores asamblearios, muy minoritarios en la sociedad pero decisivos hoy en la vida política española, por cuanto determinan la mayoría de gobierno. En contra de los principios más elementales de cualquier democracia liberal que se precie, del equilibrio de poderes y de lo que los anglosajones llaman checks & balances, ese sector, que agrupa al independentismo y a Unidas Podemos -en el PSOE sigue siendo un debate de salón sin visos de prosperar- nada hay por encima de la voluntad expresada en las urnas y menos que nada una monarquía nunca votada frente a una república como forma de Estado.
Lo preocupante para una monarquía, juzgada desde su reinstauración, allá por 1975, a la luz del share televisivo que genera, es no ser percibida como vértice de unión por una porción nada desdeñable de ciudadanos. Eso debería ser motivo de honda reflexión donde tiene que serlo, en el ámbito de los dos grandes partidos, porque algo falla. Y bien harán Sánchez y quien está llamado a sustituirle en La Moncloa, Alberto Núñez Feijóo, en revertir la tendencia aunque solo sea para restañar el daño reputacional a España, no solo a la Corona, por más que haya mucho aprendiz de brujo que crea que sí y eso acerca la III República.
Dicho de otra manera: si quienes están en la sala de estar saben de antemano que al concluir el jefe del Estado su mensaje televisado, alguien de esa Unidas Podemos que está en el Gobierno (¡¡¡) correrá a ponerle verde en Twitter, por ser quién es, no por lo que ha dicho, e intuyen que el hoy socio preferente de Sánchez, Gabriel Rufián, hará algo así como sacar una foto en sepia del Rey niño con Francisco Franco anciano… ¡qué podemos esperar ! Que piensen ”más ruido en Nochebuena, no” y muchos cambien de canal sin escucharle de antemano.
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