Opinión

Cómo torear al Supremo con la sentencia del castellano

El catalán no está por encima del castellano, ni lo contrario. La lengua más importante es la que nos sirve, no la que nos imponen

El índice de felicidad que coloca en los primeros lugares del mundo a los países nórdicos se debe, en gran medida, al respeto a la justicia. Se sabe que la justicia no existe, es verdad, que no puede ser justa por la multiplicidad de interpretaciones, pero que tiene que ser independiente, que las sentencias deben respetarse y cumplirse para que la convivencia no sea un caos. Un país donde funciona la justicia es un país feliz. En España nos encanta el caos, sobre todo al Gobierno de Cataluña.

Ya tiene experiencia en provocarlo, siempre a favor de la independencia. Por eso se empeña en modificar a su antojo todo lo que le parece adverso. Por eso dice que sería "contraproducente" cambiar las dinámicas de impartición de las asignaturas a dos meses y medio del final del curso, que los autores de la demanda, la Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB) no tienen legitimación activa para pedir la ejecución de la sentencia y otras justificaciones de peleas de patio de colegio.

El Govern carga contra todo aquel que lo critique, y mucho más si lo espía. Pide a la justicia que se inadmita o desestime la demanda de la AEB y que se le impongan costas procesales. Matar al mensajero, vamos. Y como está de moda negar la evidencia, añade que "no es lícito afirmar que el departamento de Educación no ha realizado ninguna actividad normativa". En fin, que les dejen más tiempo, mucho más, a ver si se calman las aguas y vuelven a lo suyo.

La obstinación es el deterioro de la voluntad. Y si va acompañada de burla boba, estamos ante un desconsiderado desprecio a la justicia, a la legalidad y a la ciudadanía.

El acuerdo dice garantizar el castellano, pero evita señalar cuotas. Cada colegio, cada instituto, buscará la evasiva necesaria

Los partidos catalanes, excepto PP, Vox y Ciudadanos, suscribieron recientemente un pacto para reforzar la presencia del catalán en las aulas y esquivar el cumplimiento. El acuerdo dice garantizar el castellano, pero evita señalar cuotas. Cada colegio, cada instituto, buscará la evasiva necesaria para sumar las situaciones en las que los estudiantes hablan castellano, incluso las del recreo, y las de acogida previa a las clases y las salidas de las clases y las charlas entre alumnos en las clases de los profesores descuidados. Una buena trampa para cuadrar los números

Y como al tribunal y al gobierno le interesa más tener paz que tener razón, pues ahí dejamos eso, como han hecho otras veces, hasta que los periodistas se olviden y las demandas desaparezcan traspapeladas en las carpetas de los ordenadores y algún día, por error intencionado, desaparezcan.

Las lenguas no son de nadie

Las lenguas no son de nadie, deberían saber en la Generalitat, y al mismo tiempo de quien las necesita. Ninguna define a un pueblo. En la India no son menos hindúes, ni en los países nórdicos menos suecos o noruegos por haberse apropiado del inglés; ni siquiera los galeses son menos galeses por hablar permanentemente inglés, ni los escoceses, ni los irlandeses. Tampoco los bretones por estudiar todas las asignaturas en francés. Ninguna lengua es más ni menos que otra en ningún lugar del mundo ni en ningún instante. El catalán no está por encima del castellano, ni lo contrario. La lengua más importante es la que nos sirve, no la que nos imponen. El éxodo del Reino Unido no ha impedido que en Europa se siga estudiando más inglés que nunca porque los gobiernos, señores exclusivistas, no eligen las lenguas. Es la gente, el pueblo quien se acerca a ellas guiados por la utilidad, y mucho menos por las emociones.

Ya no cabe hablar de pueblo y lengua, pues vivimos en la época de la comunicación, sino de hablante y lenguas, del patrimonio de lenguas de las personas. Catalán y castellano son dos códigos que funcionan como uno. Silenciar uno de los dos, propios de todo catalanohablante, es algo así como intentar separar la leche del café en el café con leche.

Una chiquillada más de corte independentista, de mentes minorizadas en uno de los territorios más interesantes y acogedores de la Unión Europea

El nacionalismo obstinado en la inmersión se moviliza apoyado en las instituciones (dirigidas por reconocidos independentistas), en los profesores (que tienen prohibido protestar) y en la calle (de la que se creen los amos). Ignoran, y rechazan que le recuerden que cualquier idioma puede servir a cualquier persona, que depende de la eficacia. Una decisión seria y conciliadora debería facilitar la lengua que desea a todo aquel que la solicite, pero prefieren la imposición. Una chiquillada más de corte independentista, de mentes minorizadas en uno de los territorios más interesantes y acogedores de la Unión Europea. No creo que merezcan que se les dé la razón a quienes hacen más ruido y le tapen la boca a la mayoría de los catalanes que, silenciosos y pacíficos, desean una educación que permita elegir en libertad. Mala suerte, amigo. La libertad no va con los nacionalismos. El respeto a la justicia es propio de otras gentes, aquí la justicia depende cada uno y de su exégesis.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP