Pedro Sánchez se ha ido de vacaciones de Semana Santa con un discurso triunfalista similar al que tuvimos que soportar en Navidad. “Hemos ganado el relato económico” afirman desde el Ministerio competente…
… Como si España no continuara siendo, tres años después del estallido del coronavirus, el único país europeo que no ha recuperado los niveles de riqueza previos a la pandemia…
… Como si no tuviéramos la tasa de paro más alta de Europa y de la OCDE….
… Como si la riqueza por habitante no hubiera retrocedido a niveles de 2017…
… Como si no tuviéramos también el dudoso honor de ser el país que más se ha endeudado como consecuencia de la pandemia…
… O como si no hubiera más españoles en riesgo de pobreza que cuando Sánchez pisó por primera vez Moncloa, por citar sólo algunos de los indicadores más relevantes.
Queridos amigos de Vozpópuli, la receta sanchista para paliar la delicada situación económica que vive España es sencilla: Trankimazin en forma de dinero público (es decir, pagado por usted y yo) para que el votante medio sólo conozca lo que a Moncloa le interesa.
¿Por qué ya no se habla de economía más que en los mítines del PSOE? Porque Sánchez está regando con el mayor contrato de publicidad institucional de la historia (400 millones de euros en dos años) a todo lo que se mueve y tiene un mínimo de repercusión mediática.
¿Por qué no está la gente protestando en las calles como sí está ocurriendo en otros países? Porque Sánchez está llenando con 17 millones de euros (… ¡al año!) las arcas de los sindicatos.
¿A quién le extraña, por ejemplo, que dejemos de hablar de los indicios de grave corrupción en la Guardia Civil por el simple hecho de que Ana Obregón tenga un hijo por gestación subrogada?
¿A quién le puede extrañar que un escándalo de corrupción que podría afectar a diputados del Congreso como es el del 'tito Berni' se quede en un recuerdo lejano cuando 6.000 personas (sí, 6.000) siguen la puesta de largo de Yolanda Díaz como el nuevo reclamo para movilizar a una izquierda que se siente estafada?
Sánchez está creando un mundo paralelo, un metaverso, en pleno año electoral, para forjar la alfombra roja que le permita tener alguna oportunidad el próximo mes de diciembre".
La consigna es clara: usar cualquier cosa para no hablar de la situación real que atraviesa España. Sánchez está creando un mundo paralelo, un metaverso, en pleno año electoral, para forjar la alfombra roja que le permita tener alguna oportunidad el próximo mes de diciembre. Y para ello nada como dar la vuelta a todo tipo de situaciones. Por ejemplo:
El hecho de que España sea el segundo país europeo que más fondos Next Generation EU tiene derecho a recibir no es ningún logro. Es un síntoma de debilidad y de incapacidad de salir adelante por nuestros propios medios. Un síntoma que se agrava si tenemos en cuenta la premura con la que el Gobierno ha solicitado el tramo que son créditos a tipos blandos.
Otro ejemplo es recurrir al déficit público. El pasado mes de marzo hemos conocido que España, en un año con recaudación tributaria récord, con un crecimiento del 5,5% del PIB, con una creación de empleo histórica según el Gobierno de España, y sin pandemia ni ningún motivo extraordinario para incrementar el gasto público, ha gastado casi 65.000 millones más de lo que ha ingresado. Para que cualquiera lo entienda, esto supone que nuestra clase política ha generado un agujero que pagaremos entre usted, yo y nuestros hijos de casi 1.400 euros por español.
¿Es esto un logro? Les daré un dato: Mientras la riqueza por habitante está en niveles de 2017, el gasto público por habitante es un 26% superior que en ese mismo año. Más que un logro diría que es una forma de subversión al Estado. Lean este magnífico artículo de Jesús Cacho a tal efecto.
El déficit público debería ser un recurso de última instancia para abordar situaciones excepcionales. España lleva desde 2008 con un descuadre de cuentas sistémico que es como aplicar solamente morfina a un enfermo con politraumatismos de forma sistemática.
Este mundo paralelo, en el que todo lo paga o bien Europa o bien las generaciones futuras, y donde se mantiene a la clase media en un mundo de yuppies, tiene dos peligros: el primero, que la resaca puede dejar a la crisis de 2008 como una anécdota, y el segundo, que la credibilidad de España puede quedar en entredicho.
En esta columna ya hemos abordado alguna vez de las dudas que hay en torno a variables clave como son las del mercado laboral (lean). Hace unas semanas conocimos que, a finales del año pasado, había más de 400.000 fijos discontinuos sin contabilizar en las cifras oficiales de paro, a pesar de que no estaban trabajando.
En las últimas semanas la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) y la Oficina de Estadísticas de la Unión Europea ( Eurostat) han dicho públicamente que el paro real en España podría ser de 1 millón de personas más de los que está haciendo público el Gobierno.
Lo diré de otra manera, para que todo el mundo lo entienda: Si con 3 millones de personas en el paro ya somos el farolillo rojo de la OCDE, imagínense con 4 millones que es la cifra real de parados.
España no tiene una tasa de paro del 12,9%. La cifra real oscila entre el 14% que suponen los 3,5 millones de personas que cobran prestación por desempleo y el 18% que da la AIReF como ciudadanos que quieren trabajar.
Y la prueba del algodón no engaña: en 2019, con una tasa de paro ligeramente inferior al 14%, las prestaciones a los desempleados pagadas por el SEPE ascendieron a 18.700 millones de euros; en 2022, esta cifra ha sido de 20.750 millones.
Pero no sólo hay dudas sobre las cifras reales de parados. También acerca de la fiabilidad de las finanzas públicas. Otro de los supuestos logros de este Gobierno ha sido reducir el agujero de la Seguridad Social. Un organismo que acumula más de 100.000 millones de deuda y que ha recibido 37.000 millones desde los Presupuestos Generales del Estado, según publica IGAE. O, lo que es lo mismo, el agujero de la Seguridad Social no es de 6.000 millones, sino de 36.000. Desde que Sánchez es presidente el déficit real de la Seguridad Social supera los 170.000 millones. Esto supone en torno al 3,5% de media entre 2019 y 2021. ¿Alguien da cuenta de ello?
Este juego de trileros no sólo afecta a las cuentas de la Seguridad Social, sino también a todas las finanzas públicas. Sánchez ya sabe lo que es que Eurostat corrija el déficit público oficial, ya ocurrió en 2019, cuando lo elevó tres décimas al alza.
Ahora, con una reforma de las pensiones opaca cualquier cosa puede ocurrir en los próximos años.
Lo cierto es que España tiene un problema serio de endeudamiento. Los pasivos totales de nuestras administraciones públicas ascienden a 2 billones. Esto supone que la deuda total es del 145% del PIB, y no del 113%. Si bien es cierto que este es un asunto de contabilidad y que la deuda PDE es comúnmente aceptada en Europa, no debemos perder de vista esta variable a la hora de evaluar la solvencia de España.
Y esto tiene una relevancia especial si tenemos en cuenta que el Gobierno de España es el segundo deudor más importante del mundo en materia de resoluciones de arbitraje internacional. Nos situamos entre Venezuela y Rusia en este ranking de dudoso honor. Las facturas por más de 1.200 millones antes o después las vamos a tener que pagar.
El ciudadano de a pie debería exigir explicaciones realistas por cuestiones de primer nivel como las que les presento. Les recuerdo que el mayor problema de Grecia en 2011 no fue el deplorable estado de sus cuentas cuando Europa tuvo que intervenir, sino el hecho de que gobiernos populistas como el de Tsipras había ocultado dicha realidad a sus ciudadanos y a las autoridades europeas.
Ahora Sánchez oscila entre este tipo de trilerismo opaco y el control de precios y las políticas populistas (control de precios, gasto desmesurado, etc.) que han hecho de Argentina uno de los países más castigados desde el punto de vista económico de todo el mundo.
Los resultados los vamos a pagar usted y yo. Ni los ricos, ni los políticos. Ellos buscarán la fórmula para evitar hacer frente al desaguisado. La clase media es la que, de una manera u otra, se hará cargo de esta colección de despropósitos irresponsables. Al tiempo.
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