Opinión

¿El triunfo de Greta Thunberg?

Los manipuladores se hacen con el público sacrificando la veracidad

Luis Carandell contaba que durante la primera comunión de su hija Zoraida, alumna del Liceo Francés, el capellán, llegado el momento de la renovación de las promesas del Bautismo, se dirigió a comulgantes y familiares  preguntándoles: “¿Renunciáis a Satanás, a sus pompas y a sus obras y prometéis seguir siempre a Jesucristo?”. Y los interpelados respondieron: “Sí, renunciamos”. Pero el capellán, sin darse por satisfecho, insistió: "¿Y los papás?, no oigo a los papás", al tiempo que giraba el índice de su mano izquierda a la altura del oído. En estos momentos, confinados, sin automóviles, ni trenes, ni aviones que contaminen, también nosotros nos preguntarnos, ¿y Greta?, no oímos a Greta Thunberg.

Pero nuestra teenager silente, tan invitada como temida por las más altas instancias internacionales, siempre insatisfecha de los acuerdos adoptados para reducir la contaminación, disconforme con un sistema que anteponía el desarrollo destructivo del planeta a los objetivos de lucha contra el cambio climático, parecía en el umbral de sumarse a la consigna de ecología o muerte. Así, el pasado 16 de abril en el Parlamento Europeo dijo: “Quiero que entren en pánico como si su casa estuviera en llamas”. Esa misma tónica mantuvo en Nueva York cuando acudió a Naciones Unidas y el 11 de diciembre en Madrid al inaugurar la COP25, donde la joven activista sueca pidió a los líderes mundiales que dejaran las promesas a largo plazo ya que de nada servían, que dejaran de negociar maneras de escaparse de sus compromisos climáticos y que escucharan a los científicos y a la gente que está despertando.

Greta insistía en que había visto esperanza, no en los Gobiernos ni en las empresas sino en la gente. “Los grandes cambios en la historia -subrayaba- han venido de la gente, no tenemos por eso que esperar, el cambio podemos empezarlo nosotros, el pueblo, ahora mismo”. La gente, a la que se refiere Greta, se diría que es la misma que Pablo Manuel Iglesias contrapone a la casta, y que coincide también con la que figura confinada, inmovilizada en sus casas, es decir, con la alistada forzosa en la guerra contra el coronavirus Covid-19, por decretos de esos gobiernos que tanta desconfianza infundían a Greta. De donde resulta el éxtasis de un planeta parado, la reducción casi a cero del tránsito rodado y aéreo y de la contaminación que generan de un día para otro. Un escenario que ni en sus mejores sueños hubiera podido imaginar la activista medioambiental sueca. De modo que, si sobreviviéramos al Covid-19, el pronóstico es que acabaríamos muriendo en un recuperado jardín del Edén incontaminado.

Mientras, instalados como estamos en una situación límite sin manual de instrucciones, conviene tomar prevenciones frente a las cinco manipulaciones psíquicas más importantes

Mientras, instalados como estamos en una situación límite sin manual de instrucciones -ni siquiera el de resistencia que Sánchez hizo al alimón con Irene Lozano-, conviene tomar prevenciones frente a las cinco manipulaciones psíquicas más importantes: la manipulación de las ideas, la de las necesidades, la de los sentimientos, la de la uniformidad colectiva y la de los símbolos, que describen H. Benesch y  W. Schmandt en su Manual de autodefensa comunicativa. Para nuestros autores la manipulación crea un marco en el cual el manipulado no puede actuar de otra manera que la predeterminada que está prevista. La condescendencia del manipulado es una cara de la necesaria accesibilidad para las manipulaciones, la otra afecta a las adulaciones de que es objeto el público.

Ojo, porque los manipuladores se hacen con el público sacrificando la veracidad. Por eso, el Manual señala que es necesario en primer lugar afirmar y afianzar la mayor cantidad posible de prejuicios antes de proceder a inyectar la dosis de manipulación propiamente dicha. Además, se atribuye a las manipulaciones la pretensión de obstaculizar mediante toda clase de rodeos la obtención razonada de conclusiones. Para conseguirlo, recurren tanto a la superstición irracional como a la generación de esperanzas infundadas, de promesas huecas y de afirmaciones inconsistentes, poniendo en juego abundancia de sensaciones e imágenes, pero muy pocos razonamientos lógicos. Porque la meta de todas las manipulaciones es, naturalmente, reducirnos a la indefensión.      

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