Opinión

¿Quién será el Trump español?

Tanto Financial Times como Político han intentado profundizar en el por qué España no tiene su Donald Trump. El periódico inglés dice que los españoles se preocupan más por el paro que por la inmigración, que no hay enlace entre la identidad nacional y los inmigrantes, y que Europa ha sido fuente de inspiración y mejora para el español moderno.

Jesús Gil es el nombre que más suena cuando pregunto por el Trump español pero nunca pasó al plano político nacional. Luego se nombra a Vox y a Santiago Abascal, pero en las últimas elecciones de junio, empeoraron su ya minúsculo resultado, bajando de 58,114 votos el 20D a 46,781 el 26J. A la derecha reina el PP, y al final Ciudadanos intenta hacer malabarismos filosóficos para definir el centro o el centro derecha, o el centro izquierda, para complacer tanto a los votantes originales en Cataluña como a los nuevos militantes en el resto del reino. La división entre Aznar y Rajoy, que últimamente ha tomado más relevancia con el distanciamiento de FAES y la publicación del informe sobre el Yak 42 hiriendo a Trillo, nos ofrece una señal de que no está todo bien en la derecha española, y que esos votantes del PP heridos por la falta de valores de Rajoy en 2014, quienes luego depositaron su confianza en Albert Rivera para aleccionar al gallego, tengan tal vez ganas de otra opción. Pero de momento es lo que hay. El Reino Unido tiene a Nigel Farage, Francia a Le Pen, Holanda a Geert Wilders y ahora Alemania a Frauke Petry. España, sin embargo, está sin su Trump.

El periódico inglés dice que los españoles se preocupan más por el paro que por la inmigración, que no hay enlace entre la identidad nacional y los inmigrantes

Tanto Financial Times como Político han intentado profundizar en el por qué en las últimas semanas. El periódico inglés dice que los españoles se preocupan más por el paro que por la inmigración, que no hay enlace entre la identidad nacional y los inmigrantes, y que Europa ha sido fuente de inspiración y mejora para el español moderno. Las identidades nacionales en Cataluña y el País Vasco complican la situación. Ambos artículos hablan del legado franquista como una vacuna frente a cualquier nuevo nacionalismo de derechas en España y destacan que la mayoría de los inmigrantes que llegaron durante los años del boom eran latinoamericanos, más fáciles de integrar que los musulmanes de países árabes u orientales. Ambos sacan a Abascal y Vox pero mientras el FT se fija en la posición muy minoritaria que ostenta a día de hoy en el tablero nacional, Politico sugiere que puede ser parte de un fenómeno naciente si se tiene en cuenta al lado de otras agrupaciones como Hogar Social Madrid.

Si pensamos en los rasgos del fenómeno Trump, sin embargo, constatamos que ya hay populistas aquí en España, aunque ninguno ha tenido tanto éxito como el magnate neoyorquino. El mecanismo tiene tres elementos principales.

Primero, se dibuja una crisis existencial histórica para la nación en cuestión, frente a un complejo enemigo identificable

Primero, se dibuja una crisis existencial histórica para la nación en cuestión, frente a un complejo enemigo identificable, “el otro”, difuso en la realidad pero fácil de delinear en la narrativa. El Estado Islámico (dícese los musulmanes en general), los mexicanos y la amenaza china para Trump; los inmigrantes y la superestructura de la Unión Europea supranacional para Nigel Farage. Los enemigos están maniobrando de manera activa contra la patria: los mexicanos son violadores, los chinos manipulan la divisa, los islamistas matan, los europeos restringen la creatividad británica, los inmigrantes roban nuestros puestos de trabajo, etc. En juego está el destino de la nación. Lo de los inmigrantes es una muleta fácil pero no siempre necesaria.

Segundo, se ofrece una nueva respuesta nacional simplificada a dicha amenaza, amplificada mediante medios alternativos, memes, simbolismo potente, parafernalia colorida, lemas simplistas y verdades alternativas y selectivas. Piensa en Breitbart, Infowars o el Daily Mail en el caso de Trump o Farage, las gorras rojas de los seguidores del presidente, o el color morado de los independentistas ingleses. Esta respuesta simplificada también hace un llamamiento poderoso a un pasado en el que el grupo salvador vivía mejor, principalmente porque no estaba bajo el yugo de los enemigos en cuestión. “Make America Great AGAIN”, de nuevo, para Trump, o el glorioso pasado comercial mundial británico para Farage y ahora Theresa May.

Tercero, hace falta un buena operación de recolecta de votos, que aparte de corear lemas y llevar pancartas coloridas es la única acción que se les pide a los seguidores. No hace falta que invierten mucho más, que sufran, que se esfuercen. Y mucho menos sentirse mal, sino más bien gloriosos, héroes, por rebelarse contra el orden establecido que sea. Con votar al líder mediático o a la opción que prefiere, basta. Y cuanto mejor organizada esté la operación sobre el terreno, cuanto más sea capaz el movimiento de llegar a la gente o sacarla a la calle, más éxito tendrá.

Tras unos comienzos espectaculares, Podemos ha encallado en el debate rebelión-centrismo, que no han logrado resolver de momento

El lector astuto se habrá dado cuenta a estas alturas del artículo que en España, aunque el Trump patrio no ha aparecido aún en la obra, hemos visto dos fenómenos populistas muy potentes en los últimos años: Podemos y el separatismo catalán. “Sí se puede con una marea de sonrisas en común” contra la malvada casta guardián del régimen del ’78; “Demócratas catalanes no violentos”, víctimas de la opresión de esa “Espanya ens roba”, etc. A mi juicio, los catalanes han tenido más éxito en el último lustro, al menos mientras dura la telenovela independentista, que ya llevamos muchos años hablando del tema—y los fieles creyendo en él—y aún no existe, en la realidad, la república deseada. Porque eso sería complicado. Tras unos comienzos espectaculares, Podemos ha encallado en el debate rebelión-centrismo, que no han logrado resolver de momento y que ha causado la actual contienda entre Iglesias y Errejón. Si creemos a Luis Alegre, hay amenaza de implosión en la formación morada.

No es ni mucho menos imposible que aparezca un nuevo populista español

Ambas opciones complican, como señalan Financial Times y Politico, la apariencia del Trump español, pero si entendemos los rasgos esenciales del populismo como estrategia política y las características del nuevo entorno político-tecnológico-mediático, veremos que no es ni mucho menos imposible que aparezca un nuevo populista español, o que alguno de los partidos existentes hagan renovado uso de ello para rebañar votos y avanzar en los sondeos.

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