Donald Trump es un personaje peculiar, excesivo y excéntrico, pero hay asuntos en los que su clarividencia, por abrupta y estridente que se muestre, resulta innegable. Uno de estos temas es el acuerdo nuclear de los países P5+1 (Rusia, China, USA, Francia, Reino Unido y Alemania) con la República Islámica de Irán. Este pacto, conocido por su acróstico en inglés JCPOA (Joint Comprehensive Plan of Action), fue calificado por el actual presidente norteamericano antes de llegar a la Casa Blanca como “el peor posible”.
No le faltaba razón en su apreciación porque al excluir las instalaciones militares de las inspecciones de la AIEA permite que los ayatolás sigan desarrollando su programa secreto de desarrollo de armas nucleares, tampoco detiene la fabricación y pruebas de nuevos misiles balísticos y deja intacta toda la infraestructura necesaria para enriquecer uranio. En cuanto a su duración, diez años pasan volando, y los clérigos iranís saben que, transcurrido este plazo, pueden reactivar su propósito de disponer de un arsenal atómico con gran celeridad. Las ventajas que reciben a cambio son enormes.
Dictadura religiosa
El ingenuo de Obama estaba muy satisfecho con este arreglo porque creía que los ciento cincuenta mil millones de dólares que la teocracia iraní recibió al descongelarse sus fondos en el extranjero redundarían en beneficio del pueblo de Irán. Santa inocencia. Esta ingente suma ha sido destinada por Jamenei y sus secuaces a las guerras de Siria y Yemen y a financiar a Hamas, Hezbollah y a las milicias chiítas en Irak y Líbano, es decir, a persistir en su proyecto de desestabilizar y someter a su hegemonía a la totalidad de Oriente Medio. Lo poco que ha quedado, ha acabado en los bolsillos de los dirigentes de la dictadura religiosa. La mayoría de sus ciudadanos siguen viviendo por debajo del umbral de la pobreza y sufriendo los efectos de la pandemia, que ha causado ya noventa y cinco mil muertos.
En este conflicto jurídico, los europeos se han puesto de nuevo del lado de Rusia, China e Irán y en contra de su principal aliado
Ahora Estados Unidos ha propuesto en el Consejo de Seguridad de la ONU que se renueve el embargo de venta de armas a Irán, que expira el próximo octubre. Era de esperar que Rusia y China se opusieran, pero lo que ha sido sorprendente es que Francia, Alemania y el Reino Unido se hayan abstenido en la votación, alineándose con potencias que no son precisamente amistosas y dando apoyo a un régimen inicuo que propaga el terrorismo a escala global y que vulnera los derechos humanos de manera atroz. La reacción del Secretario de Estado Mike Pompeo no se ha hecho esperar: ha anunciado que recurrirá al mecanismo “snapback” previsto en el JCPOA y propondrá el restablecimiento de todas las sanciones comerciales y financieras a Irán anteriores al acuerdo por incumplimiento de sus términos. Dado que Estados Unidos se retiró del JCPOA en 2018 e impuso sanciones de forma unilateral, Rusia y China aducen que no puede reclamar este procedimiento porque ya no es parte del pacto. Pues bien, en este conflicto jurídico, los europeos se han puesto de nuevo del lado de Rusia, China e Irán y en contra de su principal aliado.
El papel pacificador
El hecho de que Rusia y China utilicen al régimen teocrático iraní para debilitar y dividir a Occidente no es extraño y corresponde a la lógica de su geopolítica, pero que países europeos, supuestamente amigos y socios de Estados Unidos en la OTAN, les sigan el juego, entra en el terreno del despropósito. El papel de pacificador, epítome del "soft power", que le gusta desempeñar a la Unión Europea y que tanto complace a la burocracia del Servicio Europeo de Acción Exterior, siempre dispuesta a contentar a nuestros adversarios y a dejar en la estacada a nuestros aliados, es un espejismo bobo que refuerza a los peores totalitarismos y que nos pone en ridículo.
Después del envenenamiento del opositor Alexei Navalny, la UE ha exigido al gobierno ruso “una investigación independiente” para identificar a los responsables y ponerlos ante la Justicia, otro ejemplo de que la diplomacia europea consiste en debilitar a nuestros enemigos haciendo que se partan de risa. El tópico del gigante económico y el enano político se ve agravado cuando el enano, además de diminuto, parece tonto.
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