Concluía un gran amigo estos días que España ha ido a peor en los últimos 20 años, dado que hemos dejado de hablar de Norma Duval para hacerlo sobre Liz Duval. Del país erótico-festivo, inconsciente y optimista de los 90 se ha pasado esta democracia multimedia, en la que cada vez hay más parlanchines, menos argumentos y, en general, menos alegría y cordura. Leía estos días un informe de Seguridad Nacional sobre la desinformación -extraordinario- y en una de sus páginas advertía -con cita a la OMS- de que el exceso de noticias, datos, enfoques y propaganda puede alterar la salud mental de los ciudadanos. Creo que la mayoría de la opinión pública está afectada por esto. Afectada, amargada y alienada.
Sólo así se explica que haya quien considere verosímiles las teorías transmitidas por las terminales mediáticas del Gobierno -con datos de la OCDE- que afirman que aquellos ciudadanos que ganen más de 30.386 euros brutos anuales pertenecen a la clase alta. En otras palabras, esta gente considera privilegiado a todo aquel que ingresa 1.973 euros en 12 pagas o 1.831 en 14.
No queda ahí la cosa: la infamia es todavía mayor porque LaSexta y los economistas pro-gubernamentales de turno, entre otros, se empeñaban estos días en difundir que alguien que cobra 11.395 euros es clase media. “Según la definición que utiliza la OCDE, a la clase media pertenecen los trabajadores que ganan entre el 75% y el 200% de la mediana del salario mensual bruto. Atendiendo a esta definición, en España, donde la mediana salarial en 2020 fue de 15.193 euros anuales”, la clase media empezaría en ese nivel, explicaba uno de estos medios. Sobra decir que los tertulianos abundaban en estos datos con condescendencia por lo poco que se gana en España, pero, a la vez, con satisfacción porque el Gobierno ha mejorado salarios mínimos y rentas universales.
Todo esto tiene una intención que es evidente, y es la de intentar cargar el creciente gasto público sobre una población en la que la clase media verdadera se ha reducido ostensiblemente desde el inicio de siglo. Según un estudio del grupo WEIPO, de la Universidad de Alcalá, lo hizo en 8 puntos entre 2000 y 2020. Grandes ciudades como Madrid han prosperado y eso ha atraído a trabajadores del resto de España y de otros países. Ahora bien, a costa de un incremento del nivel de vida que es difícil de sostener, como lo puede apreciar quien camine a pie de calle y no navegue sólo sobre los datos. ¿Alguien es clase alta en Madrid con 30.800 euros? ¿Y clase media en Toledo o Cáceres con 11.395? Aquí hay algo que falla.
Este tipo de mensajes de Moncloa y de sus terminales mediáticas -cuyas madres resulta que fregaban todas escaleras- sólo sirven para engordar el grupo de los 'privilegiados' mediante la inclusión en sus filas de ciudadanos que realmente no lo son. ¿Para qué? Para que nadie se extrañe de futuras subidas del impuesto sobre la renta a los pobres diablos -como son la mayoría- que traten de sobrevivir con un sueldo que no sea miserable, sino simplemente mediocre.
Un país que camina hacia la miseria
A eso se le llama gestionar la pobreza o el empobrecimiento, algo que es habitual en los países en decadencia o en dificultades; y algo que dista mucho de lo que se transmite desde las Administraciones españolas, donde se habla de una prosperidad que cada vez es más escasa y donde se gasta con la manga ancha con la que lo hacen los ricos. Mientras tanto, los tertulianos gubernamentales se empeñan en defender en las mesas de debate -ejército sin ética, legión sin honor- la conveniencia de incrementar los impuestos a las rentas más altas para mejorar las pensiones, la Sanidad, la educación y las carreteras.
Hacen falta muchos palmeros para que la opinión pública trague con estas patrañas. El problema es que hay cientos... y otros tantos a la cola
A lo mejor el debate debería centrarse en aspectos más importantes y, a la vez, más polémicos, y es el relativo al porqué las pensiones han aumentado más en los últimos años que los salarios de quienes las pagan. O al motivo por el cual -según BBVA-Ivie- España ha perdido 400.000 'unidades' de talento en 2022, que seguramente pertenezcan a población que se ha cansado de otorgar mucho más de lo que recibe; o se ha sentido estafada porque le hablaron de un ascensor social que no existe en estos lares, donde pertenecer a un partido o peinar canas vale -en muchas ocasiones- 10 veces más que el esfuerzo diario.
Tertulianos sin ética
Así que para transmitir el mensaje psicotrópico de que España está mejor que nunca en lo económico y en lo social -Zapatero dixit- hacen falta verdaderos charlatanes en las pantallas y en las tribunas. Por eso se presta más atención actualmente a la nueva Duval que a la antigua. Porque hacen falta analistas que compren la mercancía -alguien de Sumar es parte del problema- y porque hay quien tiene una especial habilidad para desviar el tiro de lo importante y situarlo en el terreno donde se encuentran las zarandajas ideológicas, a las que se concede más importancia que nunca y, desde luego, mucha más de la que merecen.
En mitad de esta distorsión cognitiva, hay quien está dispuesto a empezar a sangrar a quienes ganan 30.000 euros porque son clase alta... y, ya se sabe, los privilegiados tienen que arrimar el hombro cuando se les diga para pagar las facturas del Estado. Hacen falta muchos palmeros para que la opinión pública trague con estas patrañas. El problema es que hay cientos... y otros tantos a la cola, dispuestos a comportarse de una forma todavía más degenerada que los actuales.
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