Opinión

El tute cabrón

Ya habrá muy pocos que jueguen al “tute cabrón”. Quizá ni siquiera al tute, desterrado a los viejos veteranos de las partidas de cartas. Se necesitan tres personas y la particularidad consiste en que gana no el que tiene mejores triu

Ya habrá muy pocos que jueguen al “tute cabrón”. Quizá ni siquiera al tute, desterrado a los viejos veteranos de las partidas de cartas. Se necesitan tres personas y la particularidad consiste en que gana no el que tiene mejores triunfos, ni el que ha perdido, sino el que se queda en el medio. Una singularidad que exige en el jugador saber perder, pero poco, y tampoco enseñorearse si está de buena racha. Es un cálculo complicado basado en argucias y cálculos sobre lo que van acumulando los contrarios para al final ganar habiendo perdido. Desterrado de los juegos de azar, “el tute cabrón” ha cobrado vida en la política.

Sin desentrañar las sinuosidades de ese juego maléfico se hace difícil entender la situación en que nos encontramos, porque el artilugio es muy fácil de explicar pero las añagazas de los contendientes, aparentemente simples, son las que deciden la partida. Ya es humillante tener que comparar un juego de cartas pensado para habilidosos como metáfora del liderazgo político, sin embargo lo que estamos viviendo casa a la perfección con una partida de tramposos. Por muy poco sofisticado que sea “el tute cabrón” obliga a los jugadores a imaginar qué es lo que van dejando caer los adversarios para saber si juegan a acumular triunfos o a descartarlos. En otras palabras, la posibilidad de ganar se calcula no por el juego propio sino por lo que hacen los otros. La maldita intuición que siempre hace trastadas.

Cuando uno ha logrado convertir al elector en un presunto hooligan se puede creer todo

Que Pedro Sánchez va a formar gobierno es una evidencia más que una posibilidad. A partir de ahí lo demás son descartes. La opinión pública hay que trabajarla mucho. Empecemos con la primera sorpresa: la derecha no ha ganado las elecciones. Hay que disolver los números; un trabajo de brujería que ya empieza a dar sus frutos. Cuando uno ha logrado convertir al elector en un presunto hooligan se puede creer todo. Si la derecha no ha ganado las elecciones cómo explicamos que el otro jugador del “tute cabrón” proclame la inminente formación de un “gobierno progresista de izquierda” gracias al apoyo de un partido conservador, el PNV, y otro reaccionario, Junts. Muy sencillo, ignorándolo, porque de lo que no hablamos deja de ser real y nosotros controlamos, y de qué modo, los medios de los que se alimentan los hooligans. ¿Se han fijado en el caso del “pico” de un perillán mafiosillo? Nadie ha podido sustraerse al embrujo de aportar su excelsa opinión. Si no lo has hecho es que no eres nadie por más que te importe una higa el pico y los picados.

El juego está en otra parte y es una partida a muerte. O gobernar o morir. El PP de Feijoo se ha metido en un berenjenal sabiendo que no llegaría y eso requiere talento para salir indemne y cumpliendo su responsabilidad de partido ganador de las elecciones. Los “cerebrinos Mandri” de su cúpula deben ser posmodernos y no tienen ni puñetera idea del “tute cabrón”. Al que se le ocurrió llamar a consulta a Junts deberían cesarle sin sueldo ni atrasos, porque a nadie con sentido de lo que se está jugando le pueden consentir utilizar una imagen que le contradice con sus votantes y hasta con la sana razón. Imagínate, imbécil, que hubieran dicho que sí. Por si fuera poco, un brindis al sol de reparto del poder con el adversario durante dos años. NI siquiera una insensatez, sólo improvisación.

El juego maléfico del “tute cabrón” tiene sus riesgos y Feijoo lleva una mala racha de cartas

Feijoo es el ganador de las elecciones. Su obligación como líder es tratar de buscar los cuatro que le faltan y no repetir la frivolidad de Ciudadanos, que tras arrollar en Cataluña sacó billete para el Ave a Madrid. Meterse en el berenjenal exige talento político y de momento eso está por demostrar. Esa prueba sólo se presenta una vez, no se repite nunca. El juego maléfico del “tute cabrón” tiene sus riesgos y Feijoo lleva una mala racha de cartas.

¿Quién nos iba a decir que un chisgarabís con sede en Waterloo iba a tener en sus manos concederle al PSOE de Pedro Sánchez la presidencia del gobierno? Esa realidad que vive y sufre Cataluña tiene esas particularidades. Un perdedor electoral como Puigdemont tiene en sus manos a otro perdedor del 23-J y puede consagrarle como nuevo presidente del gobierno. (Un detalle curioso: en los medios adictos nunca se señala que se trata de un presidente “en funciones”, quizá porque dan por segura la permanencia para la que trabajan).

El futuro gobierno “de progreso” que nos amenaza es una parodia sarcástica del anterior. El no va más

El proceso de beatificación del huido de la justicia ha eclipsado todos los denuestos de anteayer. Es la segunda parte de un proceso de blanqueamiento del independentismo catalán que alcanza cotas inimaginables. Que el PSOE ceda 4 diputados a Junts para que forme grupo parlamentario no sólo es un fraude de ley -no por usado menos delictivo-, sino que es el preludio de ese trabajo de ingeniería jurídica en el que se han metido para lograr su apoyo en la investidura. El futuro gobierno “de progreso” que nos amenaza es una parodia sarcástica del anterior. El no va más.

Eso tiene consecuencias en la vida cotidiana catalana que se achican hasta hacerlas invisibles y que con toda probabilidad van a aumentar, porque las respaldan no sólo Junts sino esa Esquerra Republicana muy beata y muy acostumbrada a arrepentirse después de haber pecado (Junqueras es de misa diaria y confesión regularizada). Sin ir más lejos, apenas una reseña ha merecido la previsible catástrofe de derramar 400 litros de aceite ¡400 litros, digo bien! al paso de la Vuelta ciclista a España (en lenguaje políticamente correcto en Cataluña “La Vuelta” a secas; estamos en el mismo punto que la antigua Herri Batasuna cuando en EGIN se refería a “las nadadoras del estado” para no escribir la palabra nefanda). Los cuatro aprendices de terrorista pensaban en el desastre con víctimas que iban a causar, algunas previsiblemente mortales. Así se visibilizaría la independencia de Cataluña en el mundo y los ciclistas en los hospitales.

Algunos no nos cansamos de señalar que la vida social en Cataluña se está deteriorando a pasos agigantados

Algunos no nos cansamos de señalar que la vida social en Cataluña se está deteriorando a pasos agigantados. Y lo que nos espera pinta muy mal. Hace unos días falleció en París Jean Canavaggio, el hispanista que escribió una magnífica biografía de Cervantes y al que la Universidad de Barcelona canceló por las bravas su conferencia un día de febrero de 2018. Valgan estas líneas como homenaje póstumo a un republicano francés desde la ciudad que el Quijote llamó “archivo de cortesía”. Han sustituido la entrada libre por un cartel: “Reservado el derecho de admisión”.  

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