Opinión

TV3, la risa y el odio a España

La televisión oficial hace exactamente el papel que los partidos nacionalistas le reservan: actúa como aparato de agitación y propaganda al servicio de la causa separatista.

Se habla mucho últimamente de si Cataluña ha recuperado la normalidad gracias al apaciguamiento de Sánchez o, por el contrario, seguimos instalados en la crispación galopante de los años duros del Procés. Se trata a mi juicio de una falacia de pista falsa, porque falla la premisa: la situación política en Cataluña hace mucho que dejó de ser normal, por lo que mal podemos hablar de vuelta a la normalidad en nuestra tierra, máxime cuando, entre otras cosas, la televisión pública catalana lleva décadas alimentando el odio contra más de la mitad de los catalanes.

Viene esto a cuento del enésimo gag de supuesto humor perpetrado por el programa Polònia de Tv3. Polònia es una mina de ejemplos de cómo el nacionalismo ha ido inoculando sus dogmas y prejuicios en la sociedad catalana, hasta en los formatos más banales como los programas de humor o deportivos. Cuando alguien osa criticar algún sketch del Polònia, los responsables de la televisión pública catalana salen al paso diciendo que se trata de un programa de humor que se burla de todo y de todos, y acusan a los críticos de no tener sentido del humor. Lo cierto es que, en efecto, Polònia satiriza a políticos de todos los partidos -también a los nacionalistas- pero no es menos cierto que la sátira en Tv3 se sustenta siempre sobre la base de la cosmovisión nacionalista de la realidad catalana. Así, la parodia de los políticos nacionalistas les presenta indefectiblemente como bonachones inocentes, pero en todo caso esencialmente bondadosos, que se dejan engañar y aún humillar por los perversos españoles, en la inmensa mayoría de los casos esencialmente montaraces y siempre autoritarios. El humor en Tv3 tiene siempre el mismo sentido y la misma intención: dividir a los catalanes entre buenos y malos catalanes y enfrentarnos al resto de los españoles.

Tópicos y clichés

La escena de marras nos sitúa en el examen de lengua catalana de la selectividad, que tuvo lugar la semana pasada en Cataluña. Antes de empezar, un alumno maleducado y prepotente interrumpe al profesor mientras este da las instrucciones para la prueba. El alumno, castellanohablante, exige poder hacer el examen de catalán en castellano y va escalando su exigencia hasta conminar a sus compañeros, todos catalanohablantes, a hacer el examen también en castellano. La reacción de los alumnos catalanohablantes -los buenos- va desde la incredulidad hasta el sometimiento al autoritarismo del castellanohablante, que acaba por imponer su pretensión.

El gag refleja todos y cada uno de los tópicos y clichés contra el bilingüismo en las aulas que los partidos nacionalistas y sus corifeos llevan décadas diseminando entre los catalanes. Se ríen en Tv3 de los argumentos en defensa del bilingüismo de los partidos y las entidades constitucionalistas (AEB, Impulso Ciudadano, etc.) y denuestan implícitamente las sentencias de los tribunales que fijan en un 25 por ciento el mínimo de horas lectivas en español. Tv3 hace exactamente el papel que los partidos nacionalistas le reservan: actúa como aparato de agitación y propaganda al servicio de la causa separatista.

No es humor, es propaganda

Tv3 nunca ha parodiado la actuación, bastante frecuente por cierto, de los fundamentalistas lingüísticos que promueven boicots a los comercios que rotulan en español; acosan a la dependienta hispanoamericana de una panadería de barrio por no hablar catalán; insultan a una enfermera gaditana por cuestionar la exigencia del C1 de catalán para trabajar en la administración; u hostigan a la familia del niño de Canet por pedir una educación bilingüe para su hijo. Esas actitudes, infinitamente más comunes en Cataluña que la inverosímil situación imaginada por el sketch de Polònia, nunca son objeto del humor ácido de los productores de Polònia. Y cuando un programa satírico de la televisión pública no parodia situaciones recurrentes y hasta sistémicas, sino que recrea situaciones en la práctica absolutamente improbables con una clara intencionalidad política, no se trata de humor, sino de propaganda y agitación del odio a España y a los españoles. Y eso es, por desgracia, lo que Sánchez llama normalidad en Cataluña, la anómala normalidad que, entre risas, socialistas y nacionalistas llevan décadas imponiendo en Cataluña.

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