Se dice que un político gobierna de cara a la galería cuando sus acciones, discursos o gestos parecen estar dirigidos más a generar reacciones entre el público (léase los votantes) que a aprobar leyes, implementar medidas, elaborar presupuestos o hacer que el país funcione.
Si debo ser sincero, de todos los pecados que pueden cometer un político, el ser un ser sediento de atención nunca me ha ofendido demasiado. La democracia, al fin y al cabo, es un sistema basado en hacer que los políticos intenten atraer el apoyo de sus votantes. Si alguien se comporta como Gloria Swanson bajando la escalinata en El crepúsculo de los Dioses para hacerlo, me ofenderá como (mal) crítico de teatro, pero oye, cada uno gana las elecciones como buenamente puede.
Hemos visto insultos directos, sin más argumento que la ofensa, y líderes políticos cuestionando no ya los motivos sino el mismo patriotismo de sus oponentes de la forma más soez
Los espectáculos lamentables que hemos contemplado esta semana en el Parlamento, sin embargo, van un poco más allá. Hemos visto diputados acusando a familiares de miembros del Gobierno de ser terroristas, y miembros del Gobierno acusando a diputados de la oposición de querer dar golpes de Estado. Hemos visto insultos directos, sin más argumento que la ofensa, y líderes políticos cuestionando no ya los motivos sino el mismo patriotismo de sus oponentes de la forma más soez y llamativa posible.
Dice el tópico estos días que estos intercambios de golpes (casi siempre entre Vox y Podemos) se hacen para motivar a las bases, para hacer que se exciten y mantenerlas movilizadas. Escuchamos eso de “Vox necesita a Podemos para animar a los suyos” o que “Podemos busca el enfrentamiento porque quiere la polarización”. Vemos entonces los inevitables tweets de “Iglesias humilla a” o “Álvarez de Toledo destroza a” de militantes, aficionados, simpatizantes y hooligans cada día. Los estrategas en los partidos y sus comparsas en los medios se dicen eso de que “nuestro mensaje ha llegado”, y miden retuits, comentarios, compartidos, ratios y demás para felicitarse efusivamente. Mañana, a seguir dando caña. Otra más.
El vértigo de los comentarios
Las redes sociales, especialmente Twitter, dan una sensación de inmediatez, de cercanía, de estar viendo el pulso de la opinión pública en directo. Para los expertos en comunicación, la gente que nos ganamos la vida suplicando a los políticos que tiren caramelos a la galería todo el santo día (os sorprenderíais lo mucho que detestan hacer esto la mayoría de ellos), es fácil ver el vértigo de comentarios, aullidos y aplausos entusiastas y creer que cuando algo ha funcionado en Twitter es que vas ganando.
Eso es mentira. Twitter no es el mundo real, y todos los líderes políticos españoles y sus responsables de comunicación harían muy bien de grabarlo en letras bien grandes como fondo de pantalla en su ordenador.
El año pasado Pew Research Center publicó un estudio fantástico detallando las diferencias demográficas, ideológicas, y de grado de motivación política entre el 'Homo Twitterus' estadounidense y el ciudadano medio en el mundo real. El análisis fue muy comentado (en Twitter) entre opinadores, expertos, estrategas de campaña y activistas (que viven en Twitter todo el día), y la conclusión unánime fue que el estudio era muy bueno, muy importante, y que debía informar la cobertura de las primarias demócratas de este año. Los opinadores, expertos, estrategas de campaña y activistas procedieron a ignorar esa sabiduría casi de inmediato, coronaron a Bernie Sanders como el gran favorito para ganar las elecciones y bueno, estamos donde estamos.
La inmensa mayoría del contenido en Twitter (un 80% de lo posts) es producido por una pequeña minoría de usuarios (un 10%). Esa minoría son sobre todo mujeres (65%) y son más propensos a hablar de política
Los usuarios de Twitter en Estados Unidos son más jóvenes, más de izquierdas, ganan más dinero y tienen un nivel educativo más alto que la media nacional. La inmensa mayoría del contenido en Twitter (un 80% de lo posts) es producido por una pequeña minoría de usuarios (un 10%). Esa minoría son sobre todo mujeres (65%) y son mucho más propensos a hablar de política e interesarse por ella. El estudio de Pew no preguntaba sobre intensidades ideológicas, pero no es difícil deducir que estos súper usuarios son gente un poco más entusiasta que la media.
Otros análisis (como este de Oliver Posegga y Andreas Jungherr) han señalado que a la falta de representatividad se le debe sumar la tendencia de Twitter a preocuparse por cosas que tienen cero importancia en la vida real. Como usuario habitual (y largo sufridor) de Twitter de la “Verdera izquierda” tanto en Estados Unidos como en España, os puedo garantizar que por esos lares se habla mucho sobre temas de identidad racial, cultural y de género increíblemente esotéricos que dudo que interesen a nadie fuera de esa burbuja, y estoy seguro de que en la derecha hay idas de la olla similares (Twitter-derecho a portar armas en Estados Unidos es otro planeta por completo).
Tontadas efectistas
Esto, que parece obvio, es algo que parece escapársele por completo a los responsables de comunicación de muchos partidos políticos en España estos días, con la posible excepción de Ciudadanos y PSOE. En vez de gobernar para la galería, entendida como apelar y buscar el apoyo de todo el electorado, lo que hacen es gobernar sólo para el pequeño sector de gallinero que son fanáticos, se vienen a todas las funciones y tienen cuenta de Twitter. El resultado son esta larga, lamentable serie de tontadas efectistas que cabrean a pocos, animan a pocos, y hacen que el resto de los votantes miren con profundo asco todo este espectáculo tan lamentable.
La política no es Twitter. Los memes, los zasca, los videos de dos minutos con gente gritando, el sarcasmo vacío, los enlaces facilones a páginas de medios afines tienen poco o nada que ver con cómo la mayoría de votantes experimenta y sigue la política en el mundo real. Cuando los partidos y líderes políticos hacen campañas y diseñan estrategias para hablar a la gente que vive en las redes, lo que hacen es apelar a los fanáticos, a los obsesivos, y a la gente que presta atención a la política como quién ve un partido de fútbol, para corear el nombre de los nuestros y abuchear al rival.
Señores, dejen de prestar atención a Twitter. Las criaturas que vivimos ahí, todo el día en el móvil, no somos el mundo real.
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