Desde hace varios meses asistimos a una exhibición de las capacidades militares rusas en las diferentes fronteras con Ucrania. Llama la atención que, a pesar de esa supuesta superioridad militar rusa, el Kremlin no solo no se haya decidido a invadir, sino que además haya "renunciado" a ese factor sorpresa que tan buenos resultado le dio en Abjasia, Osetia y posteriormente en Crimea.
¿A qué se debe esta aparente falta de voluntad de Rusia? ¿Por qué no ha invadido? ¿Qué estrategia está siguiendo ahora? ¿Qué objetivos espera alcanzar con esta tensa espera? Todas estas preguntas tienen una respuesta común: la falta de capacidad de Rusia o al menos la existencia de una asimetría de fuerzas mucho menor de lo esperado entre el Ejército Federal y el Ejército ucraniano.
En primer lugar, hay que buscar qué elementos han provocado que Rusia aparezca como un actor que no pretende lanzar una invasión a gran escala. Por encima de los demás, la principal causa que explica esta supuesta falta de voluntad bélica está en el progreso de las capacidades defensivas que lleva desarrollando Ucrania desde 2014. Sirva como dato esclarecedor el significativo incremento cuantitativo que ha experimentado el gasto militar ucraniano en los últimos siete años. Si en el año anterior a la invasión de Crimea (2013) el presupuesto de defensa suponía el 3,28% del total del gasto público ucraniano, en 2020 esta partida ascendió a un 8,80%.
En términos cualitativos, el Ministerio de Defensa de Ucrania ha mejorado sustancialmente el entrenamiento y el equipamiento de sus tropas. En lo que al entrenamiento se refiere, la apertura de un centro de adiestramiento patrocinado por la OTAN (Military Law and Order Service), no solo ha mejorado las capacidades de los soldados ucranianos, sino que les ha permitido incorporar nuevas tácticas de combate que nada tienen que ver con las que antes aplicaba el ejercito de Kiev. Estas viejas tácticas, además de anticuadas, eran conocidas y predecibles por Rusia, lo que le otorgaba ventaja en el campo de batalla.
En cuanto al equipamiento, Ucrania ha recibido equipos de última generación como los sistemas de defensa aérea portátil MAN-PAD 200 Javelin de fabricación norteamericana o los drones turcos Bayraktar TB2, que se han mostrado altamente eficaces en la última crisis entre Armenia y Azerbaiyán. Por lo tanto, la inversión ucraniana en defensa ha sido un elemento clave en la modificación de la estrategia de Vladimir Putin, porque el ejército ucraniano ya no es el que encontró Rusia en 2014 cuando invadió Crimea.
El ejército ucraniano ya no es el que encontró Rusia en 2014 cuando invadió Crimea
En segundo lugar y siguiendo con la lógica anterior, tenemos que buscar como Rusia se ha adaptado a esa nueva situación de pérdida de superioridad. Si bien la primera opción -una invasión a gran escala- estaría prácticamente descartada, parece más probable que Rusia lleve a cabo pequeñas acciones en territorio ucraniano, tal y como ha avanzado Joe Biden en varias ocasiones. Sus recientes declaraciones sobre la posibilidad de que Rusia lance una "incursión menor" en territorio ucraniano provocaron una airada reacción de Kiev. Las críticas obligaron al presidente de EEUU a matizar sus palabras, pero parece que Biden no iba tan desencaminado.
La estrategia de pequeñas operaciones tiene varias posibilidades dependiendo de cómo evolucione la situación. En primer lugar, la que podríamos denominar "modelo georgiano" (la guerra de agosto de 2008) y que consistiría en lanzar incursiones desde Lugansk y Donetsk -regiones en manos de las milicias prorrusas- con el fin de afianzar un perímetro de seguridad alrededor de estas "repúblicas" y reconocerlas como rusas en posteriores convocatorias electorales.
En segundo lugar, otra que podríamos denominar “puente de Crimea”: consistiría en lanzar una ofensiva desde el puerto de Mariúpol hasta la desembocadura del río Dnieper, para incrementar el territorio en torno a Crimea.
En tercer lugar, Rusia puede lanzar un ataque desde la triple frontera rusa-bielorrusa-ucraniana para provocar así enfrentamientos y caos en la zona de Kiev. Esta última opción conllevaría una crisis a largo plazo, algo que para Putin sería positivo; el inquilino del Kremlin maneja con maestría estas situaciones.
Ucrania y la inestabilidad en Europa
Cualquiera de estos tres escenarios se llevaría a cabo no solo con el fin de incrementar el territorio ucraniano controlado por Rusia, sino también para generar inestabilidad en Europa en general y en los países OTAN en particular. Desde hace más de diez años, Rusia está tratando de sembrar división en Europa apoyando a partidos extremistas o candidatos populistas (el Frente Nacional, el UKIP, etcétera…), fomentando referéndums legales (Brexit) o ilegales (Cataluña), lanzando ciberataques (Estonia 2006, Ucrania 2022), inventando noticias falsas u ofreciendo puestos en empresas rusas a políticos europeos de primer nivel.
Todas estas acciones tienen por objetivo sembrar la discordia en el seno de Occidente con el fin de romper el único muro que ha contenido a Rusia desde el final de la Segunda Guerra Mundial: la OTAN.
En el caso de España, la débil y extraña coalición gubernamental también se ha visto afectada por la inestabilidad procedente de Ucrania, ya que algunos miembros de la formación morada se han mostrado contrarios al envío de fuerzas militares a los alrededores de Ucrania. De hecho, ya son varios los políticos de Podemos que han desempolvado las camisetas de “No a la Guerra”. Esta división podría llevar a un nuevo conflicto entre las dos formaciones políticas que hoy componen el Gobierno.
Ahora solo queda por ver cómo evolucionan los acontecimientos. Un primer escenario podría ser la militarización extrema de la zona, lo que podría ser aprovechado por Rusia para ejercer presión sobre otras zonas como las Repúblicas bálticas o incluso Noruega. Ante ello, la Administración Biden no tendría más opción que reducir su presencia en el Pacífico, lo que podría ser aprovechado por China para recuperar Taiwán.
Un segundo escenario pasaría por un ataque limitado (de "falsa bandera") sobre Ucrania que hiciera incrementar el territorio controlado por Rusia o por sus aliados en el este del país. De producirse algún tipo de acción armada, este es el escenario más probable. El tercero es la mencionada invasión a gran escala. Es la opción menos plausible, pero nadie podía imaginarse que Rusia invadiera Osetia y Abjasia en 2008, que se anexionara Crimea en 2014 o que aviones rusos sobrevolaran el cielo de Bilbao.
*Alberto Priego es profesor de la Universidad Pontificia Comillas.
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