La bandera de la Unión Europea no tenía una gota de sangre hasta el 24 de febrero cuando se ha teñido con la derramada por los ucranianos que en primera línea de defensa están sosteniendo con las armas en la mano los valores democráticos que cimentan la UE y constituyen nuestras señas de identidad de las que quieren despojarnos los putinistas invasores. Para los que hayan llegado tarde, repetimos con Liddell Hart aquello de “si quieres la paz estudia la guerra”. Pero estudiar la guerra dista mucho de dar por buenas, en aras de un progresismo confuso y desnortado, las excusas y pretextos aducidos por Putin para llevar a cabo su invasión.
Sostenía con acierto Michel Tatu que, por paradójico que parezca, el enorme aparato militar soviético, ahora en manos de la Rusia de Putin, ha sido edificado no para enfrentar prioritariamente la amenaza más evidente constituida por el arsenal nuclear americano, sino como derivada de una lógica que tiende ante todo a cultivar la superioridad regional, a garantizarse la dominación de Eurasia de la que Rusia es el corazón y la UE apenas un cabo, un apéndice. La invasión de Ucrania prueba la perennidad de la vieja tradición rusa a la que volvieron una y otra vez los sucesivos Politburós después de Stalin, cuya filosofía es que la expansión comienza en la periferia inmediata del imperio y que las conquistas deben consolidarse en razón directamente proporcional a su proximidad. En el entendido de que convencer a los pueblos de la superioridad rusa es el camino para que modifiquen en consecuencia sus comportamientos. De hasta dónde pueden llegar los procedimientos utilizados para convencer puede dar idea la barbarie a que han recurrido las fuerzas invasoras rusas en Bucha.
Discrepancias subyacentes
Los aplausos de la tarde de ayer a Zelenski, que intervenía por video conferencia en una sesión conjunta del Congreso y el Senado, parecieron unánimes, observados desde la Tribuna de Prensa, donde por primera vez en años se agotaron las butacas. No hubo más intervención que la del presidente Pedro Sánchez antes de que se levantara el Pleno, de modo que tampoco pudieron manifestarse las discrepancias subyacentes que adquirirán más visibilidad entre los más afines al Gobierno. Convendría atender a una declaración como la del 31 de marzo de la Fundación Alternativas, que impulsa Diego López Garrido, en la que se sostiene que Europa será capaz de salir reforzada de esta crisis si adopta una posición basada en mantener la unidad política, influir en la solución racional del conflicto, asumir una función activa en la postguerra para la reconstrucción política, material y humanitaria y proyectar las bases de una nueva arquitectura de seguridad en Europa. Veremos.
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