Opinión

El primer bombardeo

Cuando la prensa se hizo un medio de masas, asumió la tarea de impulsar al público y de convencerle para que acompañara y jaleara a los dirigentes políticos en sus hazañas bélicas

En vísperas de la Pascua Militar, que celebraremos en Palacio a mediodía del viernes 6 de enero coincidiendo con la fiesta de Reyes, se ha recordado a José Ortega y Gasset para quien el grado de civismo de una sociedad se puede aquilatar midiendo la preparación y la disciplina de sus ejércitos. En esa misma línea, Rafael Sánchez Ferlosio apuntaba que los espías persas, enviados con la misión de averiguar qué preparativos andaban desplegando los atenienses para defender Termópilas, una vez de regreso en su campamento, al ser interrogados, informaron de que “los hoplitas se estaban peinando”.

Tarea que los estrategos persas valoraron como prueba inequívoca de la determinación de sus adversarios de batirse hasta morir. Porque como escribió un periodista amigo la disciplina gestual, la exactitud sincronizada de movimientos, que algunos observan como si fueran muecas sin sentido están pensadas como parte de un entrenamiento anímico que favorece el encuadramiento, la obediencia mecánica, en la más dura adversidad y bajo los mayores peligros, como resalta don Miguel de Cervantes en el Discurso de las Armas y las Letras del Capítulo XXXVIII del Quijote.

Recordemos que algunos aciertos propagandísticos fueron de tal magnitud que lograron invertir sobre el papel el signo de las victorias obtenidas en el campo de batalla, haciendo abominable la causa del vencedor

Desde la invención de la pólvora se empezó a hablar de la preparación artillera como una operación bélica que debía preceder al avance de la infantería sobre el terreno. Pero antes, ya en la antigüedad más remota, la batalla se ha venido librando en el plano decisivo de la propaganda, convertida en recurso básico a emplear con el propósito de enardecer al público y de contribuir a la mejor definición de una causa dibujada con tintes patrióticos de modo que genere obligado respaldo, mucho antes de desencadenar el avance sobre las posiciones enemigas. De forma que el primer bombardeo debe dirigirse siempre a dañar las posiciones morales del adversario, es decir, a construir con los materiales más innobles, pero más convincentes, el perfil odioso del que se haya decidido que sea nuestro enemigo principal. Recordemos que algunos aciertos propagandísticos fueron de tal magnitud que lograron invertir sobre el papel el signo de las victorias obtenidas en el campo de batalla, haciendo abominable la causa del vencedor que acababa compareciendo como derrotado ante la naciente opinión europea.

El presidente de Ucrania, Zelenski, debe saber que si quiere la gloria más allá de la victoria en el combate hay que respetar las leyes y usos de la guerra

Luego, cuando la prensa se hizo un medio de masas, asumió la tarea de impulsar al público y de convencerle para que acompañara y jaleara a los dirigentes políticos en sus hazañas bélicas. Estos servicios prestados para inducir el acompañamiento acrítico de la opinión pública a los líderes -remember the Maine o las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, por poner dos ejemplos- algo habrán tenido que ver con la pérdida de credibilidad de los medios y con el abandono de los lectores a la prensa de papel.

Que la prensa del martes día 3 en sus ediciones impresas titule a cuatro columnas en primera “Ucrania asesta a Rusia uno de los golpes más letales de la guerra” con un sumario de apoyo según el cual, “La artillería de Kiev mata a cerca de dos centenares de soldados en Donetsk” induce a la perplejidad porque se cobra la impresión de que nos están presentando como heroicidad lo que carece de cualquier carácter para serlo. El presidente de Ucrania, Zelenski, debe saber que si se quiere la gloria más allá de la victoria en el combate hay que respetar las leyes y usos de la guerra.

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