Arranca el segundo invierno en la guerra de Ucrania, el tercero si tenemos en cuenta que la invasión se produjo en pleno invierno. La situación, a diferencia del año pasado por estas fechas, no es precisamente buena. La guerra se ha alargado mucho, mucho más de lo que se preveía al principio cuando todos creíamos que esto se resolvería en cuestión de semanas y a favor de Rusia. Ese plan fracasó, los ucranianos tomaron la iniciativa y para el mes de noviembre ya habían dejado el frente más o menos donde se encuentra hoy. Tenían grandes esperanzas depositadas en una ofensiva estival que liberase grandes porciones de territorio obligando a los rusos a buscar una salida honrosa. La realidad fue muy distinta. El ejército ruso se había atrincherado tras varias líneas defensivas prácticamente impenetrables contra las que chocaron las unidades ucranianas.
Aun con todas esas dificultades los ucranianos se las apañaron para conseguir algunos avances y mantener la moral bien alta. Durante los meses precedentes había allegado mucha ayuda económica y militar desde Occidente. Los países europeos tras un acalorado debate se pusieron de acuerdo para enviar armas pesadas como tanques y se aprobó la transferencia de aviones de combate. El panorama que se presenta de cara a este invierno es mucho más sombrío. Ucrania debe ir mentalizándose de que lo que viene es seguramente la fase más dura de la guerra. Y no ya porque el invierno allí sea especialmente severo, sino porque la incertidumbre reina en torno a la alianza de potencias occidentales cuyo apoyo les ha permitido resistir hasta hoy.
En Europa descontaban que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, no estaba con ellos, pero del resto de cancillerías recibían ánimos y parabienes. Esto ya no es así. En Eslovaquia las elecciones las ha ganado Robert Fico y en los Países Bajos Geert Wilders. Ninguno de los dos se caracteriza por su entusiasmo por la causa ucraniana. Si se lo proponen, estos tres harán todo lo posible para que la Unión Europea afloje con Ucrania y se centre en otras cosas. No se trata de países grandes, pero Holanda sí que tiene peso ya que es un miembro fundador, contribuyente neto y con una mano muy larga en Bruselas. Wilders podría, por ejemplo, cancelar el envío de los F-16 a Ucrania y poner infinidad de pegas a futuros paquetes de ayuda de la UE. Ahora que necesita formar Gobierno parece que está recogiendo cable, pero hasta hace no mucho se deshacía en alabanzas por Putin.
El Reino Unido es, de hecho, el principal aliado que tiene hoy Zelenski en el continente, pero la cantidad de ayuda que le puede llegar desde allí es necesariamente limitada
Estos días también están siendo testigo de una huelga de camioneros en Polonia y Eslovaquia, que han bloqueado los pasos fronterizos con Ucrania. Se quejan de que la UE concede permisos a camioneros ucranianos para conducir por territorio comunitario, algo que, según ellos, les quita el trabajo. Cada vez que la frontera entre Polonia y Ucrania sufre uno de estos bloqueos, en Kiev se echan a temblar ya que la ayuda humanitaria y militar tiene más difícil llegar a su destino. No son problemas irresolubles, pero están ahí y hay que tenerlos en cuenta. El apoyo a Ucrania sigue siendo alto en Bruselas. Orban ha terminado siempre cediendo a cambio de dinero y concesiones para Hungría, lo mismo podría suceder con Fico y Wilders. Fuera de la Unión Europea el apoyo británico se mantiene firme. El Reino Unido es, de hecho, el principal aliado que tiene hoy Zelenski en el continente, pero la cantidad de ayuda que le puede llegar desde allí es necesariamente limitada. Hasta la fecha la ayuda militar británica se cifra en unos 5.000 millones de euros y David Cameron, nuevo secretario de Exteriores, ha pedido más dinero al Parlamento.
Las noticias procedentes de Estados Unidos son mucho más preocupantes. Biden lleva meses intentando aprobar un paquete de ayuda de 61.400 millones de dólares para Ucrania junto con un paquete de ayuda a Israel y Taiwán. Pero los republicanos se lo han tumbado en el Congreso en represalia por la política migratoria. A pesar de que una mayoría de republicanos apoya a Ucrania, han paralizado los 61.400 millones porque, valiéndose de su mayoría en el Senado, han visto que eso pueden utilizarlo como palanca para mover hacia adelante su propia agenda migratoria condicionando las partidas presupuestarias a Ucrania a que ciertos asuntos fronterizos vayan en la dirección que ellos indican.
Ni la industria armamentística europea ni la estadounidense consiguen producir suficiente munición para satisfacer las crecientes necesidades de Ucrania. Corea del Sur se ha convertido en uno de sus principales proveedores este año
No podía llegar esto en peor momento para los ucranianos. Tienen los polvorines al mínimo y es previsible que eso lo aproveche Rusia. Estados Unidos no puede reponer esas reservas hasta que el Congreso no lo apruebe. Biden ha mostrado voluntad de llegar a un acuerdo para sortear el bloqueo, pero realmente no se sabe si se podrá hacer ya que se trata de mucho dinero. El paquete de 61.400 millones de dólares deja en simple calderilla a los paquetes anteriores. Han ido soltando el dinero con cuentagotas, pero esta vez querían que fuese mucho de golpe y he ahí el problema. Si se aprueban esos fondos quedarán libres para su entrega, que es lo que quieren evitar los críticos con la ayuda a Ucrania. Una vez aprobado ya no habrá vuelta atrás y perderán la posibilidad de negociar paquete a paquete como han hecho hasta ahora.
Pero los problemas no terminan ahí. Ni la industria armamentística europea ni la estadounidense consiguen producir suficiente munición para satisfacer las crecientes necesidades de Ucrania. Esto ha tenido como consecuencia que Corea del Sur se haya convertido en uno de los principales proveedores este año. Pero el suministro coreano no es ilimitado y la producción estadounidense y europea aún no está en los niveles necesarios para sostener a Ucrania en el futuro. Si no se resuelve este problema, las consecuencias serán desastrosas.
Poniéndonos en lo mejor, en que Biden consiga que salga adelante el plan de los 61.400 millones, hay una amenaza mucho mayor en el horizonte: el cambio de Gobierno en Washington, algo que podría producirse en poco más de un año. Según lo que nos cuentan las encuestas de intención de voto, y a falta de conocer al candidato republicano que saldrá de la convención de Milwaukee en el mes de julio, si las elecciones se celebrasen mañana ganarían los republicanos. Si el candidato es Trump ganaría con un promedio de unos 3 puntos sobre Biden. Si el candidato es Ron DeSantis la victoria republicana sería por uno o dos puntos. Si la candidata fuese Nikki Haley también ganarían por poco los republicanos. Son encuestas a un año vista y aún no han ocurrido muchas cosas que influirán sobre los resultados finales, pero los republicanos entran con fuerza en el año electoral.
Aceptar el ingreso de Ucrania a la UE es una buena idea, pero también un brindis al sol en tanto que para formalizar ese ingreso harán falta muchos años de negociaciones
Si ganase Trump las consecuencias para Ucrania serían de alcance. Trump no quiere seguir dedicando dinero del contribuyente a apoyar a Ucrania, un país con el que, dicho sea de paso, tiene una relación tormentosa. Recordemos que el primero de sus “impeachments” se debió a un asunto ucraniano, el de los papeles que involucraban a Hunter Biden en un caso de corrupción en Ucrania. En Moscú son plenamente conscientes de esto por lo que su estrategia es simplemente resistir el tiempo suficiente para que una presidencia de Trump interrumpa la ayuda militar que mantiene a los ucranianos combatiendo. Necesitan aguantar un año más y luego recoger los frutos. Por eso apuestan por extender esto hasta, como mínimo, 2025. Tal y como están las cosas sería un milagro que Ucrania resistiese hasta entonces.
Europa no puede permitirse el lujo de admitir que Putin se alce con la victoria que, aparte de la ganancia territorial, tendría un contenido simbólico enorme. Sería una vergüenza para la Unión Europea y para la OTAN en su conjunto, un varapalo del que les costaría mucho recuperarse. Aceptar el ingreso de Ucrania a la UE es una buena idea, pero también un brindis al sol en tanto que para formalizar ese ingreso harán falta muchos años de negociaciones. Necesitan hacer unas cuantas cosas más, empezando por asumir internamente que el riesgo existe y poner todo lo que tengan a mano para que Ucrania resista el embate ruso durante el próximo año. Al final esto es una cuestión de resistir. Rusia tiene una capacidad de resistencia mucho mayor que Ucrania, pero no mayor que la máquina económica de Occidente. Esa es la que, en última instancia, marcará la diferencia.
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