Me entero en los diarios de que el slogan de campaña de la señora Ana Pontón es “Son unha rapaza de aldea”, lo que no significa que Pontón sea una “chica de aldea”. Pontón es una chica tribal. No todas las chicas y chicos de aldea son tribales, pero en el caso de Pontón, una nacionalista antiespañola gallega, sin duda. Pontón a los quince años dejó de alternar el gallego y el español y, poseída por el espíritu aldeano de todo nacionalista, decidió “hablar todo en gallego”. También en su época estudiantil, según ha trascendido, durante un concurso de belenes en el instituto, eliminó la parte religiosa del belén y la sustituyó por héroes independentistas gallegos, entre los cuales, curiosamente (o no) había “un contrabandista de coca”.
Pontón es la candidata del BNG (Bloque Nacionalista Galego) a las próximas elecciones gallegas. El BNG es un partido tribal, aunque lo disimule. Ya lo dijo Lenin, “dos pasos adelante y uno hacia atrás”; hasta que nos pongan la soga al cuello. Si gana Pontón, aliada al PSOE (el más grande y poderoso partido tribal de España), impondrá la inmersión lingüística y la discriminación y persecución del gran idioma español en la provincia o región gallega. Y se unirá a la campaña de desespañolización de las dos potencias tribales antiespañolas, la catalana y la vasca, y a la guerra contra la Guardia Civil. Pontón es la última pústula virulenta en el cuerpo enfermo de España.
Guerra contra la Guardia Civil, encabezada por el sanchismo y su esbirro mayor, Marlaska. La Guardia Civil estorba a los planes bolivarianos de Sánchez y sus tribales. Antes pensaba que Sánchez era un cretino mañoso, ahora creo que es un tipo muy peligroso. Este es un hombre capaz de humillarse ante delincuentes prófugos para gobernar, y un hombre carente de escrúpulos, que no duda en convertirse en chambelán del déspota Mohamed VI. Lo que significa ser cómplice del narcotráfico y la invasión ilegal proveniente de, y administrada por, Marruecos.
Una ráfaga de balas a tiempo hubiera salvado la vida de estos hombres, que no hacían más que su trabajo, que cumplían con su deber de protegernos del Mal
La última tragedia que agradecer al sanchismo es el asesinato, a manos de narcotraficantes, de dos guardias civiles en Barbate. Esas muertes apestan a Marruecos. A la dictadura marroquí, que controla, repito, el negocio de la droga y su exportación a Europa, a través de España. Pensar que la dictadura marroquí no tiene nada que ver con el narco marroquí es de idiotas, o algo peor. Y apestan además estas muertes, a Gobierno progre. Apestan a Sánchez y a Marlaska. Todo se enmarca en el desmantelamiento progresivo de la Guardia Civil que no tiene razón de ser en la España Tribal de Sánchez y sus cómplices.
Los guardias asesinados, y sus compañeros a bordo de la ridícula lancha marlasko–sanchista, iban armados en el momento en que la embarcación de los delincuentes, a punto de convertirse en asesinos, se les echó encima. La intención de los criminales era obvia. ¿Por qué no dispararon los guardias en legítima defensa? Qué les impidió disparar. Dejarse matar, prácticamente. Ya se los digo: las leyes progres. Tienen órdenes de no disparar. ¿De qué sirve un arma si los que vienen a matarte saben que no puedes disparar? Una ráfaga de balas a tiempo hubiera salvado la vida de estos hombres, que no hacían más que su trabajo, que cumplían con su deber de protegernos del Mal. Sí, el Mal existe. Y en este caso, eran los narcotraficantes. ¡Pero los agentes del Bien tenían órdenes de no disparar! A estos dos guardias civiles los mataron los narcotraficantes, pero también el estado de cosas progre que les impidió defenderse. Si hubieran disparado, hoy estarían acusados, denigrados y abandonados a su suerte por el Estado y su legión de cineastas, tertulianos a sueldo, y otros mamertos progres.
Y en este trágico escenario de traición y muerte, la primera tarea del sanchismo es llamar a la reconciliación. Se oye por todas partes. ¡La Reconciliación! La misma cantaleta venenosa que vengo escuchando hace décadas de parte de los esbirros y de los cómplices de la dictadura cubana. ¡Reconciliación! Pero. ¿Con quién? ¿Con los que han instaurado una dictadura que ya dura sesenta y cuatro años? ¿Con los que han convertido la isla donde nací en una franquicia de Somalia? Yo no tengo que reconciliarme con ellos. ¡Son ellos los que deben reconciliarse conmigo!
El traidor y el enemigo
Pero. Quedémonos en España. Los españoles, ¿con quién han de reconciliarse? ¿Con los que llevan cuarenta y cuatro años arrinconándolos, traicionando lo mejor del espíritu de la Transición, violando las leyes del país, robando, conspirando para separarse del país, matando españoles por ser españoles, utilizando la libertad y las leyes españoles para inventar países y naciones que no existen, con el fin de desespañolizar España y convertirla en un mejunje de tribus grotesco, delirante y cavernícola? ¿Con esos han de reconciliarse los españoles? Es decir, ¿deben reconciliarse con los quieren destruirlos y exterminar a los ciudadanos españoles libres e iguales?
A mi modo de ver, todo el que venga a hablarnos de reconciliación y de países y naciones que no sean la nación y el país español, es el traidor, y es el enemigo.
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