Opinión

El último tractor de Europa

En estas últimas semanas los agricultores de algunos países europeos, especialmente Holanda y Alemania, han protagonizado tractoradas para protestar por la ruina del sector. Por esa soga verde de la agenda climática que les (nos) aprieta cada vez más el

En estas últimas semanas los agricultores de algunos países europeos, especialmente Holanda y Alemania, han protagonizado tractoradas para protestar por la ruina del sector. Por esa soga verde de la agenda climática que les (nos) aprieta cada vez más el cuello. Han sacado sus tractores por las autopistas; han formando palabras de S.O.S. por la noche con sus luces en el campo. Todo muy bonito, exótico e instagrameable para una ciudad indolente que pasea en bici su ceguera, su cruel idiocia climática. Pero tengo algunas esperanzas puestas en los agricultores franceses. Son gente seria a la hora de organizar revueltas salvajes. No les queda nada que perder y saben quién se lo ha arrebatado todo. En Francia se suicida un agricultor al día. Esa desesperación de quien pone todo su dinero para trabajar como animales su tierra de sol a sol, para que al final sólo tengan miseria, deudas con bancos o hacienda y una espalda molida. Se ignora esa realidad como si no nos afectase a todos la ruina de quien nos da de comer. Ellos no pasarán hambre, los urbanitas, sí.

La ruina del campo no es una tragedia de los tiempos modernos, es una agenda para acabar con la industria agroalimentaria europea, llevarnos a miseria y la dependencia. ¿Cómo es posible que antes una pequeña granja alimentase, vistiese y proporcionase una vida con futuro a varias familias y ahora con más maquinaria y mayores extensiones los agricultores estén en la absoluta ruina matándose a trabajar? Lo que ha pasado entre medias es el Estado y la Unión Europea.

El patriotismo es más necesario que nunca en Europa

En el caso del campo español el desmantelamiento comenzó antes, hace décadas con la PAC (Política Agraria Común). Uno de los principales ejes de actuación de la Unión Europea que básicamente consistía en impedir que los agricultores y ganaderos españoles produjesen los recursos propios. A cambio se ofrecían ayudas, alguna subvención por olivo, litro o hectárea no cultivada para beneficiar a los agricultores y ganaderos de Francia y Alemania. Ésta ha sido la forma de ser europeos de los gobiernos españoles, mostrarse agradecidos de pertenecer a Europa y ser un país dispuesto a acabar consigo mismo para beneficiar a terceros a cambio de algo de dinero. Nunca lucharon por los intereses de España. El patriotismo es más necesario que nunca en Europa.

Las políticas climáticas que se han llevado a cabo desde las distintas administraciones han ido encaminadas a acabar con la industria agroalimentaria europea y provocar una deslocalización en países como Marruecos. Desde Bruselas se regulan todos los requisitos fitosanitarios exigibles a la producción europea que eleva costes mientras proporciona ayudas a terceros y les abre el mercado sin exigirles los mismos requisitos. La Unión Europea es el garante de una competencia desleal en favor de los intereses de unos pocos, grandes empresarios que ya han trasladado sus cultivos. El problema es que la deslocalización agraria también provoca el cierre de otros sectores relacionados con la producción, no se reduce a que comamos tomates marroquíes o naranjas de Turquía.

Las políticas climáticas que se han llevado a cabo desde las distintas administraciones han ido encaminadas a acabar con la industria agroalimentaria europea y provocar una deslocalización en países como Marruecos

La clave de la ruina del sector agrario en toda Europa y especialmente en España se debe al desmantelamiento del sector energético, el principal objetivo del Pacto Verde y la Agenda 2030. Bajo la excusa de reducir CO2, que es intrínseco a la vida y el desarrollo del bienestar de la Humanidad, pretenden reducir la producción hasta niveles del cultivo de subsistencia previo a la Revolución Industrial. Hay una élite que para incrementar su riqueza perseguirán la desindustrialización y el hundimiento de la prosperidad de tantos.

Un agricultor español ha tenido que hacer frente en los últimos años a un incremento del precio del gasóleo agrícola de un 67% y donde los fertilizantes se han triplicado. Le persiguen cuatro administraciones para hacer controles sanitarios y exigirle más gastos. Se despierta a las 4:00 de la mañana y escucha a la Ministra de Hacienda culpar a los agricultores del incremento del precio de los productos cuando es un mercado cautivo de las grandes cadenas de distribución con unos costes donde les renta no trabajar. Es asombroso que aquí no haya habido una revuelta a la francesa.

La planificación de su ruina está en marcha. Sólo puede salvarnos una protesta efectiva en la que el Gobierno pase hambre y parar la agenda verde hasta que quede el último tractor en Europa.

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