Opinión

Un asunto estético

Yo veo las próximas elecciones generales como un asunto estético. Sacar a Sánchez y su pandilla de etarras, independentistas, wokistas y comunistas del poder, tiene tanto que ver con ideologías y estrategias económicas, como con la est

Yo veo las próximas elecciones generales como un asunto estético. Sacar a Sánchez y su pandilla de etarras, independentistas, wokistas y comunistas del poder, tiene tanto que ver con ideologías y estrategias económicas, como con la estética. Hay algo profundamente contrahecho, feo, en este gobierno. La estética es una categoría moral. La estética es mucho más importante de lo que se piensa. La estética es el listón moral que nos brinda la Civilización. El instrumento que, junto a la risa, nos lleva del chimpancé  al hombre civilizado.

Esa fealdad moral es la que le ha permitido pactar con etarras, comunistas, golpistas, xenófobos, racistas e independentistas enemigos de España

El nivel moral, y en consecuencia estético, de la política española bajo el gobierno de Sánchez y su pandilla, es intolerable. Todos los gobiernos que ha tenido España han sido corruptos e inmorales, debido a la red parasitaria que ha construido el bipartidismo en las últimas décadas. Cierto. Todos han puesto al Partido y sus batallones de vampiros que chupan la sangre de los impuestos de los españoles, antes que los intereses de esos españoles. Pero. A pesar de sus taras, chanchullos, indecencias y delincuencias bien documentadas, ningún otro gobierno ha alcanzado los niveles de fealdad moral del Gobierno de Sánchez.

Esa es la razón principal por la que hay que acabar con Sánchez y su pandilla. Esa fealdad moral es la que le ha permitido pactar con etarras, comunistas, golpistas, xenófobos, racistas e independentistas enemigos de España, llevando al país (España, el único país que hay en España) a un sumidero político, intelectual y moral de cuyo poder de succión, de seguir Sánchez y su pandilla en el poder, será imposible escapar.

El comienzo de la campaña electoral prueba lo que digo. Acabo de ver a la ministra María Jesús Montero en la tele. Quedé abrumado. No porque fueran nuevas para mí su pobreza argumental, sus taras cognitivas, su vulgaridad de solar cubano o su enunciación patizamba. Me abrumó su mutación. No era la misma Montero, que, con todos sus defectos, al menos era algo (cómico, patético, pero algo): lo que gesticulaba en la pantalla era un ser mitad autómata mitad maniquí, el más perfeccionado producto de la degeneración moral y estética del sanchismo. Y aquel maniquí, aquel muñeco de cuerda que zumbaba en la pantalla, constituía la prueba de que la metástasis sanchista ha alcanzado la cima de su capacidad para privar todo lo que cae bajo su influencia de cualquier atributo estético, de cualquier singularidad o arista moral. Esto suele pasar en los regímenes fálicos, donde en la atmósfera erótica que emana del Líder, sólo medran los enamorados dispuestos a transformarse en muñecos de ventrílocuo.  Me resulta fácil identificar a estos seres caricaturescos. Conviví con ellos. El castrismo los produjo a millones.  

Mantener a un hombre así como jefe de Gobierno o, diré más, en cualquier nivel de acceso al poder político, es una desgracia para la libertad, la democracia, y el futuro de España

El señor Sánchez no es un político (desgracia ineludible si se quiere vivir en democracia) es un engendro de dominio, la encarnación de un curioso cúmulo de frivolidad, egolatría, narcisismo, ausencia de límites éticos, indecencia irresponsable y burricie sentimentalizada. Mantener a un hombre así como jefe de Gobierno o, diré más, en cualquier nivel de acceso al poder político o al cofre del tesoro de los contribuyentes, es una desgracia para la libertad, la democracia, y el futuro de España. 

Alrededor de este polo de atracción obscena se agrupa lo peor que la política española ha producido en décadas. Lo que antes era un político mentiroso y ladrón de toda la vida, ahora es un torpedo financiado por los españoles, cuyo objetivo es la línea de flotación de la supervivencia de España y la extinción de los españoles libres e iguales.

Es imperativo sacar a Sánchez y su pandilla del poder. Pero. Todo hay que decirlo. Lo del señor Feijóo, probable o posible ganador de las elecciones, es muy preocupante. El líder del PP acaba de decir, frente a un poderoso grupo de empresarios catalanes, léase frente a la infausta oligarquía catalanista, que en Galicia siempre ha hablado, en sus apariciones públicas y en su desempeño como presidente de esa comunidad autónoma, en gallego. ¿Qué quiso decir Feijóo al enarbolar esta soflama tribal? Bueno, creo que lo que quiso decir está claro. Quiso decir que ve con total naturalidad la guerra que tiene lugar en Cataluña contra el idioma español. Quiso decir que para Feijóo, España es una nación de naciones, esa ficción pestilente. Quiso decir que el tribalismo, principal razón de la desespañolización que padece España, contará con el respaldo del presidente Feijóo y que Cataluña y el País Etarra, también conocido como País Vasco, seguirán siendo fábricas de patriotas catalanes y vascos (y el resto de la purria); fábricas de españoles no españoles a la espera de la reconquista de sus patrias inventadas. Y quiso decir, que el Señor Feijóo no piensa hacer nada para combatirlos. Todo lo contrario.

Los que crean que el señor Feijóo, gallego primero, viene a cambiar el curso de la tan avanzada balcanización española, tal vez tengan una gran decepción al comprender que Feijóo no es más que otro “pacificador”. Es decir otro vendedor de la misma mercancía podrida de siempre.

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