La izquierda en España siempre ha tenido claro qué hacer con el poder. De ahí su virulencia, por la urgencia, en alcanzarlo y no perder el que importa. El que les asegura mandar sin cargo para volver a él. Incluso alguien sin preparación alguna como Montero ha demostrado que el Ministerio de Igualdad sólo es inútil para el bienestar de los ciudadanos, pero no para la implantación de la ideología de género. Con especial atención a su peligrosa agenda trans, ha conseguido en tres años de acceso al BOE (el único sitio donde importa lo que publiques), que el adoctrinamiento queer avance y empiecen a aumentar los casos de una mal autodiagnosticada disforia de género.
Si los siete años de gobierno socialista de Zapatero sirvieron para cambiar la realidad social española, los siete siguientes de Mariano Rajoy sirvieron para consolidar el proyecto de aquél en un sistema que da la espalda a los ciudadanos. El rajoyismo representó un socialismo a otra velocidad que evitó una intervención económica a lo Grecia. Nunca nadie tuvo tanto poder inútil para sus votantes. Los años perdidos que facilitaron el escenario actual, un país sin posibilidad de defenderse de sus gobernantes.
Si los camareros acuden a las propinas, muchos se agolpan alrededor de quien desprende poder sin plantearse para qué lo utilizará. Núñez Feijóo acaricia la presidencia del Gobierno tras la mayoría absoluta en Andalucía de Juanma Moreno, con quien comparte exactamente la misma visión de hacer política. La interpretación de dichos resultados por los expertos mediáticos es una traslación de los mismos al panorama nacional. Es curioso que cuando Ayuso ganó en Madrid esos mismos medios decían que no servía su política para el resto de España, pero por alguna cuestión mística que se me escapa, de quienes ni quieren, ni saben defender los intereses de España, la realidad de Galicia y la de Andalucía son perfectamente trasladables al resto del país.
Hay una euforia mediática con la difusión del mensaje que “España lo que necesita es gestión económica, tranquilidad institucional y paz social”. No olvidar que ésta la determina la izquierda. Hasta ahora. No puedo deshacerme de esa inquietud, de esa preocupación e inseguridad porque se repita una especie de rajoyismo 2.0. a manos de Feijóo. Es cierto que es más trabajador y con más ganas de ejercer el poder, pero, ¿para hacer qué?
Si disfrazar el riesgo económico genera recesiones, obviar los graves e incómodos problemas en los que se encuentra España destruye un país, incluso una civilización. Por eso es peligroso que el relato sea que lo que necesita España es aplicar la misma política de Juanma Moreno. Gestión económica, no corrupción y la servidumbre absoluta a las políticas suicidas de la izquierda. “Pero, por fin nos libraremos de Sánchez”— se celebra con razón. Sin duda es necesario que alguien que actúa en contra de los intereses de los españoles salga del poder, pero no es suficiente.
No es posible hacer como si Sánchez nunca hubiese existido sólo con que pierda unas elecciones. La devastación institucional, económica, exterior, industrial, agrícola es inasumible. Hemos llegado a esta situación porque no se hicieron las reformas para evitarlo cuando se tuvo mayoría suficiente. Derogar su normativa y crear una para que no volvamos a estar en manos de alguien que actúa desde la Presidencia de España contra los intereses de los españoles. Que seamos algo parecido a una democracia.
Más que entusiasmo por Feijóo, este mensaje de necesidad de moderación por encima de un Gobierno fuerte y decidido a transformar España para fortalecerla y evitar el colapso más cercano, me genera preocupación. La moderación es el nombre que usan para imponer la apatía ciudadana y el silencio ante los abusos del poder.
Se encumbra a Feijóo por alardear de una forma de hacer política no conflictiva, pero necesaria, como la revolución energética que necesitamos. Nucleares, las centrales térmicas, explotar nuestros propios recursos e invertir en su exploración y explotación. La situación en la frontera sur. En materia de inmigración Moreno ha aplicado las medidas que el islamoizquierdismo andalucista del PSOE había establecido. La educación, la seguridad en las calles, la propiedad, la justicia, acabar con el terror fiscal y mejorar los caros servicios público. Todos problemas cotidianos en un sistema muerto a punto de impresionar. Los españoles no quieren conflicto, pero para evitarlo hay que hacer reformas transformadoras, no un discurso vacío de gestión.
Pero igual de importante es no asustar a los votantes, ni distraerlos en una especie de espera a que el país colapse y entonces entrar en el poder, como ha sucedido en la campaña de Andalucía. Hay que evitar llegar a una situación irreversible para todos, para España. Mientras, la bolsa de la compra sube y el combustible se dispara. Llegar al poder, ¿para qué?
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