Cuando se dice que las nuevas tecnologías eliminan puestos de trabajo, se piensa normalmente en trabajos cualificados de alta tecnología. En determinadas ramas de la actividad económica las cosas están siendo de esa manera, hasta el punto de que los enemigos de las Nuevas Tecnologías desearían que volviéramos a los tiempos en que la técnica no dominaba casi todas las ramas de la actividad. La experiencia diaria nos pone ante situaciones que no necesitan de mucha innovación, pero que va eliminando personas para sustituirlas por artilugios.
Es normal encontrarse con cortes en carreteras como consecuencia de las mejoras que en ellas se realizan. Si esas vías son de dos carriles, lo normal es cortar un tramo de un carril para dejar exento el otro. Los encargados de parar el tráfico en un determinado punto para que los que circulan en sentido contrario pudieran pasar sin peligro de colisión eran trabajadores. No sé si el trabajo que realizaban con un banderín rojo y otro verde y un talkie walkie estaba bien o mal pagado. El esfuerzo que hacían no era como para doblarse, pero las condiciones en las que ejercían su actividad eran penosas; penosas en verano por el calor que soportaban a pleno sol al mediodía y penosas en tiempos de lluvias sin posibilidad alguna de guarecerse.
Pues bien, una sencilla tecnología en forma de semáforos enclavados provisionalmente en las carreteras ha llegado para sustituirlos. Dos semáforos amortizan dos puestos de trabajo. Esos artilugios castigan al conductor que pierde el tiempo cuando se topan con ellos en rojo. Así permanecen hasta que la programación lo torna al verde. El conductor en rojo puede estar esperando varios minutos sin que en sentido contrario circule ningún vehículo. La empresa constructora se ahorra dos salarios y los conductores dilapidamos nuestro tiempo.
Las empresas concesionarias ahorran el salario de varios cobradores y se podría deducir que, a cambio, bajarían las tarifas. No. Se ahorran salarios, mandan gente al paro y suben las tarifas
Dentro de la misma rama, en las autopistas y autovías de pago han quitado los cobradores que cambiaban el ticket por dinero y los han sustituido por máquinas que leen ese ticket y cobran el viaje aun a riesgo de romperte el brazo si pretendes recoger el cambio si has pagado con billetes o monedas. Las empresas concesionarias ahorran el salario de varios cobradores y se podría deducir que, a cambio, bajarían las tarifas. No. Se ahorran salarios, mandan gente al paro y suben las tarifas, que para algo estamos en tiempos de subidas.
Si vamos a otros sectores, cada día más se sustituyen a trabajadores de grandes supermercados por máquinas que leen el código de barras de los productos que adquiere el consumidor sustituyendo a la persona que antes iba marcando en caja esos mismos productos. Ahora la persona ha desparecido y la máquina lee, suma y cobra. La empresa se ahorra trabajadores, pero los productos no bajan de precio, a lo más que llegan es a bajar de peso. El cliente compra, hace de cajero y de cobrador. Y paga lo mismo o más que cuando era una persona la que cobraba.
En algunos restaurantes, el cliente hace el pedido en el mostrador y a continuación ocupa su asiento a la espera de que un aparatito puesto encima de la mesa le indique que su pedido puede pasar a recogerlo para llevarlo a la mesa y pagar por el mismo. En algunos casos hasta pretenden obligar a recoger la mesa en la que se ha tomado lo demandado. El ciudadano ejerce de cliente, de consumidor, de camarero y de limpiador. La mayoría obedece y limpia la mesa como nunca lo hace en su casa. El restaurante ahorra en personal pero el precio de lo consumido no baja sino que sube.
Estamos en tiempo de reducir plantillas y de subir precios. Lo único que no sube es lo que venden la mayoría de las personas: su trabajo. Todo sube menos el precio del trabajo; en muchas ocasiones, incluso baja. Da la sensación de que se valora más un kilo de tomates o un litro de leche que el kilogramo de fuerza que vende el trabajador.
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