Opinión

Un mundo con población decreciente

El fin del crecimiento de la población tendrá consecuencias políticas, económicas, y sociales tanto en Europa como en el resto del mundo

  • Una calle de China llena de gente -

Ahora que estamos (otra vez) con una reforma de las pensiones en ciernes, no es mala idea hablar un poco sobre demografía. En el caso de España, el debate está relativamente claro y el problema es conocido. La natalidad ha descendido hasta mínimos históricos, muy por debajo de la tasa de reemplazo. Eso hace que, por un lado, nos dirijamos hacia un escenario donde la población activa será un porcentaje cada vez menor del total. Dado que nuestro sistema de pensiones (igual que la práctica totalidad de los países desarrollados) paga las prestaciones del dinero que recauda a los asalariados, hay que hacer retoques, porque sino no hay dinero suficiente.

Más allá de las pensiones, sin embargo, el envejecimiento primero, y disminución paulatina del número de habitantes del país después, tiene consecuencias económicas y políticas importantes. Para empezar, el mayor gasto en pensiones hace que, necesariamente, haya menos dinero para invertir en el resto de la economía. Segundo, el cambio demográfico implicará una disminución gradual de la demanda, primero porque los mayores son menos propensos a consumir, segundo porque simplemente habrá menos población. Con una población activa menor, la mano de obra puede acabar encareciéndose, haciendo el país menos competitivo.

En agregado, todos estos factores reducirán el crecimiento potencial de la economía de forma considerable. Una sociedad donde hay más mayores que jóvenes, que crece lentamente, y donde hay menos recursos para invertir crea un escenario tremendamente incómodo para cualquier gobernante.

La solución obvia ante este problema demográfico es adoptar políticas que reviertan la caída de la población. Esto se puede hacer con políticas de natalidad, con ayudas muy, muy, muy generosas para familias con hijos y un mercado laboral menos disfuncional del que tenemos ahora. Aunque esta clase de medidas son buena idea, no son en absoluto soluciones mágicas; los dos países europeos con políticas de natalidad más agresivas (Suecia y Francia) siguen teniendo unas tasas de fertilidad por debajo del 2,1 que necesitas para tener una población estable. Por supuesto, cualquier cosa que mejore la abismal fertilidad española haría solventar el problema de las pensiones algo mucho más sencillo, pero dado que los niños tienen la manía de tirarse un par de décadas creciendo antes de ser miembros productivos de nuestra sociedad, poco arreglaríamos a corto plazo.

En España tenemos la suerte de que hay un continente entero lleno de gente que habla castellano, son culturalmente similares y están encantados de venir

La otra vía para revertir el decrecimiento de la población es importar habitantes, es decir, la inmigración. He dicho más de una vez que la inmigración es muy buena para el país receptor y que Europa haría muy, muy, muy bien acogiendo muchos más inmigrantes. Políticamente, esto no es siempre del todo popular, pero en España tenemos la suerte de que hay un continente entero lleno de gente que habla castellano, son culturalmente similares y están encantados de venir si se les da la oportunidad sin movilizar demasiada oposición.

El problema, sin embargo, es que todo parece indicar que esta no es una solución demasiado factible a medio plazo. Y no por motivos políticos, sino porque el cambio de tendencia demográfica no es algo exclusivo de Europa. La tasa de crecimiento de la población se está frenando en todo el mundo, hasta el punto de que América Latina va a dejar de crecer allá el 2040, y empezará a perder población en la segunda mitad de siglo. El frenazo demográfico es visible también en Asia, que alcanzará su pico el 2055 y Oceanía. Estados Unidos y Canadá seguirán creciendo ya que importan mano de obra como nadie. Sólo África seguirá con un crecimiento de la población sostenido durante el resto del siglo. Antes del 2100, la población del planeta dejará de crecer, dejando a muchos, muchos, muchos países con el mismo problema demográfico al que nos enfrentamos en Europa. Importar mano de obra será complicado porque todo el planeta empezará a andar escaso de mano de obra.

La tasa de crecimiento de china se ha frenado mucho esta última década, en no poca medida porque se están quedando sin mano de obra que movilizar

Vale la pena recalcar, además, que este no es un escenario que esté demasiado lejos en el tiempo. Tanto Japón como Corea del Sur empezaron a tener crecimiento de la población negativo hace unos años; el estancamiento japonés es bien conocido, y Corea en muchos aspectos apunta en la misma dirección. Hay muchos economistas que creen que una parte considerable de los problemas económicos de China son el resultado directo del envejecimiento de su población. Su tasa de crecimiento se ha frenado mucho esta última década, en no poca medida porque se están quedando sin mano de obra que movilizar. China es un país enorme, así que su economía es gigantesca, pero sigue siendo relativamente pobre por cápita; aumentar el nivel de renta será complicado cuando el país está perdiendo población rápidamente.

Ver tu economía estancarse cuando eres un país tan rico como Japón, Alemania o Corea es un problema, pero no una tragedia inmediata. Que eso suceda en un país de renta media como China o Latinoamérica puede tener consecuencias políticas más graves. Y este no es un escenario lejano: casi toda América Latina se va a meter en tasas de fertilidad por debajo de dos esta década, y si a eso le sumamos las pérdidas de población por emigración, la pérdida de población, con su impacto económico asociado, puede acentuarse aún más.

Lo fascinante en todo este asunto es que estos cambios demográficos son probablemente inevitables; no hay gran cosa que los gobernantes puedan hacer para revertir estas tendencias. Es también muy probable que en el fondo no sean una mala noticia, dado que las tasas de crecimiento de la población durante los últimos 70 años no eran en absoluto sostenibles.

Lo que es seguro es que el fin del crecimiento de la población tendrá consecuencias políticas, económicas, y sociales tanto en Europa como en el resto del mundo, y debemos estar preparados para ellas.

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