La semana pasada se ha publicado una obra de Sergio del Molino –conocido autor, entre otras, de La España Vacía–, a cargo de Editorial Alfaguara, cuyo título es Un tal González. Sí, redactado con un estilo sobresaliente, el libro es lo que parece: en vísperas del 40 aniversario de la gran victoria electoral del PSOE, que se cumplen el próximo 28 de octubre, el autor nos trae una crónica, que literalmente se devora, que tiene como protagonista a Felipe González. Crónica que recorre desde el final del franquismo hasta que dejó la secretaría general del PSOE en 1997, y atraviesa toda la Transición y todo su período de gobierno, desde 1982 hasta 1996. O mejor, crónica que se prolonga hasta el día de hoy.
Si Felipe González es el protagonista indiscutible de esa obra, entre los innumerables personajes que necesariamente aparecen a lo largo de la misma, personalmente es muy de agradecer el trato tan cordial, exquisito, hacia dos de ellos en especial: el presidente Adolfo Suárez, hombre esencial en la Transición española, y Alfonso Guerra, hombre éste esencial para tantas cosas y desde luego en el PSOE.
Para el presidente González el problema dramático del terrorismo fue una de sus obsesiones a lo largo de sus más de trece años de gobierno
Hay además, a lo largo de la obra, una mención muy reiterada al terrorismo de la bandaETA, quedando claro quepara el presidente González ese problema dramáticofue una de sus obsesiones a lo largo de sus más de trece años de gobierno. La obra adopta la forma de escenas concretas que se van desarrollando a lo largo del tiempo. Me quiero detener en una, denominada “Palacio del Elíseo, París, 20 de diciembre de1983, 15.00” (pags. 186 a 194) en que Sergio del Molino describe una reunión entre elpresidente de la República francesa François Mitterrand y el presidente del Gobiernoespañol Felipe González. Tema de la reunión: la colaboración francesa con las autoridades españolas en la lucha contra el terrorismo etarra.
En esa época, era biensabida la falta de tal colaboración. Transcribo una parte de esa reunión, en la que Felipe González le muestra al presidente francés unos dosieres, y le dice: «Quiero que veas la lista. Mira, esto es sólo de este año, tengo una lista más completa, con víctimas de otros años, pero con la de 1983 será suficiente. El 2 de enero, Miguel Mateo Pastor, guardia civil: tiran varias bombas contra el convoy en el que viaja por la carretera y lo rematan con una ráfaga de metralleta.
El 5 de febrero, una bomba puesta en un banco de Bilbao mata a tres empleados. El 12 de febrero tirotean a Joaquina
Llanillo, de treinta y dos años, embarazada. En realidad, querían matar a su marido, que era detective, pero este sólo resultó herido. Salían de casa en Tolosa para ir a las fiestas de carnaval.
El 25 de marzo ametrallan un convoy policial y muere el cabo Ramón Ezequiel Martínez. El 27 de marzo, el policía Aniano Sutil muere en San Sebastián mientras maniobraban para desactivar una bomba, que le explota en las manos. El 4 de mayo, en Bilbao, intentaron secuestrar a un teniente de la policía, Julio Segarra, en un aparcamiento. Mientras lo metían en el maletero, apareció un policía que no estaba de servicio, acompañado de su mujer embarazada. Como llevaba el arma, se enfrentó a los terroristas, que abrieron fuego contra él, su mujer y el teniente que intentaban secuestrar. Los tres murieron».
Cuarenta asesinatos más
Dejemos la transcripción ahí, cuando Felipe González le ha narrado a su interlocutor once asesinatos terroristas, del 2 de enero al 4 de mayo de 1983. Pero la lista sigue pormenorizadamente a lo largo del resto del año 1983, en el que la banda terrorista ETA cometió con otros 29 asesinatos. Imposible saber cuántos de esos 40 asesinatos de 1983
resultaron esclarecidos, la obra no nos lo dice.
Ahora bien, sí tenemos informes que nos permiten abordar esa cuestión. Cito éste, del entro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. En el período 1978–1987 la banda terrorista cometió 521 asesinatos; en el período 1988–1998 la banda terrorista cometió 202 asesinatos; y en el período 2000–2009 la banda terrorista cometió 57 asesinatos. Hacen un total de 780 asesinatos. Sobre ese total, en el período 1978–1988 se produjeron 218 asesinatos no esclarecidos; en el período 1988–1998 se produjeron 67 asesinatos no esclarecidos; en el período 2000–2009 se produjeron 26 asesinatos no esclarecidos; hacen un total de 311 asesinatos no esclarecidos para el período 1978–2009.
Una banda que tiene incluso desaparecidos en los años 70, de los que no se conoce sus restos, al estilo de las odiosas dictaduras asesinas de Pinochet o Videla
Sabemos también que quedan por resolver en España 379 asesinatos de la banda
terrorista ETA, que corresponden al 44% del total de asesinatos terroristas de esa banda
desde el primero en 1968. Bien, la banda terrorista tiene un legatario político, que es Bildu. Este partido jamás ha condenado la tragedia que supuso el terrorismo para la sociedad vasca y española. No sólo eso: no ha contribuido a esclarecer ni uno solo de los asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA. Una banda que tiene incluso desaparecidos en los años 70, de los que no se conoce sus restos, al estilo de las odiosas dictaduras asesinas de Pinochet en Chile o de las juntas militares en Argentina entre 1976 y 1983.
Hoy, cuando escuchamos en los medios de comunicación a portavoces o responsables del PSOE o del gobierno explicar que el terrorismo se ha terminado ya, como si eso fuera un argumento para justificar
todo tipo de pactos con Bildu, hay que decir NO.
No reniegan de los crímenes
Debemos rechazar esos acuerdos, porque envilecen a quienes los hacen en nombre del Gobierno, que se pliega a la jactancia de asesinos que no reniegan de sus crímenes. Porque ensucian la memoria de los constitucionalistas y los servidores públicos perseguidos y asesinados por un terrorismo que durante décadas desestabilizó y amenazó la democracia en España nacida con la Transición. Debemos decir NO, porque esos acuerdos hacen perder el alma y su razón de ser a quienes los llevan a cabo en nombre del PSOE y así degradan su propia historia. NO se puede pactar con esos
arrogantes infames la ley de Memoria democrática; NO se pueden acordar los
presupuestos generales del Estado con ellos.
Les diría que lean el libro, que merece la pena, y como termina su autor (pág. 372): «Lo acababa de contar Felipe (en el congreso del PSOE de 1997 en que anunció su retirada de la secretaría general) y, dicho todo junto y de seguido, sonaba asombroso ese viaje de la caverna a la luz. Una epopeya tranquila, sin patroclos muertos a las puertas de
Troya ni exiliados que penan por Ítaca. Habían hecho un país nuevo sin arrasar a sangre y fuego el viejo, poquito a poco, ley tras ley, con sus tropiezos y sus borrones, como cualquier persona que acomete algo y se resigna a no ser infalible».
O, dicho de otra manera, cómo González y sus gobiernos evitaron la repetición del patrón catastrófico para España de los dos siglos anteriores, iniciados con la infinita desgracia de Fernando VII, en que cada España que ganaba hundía y masacraba a la anterior.
Y así fue de repetición en repetición hasta que, tras el franquismo, nos salvó finalmente la Transición y una Constitución que se convirtió en la casa común de todos los españoles.
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