Estamos ante un intento de aglutinar al votante de centro no independentista, cansado de tanta gesticulación, tanto exceso, tanto desastre. Se supone, dicen, que existe un nicho que podría estar entre el cuarto de millón de votos o quizá más, según a quién preguntes. Hay quién dice que pasaría del medio millón. Y también dicen que ahí podría estar la piedra de toque para desbancar la mayoría separatista en el parlamento catalán. El perfil del votante que buscan sería el de clase media urbana, catalanista, de centro. Primer error, no se gana sin contar con las clases populares, las que viven en Barcelona y corona metropolitana. Pero, en fin, sigamos.
Valents está capitaneado por Eva Parera, ex Unió, miembro de la candidatura de Manuel Valls en Barcelona y ahora diputada autonómica por el PP. Junto a ella, personas de solvencia como Joan López Alegre, el famoso català tranquil de las tertulias, Juan Arza, Jean Castel o el joven Yeray Mellado, ex S’ha Acabat, entre muchas otras. Dicen aspirar a ser la UPN catalana. Su puesta de largo fue audaz: nada menos que ante mil personas en El Born, quilómetro cero del separatismo, ese pseudo museo que dirigió Quim Torra en el que se cantan las mixtificaciones del 1714.
Dicho esto, y haciendo la salvedad de que en el PP catalán están que trinan con Parera al ver que la apuesta personal de Alejandro Fernández les ha salido rana, echándole en cara a la señora Parera que defendiera el derecho a la autodeterminación cuando era miembro del senado, sería bueno echar una ojeada al patio catalán. De entrada, el catalanista de centro no existe. El catalanismo ha mutado, como lo han hecho aquellos seguidores de convergencia, en hooligans desaforados de Puigdemont y los Jordis encima de un vehículo de la Benemérita.
El catalanismo ha mutado, como lo han hecho aquellos seguidores de convergencia, en hooligans desaforados de Puigdemont y los Jordis encima de un vehículo de la Benemérita.
El motivo es que en ese catalanismo ya vivía la larva del totalitarismo separatista. No busquen más. A Valents no le votaran por ser catalanistas. Tampoco por defender la Constitución, porque eso lo hicieron los de Arrimadas con mayor peso y trayectoria y su votante, el que debería buscar un partido de centro de corte democrático y español, está en su casa harto de que le tome el pelo primero el PSC y luego la formación naranja. El personal, tras la pandemia, está más predispuesto a la abstención como ya se vio en las últimas autonómicas. Va a ser muy difícil arrancar a la gente de sus domicilios.
Personalmente, no veo nada en Valents que pueda conmocionar el panorama electoral catalán. Quizás, con muchos peros, algo se haría con una candidatura transversal de todos los partidos que se sitúan al lado de la defensa de la Constitución encabezada por una figura que sea lo suficientemente fuerte e importante como para aglutinar y movilizar a la gente.
El resto tan solo se me antoja esfuerzo meritorio. Ya sé que el PP está condenado desde aquel Majestic que Dios confunda, que Vox, por mucho que crezca, no logrará jamás un resultado que pueda inclinar la balanza y que Ciudadanos a lo único que puede aspirar es a un entierro decente. Conste que digo esto con pesar. Por consiguiente, la entrada en liza de Valents puede servir para que obtengan algún escaño en el mejor de los casos, pero poco más. Acuérdense de Ramón Espadaler, también ex Unió, que finalmente ha encontrado acomodo en las filas del PSC. Cataluña no da más de sí. No hay cama para tanta gente y el desengaño del voto constitucionalista tras el fiasco de C’s es total.
También puedo equivocarme. Sería el primero en celebrarlo. Pero me da que en bares, calles y domicilios la gente no habla de Valents sino de otras cosas mucho más graves. E, insisto, sin la mayoría social metropolitana no se va ningún lado ni puede revertirse la decadencia catalana. O se trabaja eso, o nasti de plasti, que decimos aquí.
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