Era fácil advertir, ya la semana pasada, que el comunicado suscrito por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia, sin la firma de España, expresando su firme e unánime apoyo a Israel, al tiempo que condenaban el terrorismo de Hamás y amparaban el derecho de Israel a defender a su pueblo de las atrocidades terroristas, sería muy negativo para nuestro país, precisamente ahora presidente de turno de la Unión Europea.
Que no se nos haya aclarado por parte de las autoridades, si la ausencia de nuestro país en la firma de ese comunicado, tras el horror de muerte y aniquilación desatada por la organización terrorista Hamás el pasado 7 de octubre en territorio israelí, obedecía a que las potencias firmantes ni siquiera habían contactado con nosotros, o si nuestro motivo de ausencia es el desacuerdo con ese texto, no hacen sino que resultara más inquietante aún esa ausencia de España.
Las reacciones enloquecidas de los miembros del Gobierno pertenecientes a Sumar y a Podemos, incapaces de definir a Hamás como organización terrorista y haciendo causa con el terrorismo de Hamás, quedarán como hechos gravísimos producto de una izquierda autoritaria y antisemita, que beben en las aguas de Maduro en Venezuela, de Petro en Colombia y en los bolivarianos de todo pelaje.
No han parado desde entonces, al punto de que la ministra Ione Belarra, en su olímpica ignorancia, el pasado lunes –hace tres días–, calificó a Israel de estado genocida; lo que siguió, después, repitiendo palabra por palabra.
Ese comunicado abre una crisis diplomática grave entre España e Israel, desconocida desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos estados en 1986, bajo el gobierno de Felipe González
Tantas barbaridades pronunciadas a conciencia tienen un precio. Y así, el mismo lunes 16 de octubre, la Embajada de Israel en España emitió un durísimo comunicado frente al Gobierno en el que se afirma: “Israel condena enérgicamente las recientes declaraciones de algunos miembros del Gobierno español. Es profundamente preocupante que, en un momento en el que Israel está de luto por la pérdida de vidas inocentes en el bárbaro ataque de Hamás el 7 de octubre, en el que más de 1.300 hombres, mujeres y niños fueron bárbaramente asesinados, y cuando más de 150 civiles, incluidos niños, mujeres y ancianos permanecen cautivos de los terroristas de Hamás en Gaza, ciertos elementos dentro del gobierno español han optado por alinearse con este terrorismo tipo ISIS”.
Y concluía: “Estas declaraciones no sólo son absolutamente inmorales, sino que también ponen en peligro la seguridad de las comunidades judías de España, exponiéndolas al riesgo de un mayor número de incidentes y ataques antisemitas. Hacemos un llamamiento al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que denuncie y condene inequívocamente estas vergonzosas declaraciones”.
Ese comunicado abre una crisis diplomática grave entre España e Israel, desconocida desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos estados en 1986, bajo el gobierno de Felipe González. Porque, en efecto, tras los hechos del 7 de octubre en Israel, es sencillamente imperdonable que haya miembros de nuestro Gobierno que se alineen con ese terrorismo del estado islámico.
¿Acaso ese comunicado de la Embajada de Israel en España se ha visto en cualquiera de los otros veintiséis países de la Unión?. No, de ninguna manera
Europa es escenario indiscutible de ese terrorismo islamista. Véase Bruselas, donde un terrorista islámico esta misma semana asesinó a tiros a dos seguidores del equipo sueco que acudían a asistir a un encuentro de fútbol Bélgica–Suecia. Véase Francia, también esta semana, en una movilización sin precedentes impulsada desde la presidencia de la República frente al terrorismo de Hamás, que busca trasladar a Europa sus propósitos de muerte y destrucción. Como sucedió en la localidad de Arras, donde otro terrorista dio muerte a puñaladas a un profesor en un instituto. Esa Francia que el lunes 16 de octubre conmemoraba, en riguroso silencio y recogimiento, el tercer aniversario del asesinato de otro profesor de instituto, Samuel Paty, que fue decapitado. Como viene sucediendo desde hace muy largos años, singularmente en Francia, donde hemos asistido a espantosos atentados terroristas de carácter antijudío con cientos de víctimas mortales; o en Gran Bretaña; o en Alemania. Siempre la misma acción terrorista y asesina contra ciudadanos de origen judío; contra quien sea también. Ese es el siniestro escenario en el que nos adentramos una vez más en Europa. En España se ha incrementado ya el nivel de alarma antiterrorista.
No, lo que sucede en España, con un Gobierno donde uno de los sectores practica una política de antisemitismo que es contraria a nuestra condición de ciudadanos libres y a la defensa de nuestros valores democráticos europeos, es incompatible con lo que sucede en los restantes veintiséis países de la Unión Europea. ¿O acaso ese comunicado de la Embajada de Israel en España se ha visto en cualquiera de los otros veintiséis países de la Unión?. No, de ninguna manera, pues en cualquiera de esos veintiséis países sus gobiernos tienen bien presente que es la hora de condenar a Hamás, de solidarizarse con Israel, en el ejercicio de su derecho de defensa frente a una organización –brazo terrorista de Irán– que pretende borrar a Israel de la faz de la tierra.
Se hace imposible que asistamos a un Gobierno con una voz unívoca en esta fundamental materia, que alcanza a todo el Oriente Medio y tiene una dimensión de primera magnitud mundial.
El comunicado del Gobierno español en respuesta al de la Embajada israelí es del todo insuficiente. “Rechazar tajantemente las falsedades vertidas” no deja de ser un conjunto de palabras vacías; desgraciadamente las palabras vertidas uno y otro día por los miembros de Sumar y Podemos son las que son; su incapacidad para condenar el atentado terrorista de Hamás, su calificación como genocida del estado de Israel, su definición de Hamás como simples “facciones armadas palestinas”, y así suma y sigue, son inmoralidades que no se pueden consentir. Y podrá nuestro ministro de Asuntos Exteriores insistir en que la política exterior la fija el presidente del Gobierno y el propio Ministerio. Lo que sucede es que, cuando están tan a la vista las posiciones incompatibles de ambos sectores del Ejecutivo, se hace imposible que asistamos a un Gobierno con una voz unívoca en esta fundamental materia, que alcanza a todo el Oriente Medio y tiene una dimensión de primera magnitud mundial. Y que, desgraciadamente, alcanza a toda Europa.
Defensa de la civilización
Tener en el Gobierno de España ese izquierdismo antisemita, infantil, necio e ignominioso como es el caso de Sumar y Podemos, supone la renuncia a una política internacional con fuerza y ambición, unitaria, en la escena global. Porque la política de Sumar y Podemos no cambiará, está ya inscrita en una corriente absolutamente autoritaria. No sólo es la distinción entre liberales e iliberales –o demócratas y autoritarios–; lo que está en juego es la defensa de nuestra propia civilización occidental frente a quien abomina de ella y busca su destrucción.
Y hoy, cuando para colmo todo eso, se produce en mitad de la presidencia europea de la Unión, inevitablemente nos aleja del mundo occidental al que pertenecemos y nos sitúa en unas coordenadas internacionales radicalmente impropias respecto de los intereses de España en política internacional.
Seguir así, con tamaños socios, nos condena a un limbo en política internacional que España no se puede permitir y que, desde luego, no se merece. Es una cuestión moral lo que está en juego; para todos, en defensa de nuestra libertad, de nuestros valores democráticos, y de nuestra seguridad. Todo ello es imposible con Sumar y Podemos en el Gobierno de la nación.
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