Opinión

La Universidad, bajo el yugo 2030

Una excesiva exposición de los jóvenes al alarmismo climático o a la prohibición de los principios de la biología humana, mediante las normativas de género, puede derivar en graves peligros para su salud

Slavoj Zizek tiene el mérito, hoy tan poco común, de provocar preguntas y de hacernos pensar y repensar ciertos asuntos importantes en estos momentos de acelerada destrucción de la Cultura Occidental y de la propia concepción de lo humano. Uno de los temas en los que el filósofo esloveno se implica es el de la ideología en la vida contemporánea, cuestión inseparable de nuestra relación con lo real y con la realidad. 

Hay gente que se muestra preocupada sinceramente por la destrucción de la Civilización Occidental y porque la supervivencia de la especie humana tenga unos mínimos niveles de libertad, justicia y dignidad. Semejante desasosiego está bastante extendido en las conversaciones entre personas de diferentes tendencias. Hubo un tiempo en que la Universidad estudiaba, con el exigible rigor metodológico, los temas que también interesaban fuera de las aulas.  

Al echar un vistazo a la LOSU, enseguida se ve que el diarreico legislador prefiere ir en dirección contraria. Ha decidido continuar e intensificar las dinámicas del empobrecimiento del pensamiento que se han apoderado de las enseñanzas en las últimas décadas.  Los estudiosos de Marx definen la ideología como “consenso manufacturado” o “conciencia enajenada” o como “una interpretación falsificadora de la realidad que favorece los intereses de la clase dominante y sirve para justificar su dominio”. No es suficiente con entender la definición. Es necesario reconocerla en la propia experiencia de la realidad; darse cuenta de cómo la ideología limita el pensamiento y la vida. A eso se refiere Zizek con la broma de las gafas.

Hoy, la implantación ideológica recurre al diseño de nuevos conflictos, no importa lo disparatados y carentes de fundamento que sean. A partir de ellos, se crean identidades, muchas identidades, para distinguir los buenos de los malos y poder atacar la libertad de expresión mediante la invención del delito de odio.   

La pregunta marxista que debería hacerse es cuál es la clase dominante y cuáles son los intereses que alientan esta monumental implantación de hipótesis no demostradas

La agenda 2030 es uno de esos diseños que ya no oculta su carácter totalitario. Es una creencia ideológica que se ha ido asentando desde hace décadas en instancias internacionales, como la ONU. Se alimenta de cierto fondo religioso ancestral que es el de la Gran Diosa Madre. En ese proceso de afianzamiento de la climática opinión resulta decisivo el empleo de las imágenes como equivalentes de la noción de evidencia científica. A tal punto, que las primeras sustituyen a la segunda en un curioso fenómeno de ceguera inducida por medio de visiones. Algo de eso investigué Algo de eso investigué hace ya un tiempo en un artículo académico. En las universidades se adopta semejante supuesto ideológico de forma acrítica. La pregunta marxista que debería hacerse es cuál es la clase dominante y cuáles son los intereses que alientan esta monumental implantación de hipótesis no demostradas. Sospechosamente, quienes se dicen herederos de la izquierda marxista no se hacen estas preguntas. Tampoco se la hacen muchos que se proclaman liberales.

En un congreso académico, hace una década aproximadamente, un prestigiado catedrático de Periodismo comentaba con desparpajo que lo verdaderamente preocupante era que la gente no se creía el Calentamiento Global. Entonces tocaba esa ideílla; luego la han cambiado por la del Cambio Climático. Lo urgente para él era que en la Universidad y en los medios de comunicación se intensificara la propaganda para la difusión del credo sobre la culpa humana. La verdadera preocupación de un profesor de periodistas no era si las hipótesis antropogénicas de las modificaciones del clima son validadas o no.

Se insiste con mucho dinero y por todos los medios en que los humanos son responsables, por calentarse en invierno, refrescarse en verano, viajar, fabricar cosas, comer carne, etc., de modificar el clima

El dogmatismo sobre la procedencia antropogénica del Cambio Climático tiene consecuencias perniciosas tanto en lo científico como en lo político, lo cultural o lo económico, incluso en la salud mental de la gente. Por eso es causa de una realidad empobrecida y esencialmente injusta para la mayoría de la población.

Hacer tanto el Greta puede instaurar el negacionismo sobre la verdadera historia de los cambios climáticos. Estos se han producido muchas veces y, por lo que se va sabiendo, no han afectado siempre del mismo modo a las mismas zonas del planeta. Muy recomendable al respecto, la disertación del profesor Javier del Valle. Es preciso estudiar cómo esos cambios han alterado la vida en general y la vida humana en particular. Sin embargo, se insiste con mucho dinero y por todos los medios en que los humanos son responsables, por calentarse en invierno, refrescarse en verano, viajar, fabricar cosas, comer carne, etc., de modificar el clima.

A los estudiantes que se matriculan se les debería advertir sobre las asignaturas que contienen sesgos ideológicos. Una excesiva exposición de los jóvenes al alarmismo climático o a la prohibición de los principios de la biología humana, mediante las normativas de género, puede derivar en graves peligros para su salud.

Recuérdese que no hemos sido convocados a las urnas para decidir sobre la agenda 2030. Simplemente se impone. Así, la degradación de la Universidad es coherente con el proceso de desmantelamiento del estado de derecho

En muchas guías docentes que informan sobre contenidos y evaluación de las asignaturas, se han introducido los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Algunos no quieren ver la gravedad de esta operación alegando que, en realidad, los ODS son sólo buenas intenciones que no van a ningún sitio. Craso error. La implantación de normas anticientíficas, como los ODS, introduce la idea de que se puede legislar al margen de la democracia representativa, al margen de la Constitución. Constituye una derogación de facto de la democracia y de la Constitución. Recuérdese que no hemos sido convocados a las urnas para decidir sobre la agenda 2030. Simplemente se impone. Así, la degradación de la Universidad es coherente con el proceso de desmantelamiento del estado de derecho.

El pasado 26 de abril, la secretaria de Estado para la Agenda 2030, Lilith Vestrynge y la CRUE firmaron “un convenio de colaboración en el ámbito de la transferencia de capacidades de las universidades españolas para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030”. En el comunicado oficial del convenio se añade con tanta elocuencia como lamentable redacción: “CRUE cumple con su función de colaborar con la Administración del Estado en un proyecto de interés estratégico para España, introduciendo a la Universidad como agente clave en la Estrategia de Desarrollo Sostenible 2030”.

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