Como esto que lee se empieza a escribir el lunes, día en el que cuesta arrancar la semana, y como uno empieza a darle a las teclas de su ordenador después de haber leído algunos periódicos y de escuchar alguna radio, el cronista ha tomado desde hace ya semanas la decisión de encararse a la columna lejos del cabreo, y lo más cerca posible del humor y la incredulidad. Así debe ser cuando los actores de la actualidad -que no de la realidad- empiezan a decir sus cosas en la seguridad de que van dirigidas a gentes despistadas, sin criterio, esponjosas a la diatriba y a la soflama. Sigan, sigan por ahí, que ya se lo pagarán algunos memoriosos el primer día que puedan, el 28 de mayo del año que viene, por ejemplo.
En rigor hay que decir que ese circo ambulante que comandan, entre otros, Rufián, Bolaños, Iglesias junto a destacados mosqueteros del verbo fácil, suelen ir acompañados muchas veces de algún periódico, cuando no de una legión de tuiteros que aplauden a unos y a otros con más arte que El Pescailla a Lola Flores. Y por esas cosas de la actualidad, hay quien como Gabriel Rufián comparece serio y circunspecto ante los periodistas para amenazar al Gobierno de que si quieren el voto de ERC lo han de sudar. Venga, venga Rufián, ya no hay nada que sudar, y menos desde que el Gobierno que apoyan los republicanos catalanes haya decidido reducir el delito de sedición a la mitad para que puedan volver los fugados líderes del próces. Sudar, sudar, lo que dice sudar no es. Vótame los presupuestos y ya veremos cuán pronto vuelve a España Puigdemont.
Pero hablo de Rufián, y podría hacerlo de Félix Bolaños, ese ministro con cara de empollón que asegura que, con Pedro Sánchez, España vive momentos de “seguridad y certidumbre”. ¿Nos lo tomamos a guasa o nos enfadamos? Mejor lo primero. A la simpleza del político que no entiende que las cosas que dice en un mitin a gentes dispuestas a aplaudir hasta la tabla de multiplicar (esas mismas declaraciones resultan patéticas leídas o escuchadas en un informativo) se une el periódico de referencia del Gobierno social comunista -¿lo es o no, señor presidente? y no se enfade tanto porque se lo recuerden, hombre!- que ayer se despachó con un editorial nada favorable a Núñez Feijóo, y de regalo una columna advirtiéndonos que Feijóo no sabe inglés.
Si el inglés le sirve a Sánchez para mentirnos, mentiroso será en la lengua de Shakespeare y la de Cervantes, y ya me contarán ustedes la gracia. Puestos a elegir, que nos mienta solo en castellano
Vale, claro que es recomendable que el presidente del Gobierno lo hable, y hemos de pensar que en ello debe estar, pero Rodríguez Zapatero ni lo habló ni lo intentó, y ahí estuvo gobernándonos unos cuantos años, eso sí, para su vergüenza, siempre retratado en los márgenes de la fotografía más solo que la una en las cumbres europeas. Algunos lectores sabrán aquello tan poco piadoso que Ortega y Gasset dijo de Salvador de Madariaga cuando se le recordó al filósofo que alguien que hablaba siete idiomas no podía ser un tonto, a lo que Ortega distante y displicente respondió: "¡Pues será tonto en siete idiomas!" Si el inglés le sirve a Sánchez para mentirnos, mentiroso será en la lengua de Shakespeare y la de Cervantes, y ya me contarán ustedes la gracia. Puestos a elegir, que nos mienta solo en castellano.
Ahora que se cumplen cuarenta años de la gran victoria de Felipe González, y que con la distancia de casi medio siglo la historia nos va diciendo qué fue aquello, más una victoria de González que del PSOE, no hay día que no aparezca alguno de los colaboradores que el entonces candidato socialista tuvo cerca en aquella campaña en la que el reclamo fue el potente eslogan de “Por el cambio”. Todos menos Alfonso Guerra, acaso el que más tendría que decir. El último en reaparecer ha sido Julio Feo, que fue secretario de la Presidencia y que algún obtuso y desenfocado tertuliano ha definido como el Iván Redondo de González. Eso, ya está dicho, desenfocado y obtuso.
A Pablo Iglesias -al más estilo Rajoy- lo califica de 'infumable' y de ser lo peor que ha pasado en la política española de los últimos años
Julio Feo cuenta a Cristina Vallejo que, cuando González le propuso el cargo, le preguntó qué era eso de secretario de la Presidencia: "Hacerme la vida fácil", respondió el político sevillano. Y a eso de dedicó Feo, entre periodistas, campañas, y responsables de medios. La entrevista, que ayer se pudo leer en los regionales de Vocento, está llena de perlas, y yo quisiera dejar aquí dos. A Pablo Iglesias -al más estilo Rajoy- lo califica de 'infumable' y de ser lo peor que ha pasado en la política española de los últimos años. De Albert Rivera, que pudo evitarnos al infumable, Julio Feo lo considera lo más dañino. Y uno no puede estar más de acuerdo, aunque la decepción fue con este y no con el zascandil que ocupó la vicepresidencia de España.
De vez en cuando hay gente que, como Julio Feo, dicen cosas de fuste y que nos recuerdan que hubo tiempos en los que a los políticos se les podía escuchar con respeto y consideración. Cierto, pasarán años para recuperarnos de tipos como los que cita Feo, gente capaz de convertir en un muladar la vida política. Lo único a nuestro favor es que ni Rivera ni Iglesias están ya. Y lo que es más importante, no volverán. Nuestra memoria puede ser flaca, que lo es, y por eso aquí han vuelto a ganar elecciones políticos sospechosos cuando no corruptos, pero el destrozo que el primero pudo evitar y el deterioro político que el segundo trajo son para no olvidar. Los dos son jóvenes, pero quiere uno creer que ya saben de una verdad que no admite dudas en la vida política, esa que afirma que es más fácil triunfar que vivir.
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