Opinión

Lo urgente es España

Parece obligado, aunque sea tedioso por obvio, dedicar los días posteriores a unos comicios decisivos a analizar qué ha propiciado la derrota de la derecha en las elecciones generales por no poder formar una alternativa de Gobierno a Pedro Sánche

Parece obligado, aunque sea tedioso por obvio, dedicar los días posteriores a unos comicios decisivos a analizar qué ha propiciado la derrota de la derecha en las elecciones generales por no poder formar una alternativa de Gobierno a Pedro Sánchez. Podemos seguir criticando la fallida, estúpida y suicida estrategia del PP por centrarse en esa vacía moderación borjasemperista de estigmatizar al único partido que podía hacer presidente a Alberto Núñez Feijoo y que se ha dedicado a reñir al pueblo por encima del hombro porque diga "¡que te vote Txapote!" 

Podemos criticar la campaña de Vox por haber perdido votos en el momento más bajo de popularidad de Pedro Sánchez y con un Partido Popular que había dejado libre todo el espacio de la derecha, de la defensa de la lengua española, de España frente a los nacionalismos opresores periféricos y todo el espacio relativo a la perversa Agenda 2030, que desde el PP defienden como el nuevo evangelio en una Europa descristianizada y malvendida a terceros. Cuando se es un partido como Vox, que viene a romper consensos impuestos desde arriba para mantener la ficción y la sumisión de España a intereses ajenos, se necesita pedagogía, mucha. Sin parar, en cada medio y por todas las vías posibles.

La templanza de Abascal y la necesidad de mostrar que no son el monstruo que han dibujado sobre ellos los medios y los demás de partidos, incluyendo el PP, no puede estar reñida con una defensa feroz de la verdad, de la realidad de sus medidas ante las barbaridades arrojadas sobre ellos. Detrás de la firmeza ha de vislumbrarse convicción. No pueden permitir que nadie acabe una frase cuando les acusen de atacar a las mujeres o a los homosexuales o de querer matar perros en un país indecente donde eso es peor que abortar a un hijo. Hay que explicar la verdad de las medidas y el proyecto que se defiende, no sólo para una base de tres millones de personas, que podría reducirse ante nuevos comicios.

La templanza de Abascal y la necesidad de mostrar que no son el monstruo que han dibujado sobre ellos los medios y resto de partidos, incluyendo el PP, no puede estar reñida con una defensa feroz de la verdad

Santiago Abascal representa a esa España humillada por el nacionalismo, por la izquierda y traicionada por la derecha. Pero hace falta más pedagogía, explicar las fortalezas y triunfos de Vox dentro y fuera de las instituciones en materia de seguridad, inmigración, familia, jóvenes o de independencia judicial. La defensa del español en las escuelas e instituciones de Baleares y la Comunidad Valenciana son éxitos de los de Abascal. Por eso, la campaña del miedo es tan salvaje y miserable, porque a quien buscan debilitar es a España. 

Quizá no se da mucha importancia a las propuestas porque no esperan gobernar ahora, sino sólo negociar con el PP. Así, el votante nacional queda tranquilo ante la apariencia de controlarlo. Y quizá aquí haya un fallo de enfoque. Nunca como ahora ha sido más urgente que un movimiento patriótico en España sea hegemónico y no sólo disruptivo y emergente. Los medios, enemigos del sentido común y de los ciudadanos de la calle, se empeñan en hablar de la orfandad política del centro de cuatro columnistas. Pero lo que está huérfana es España ante una izquierda frentepopulista, un partido popular vendido a agendas europeas climáticas y en manos de la psicopatía de Puigdemont. El enorme papel de Vox es evitarlo. No queda nadie más.

Podemos hablar de cómo mejorar una alternativa para que sea hegemónica o pueden quejarse de lo difícil que es tener todo en contra, pero España no tiene tiempo. Otegui tiene una estrategia y todos los factores le son favorables para que se cumpla la parte final de la hoja de ruta del ecosistema etarra con un Tribunal Constitucional favorable y un Gobierno traidor legitimado con estos resultados. Va a apoyar a Pedro Sánchez, pero afirma que «no se puede depender siempre de las fuerzas independentistas sin normalizar la conversación sobre independencia u otras formas de vertebración territorial de las naciones sin Estado». Otegui repta como esa culebra alrededor del hacha. Ha aprendido del PNV que la independencia inmediata no es el negocio, sino su promesa a plazos para seguir succionando recursos del resto de España mientras dirige en Madrid las políticas que la debiliten. Ahora dejará que el brazo catalán del golpe sea quien lleve la delantera en histrionismo con el referéndum y una amnistía que ya se concedió con la supresión del delito de rebelión. Mientras tanto, Bildu conseguirá medio camino más.

Derecho de vasallaje

Siempre he defendido no huir de debates sobre modificar el sistema, hay que liderarlos en el sentido contrario que propongan los enemigos de España, la libertad y la verdad. El sistema democrático está diseñado para que el PSOE no abandone el poder y los secesionistas periféricos tengan derecho de vasallaje sobre el resto de España. Este sistema es su campo de juego y las elecciones del domingo lo recuerdan.

Este martes celebramos la festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España, que en el camino del abandono por la desesperanza y frustración, cuando nadie le creía ni escuchaba, llegó a la orilla del río Ebro, en Zaragoza, y se le apareció la Virgen sobre un pilar. Lleno de fuerza y convicción, dio media vuelta y no cesó de difundir la Palabra de Dios. Gracias a esto, España fue cristiana. Aún hay tiempo de poner remedio, pero ya es urgente.

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